La crónica del delito ofrece nuevos episodios en el medio rural lucentino. Los agricultores siguen sufriendo los robos; pero, además, se están acostumbrando también a algo tan lamentable como es el destrozo de los árboles. Solamente quienes nacimos en una aldea podemos comprender la impotencia que siente un olivarero al ver materialmente taladas las ramas de un olivo que ha tardado décadas en criarse. Un daño así tarda muchos años en recuperarse.