La Asociación de Víctimas de la Talidomida (Avite) recoge hoy una de las Medallas de Andalucía, que otorga el Gobierno andaluz con motivo del Día de Andalucía, un galardón «que viene a hacer justicia, que nos saca de un olvido institucional de décadas y que es un homenaje a nuestras familias, sobre todo a nuestras madres, que tan mal lo han pasado», señala Ángel Marín, representante regional de esta asociación nacida en el 2004. El cordobés Francisco Borrallo, de 46 años, forma parte de Avite y fue uno de los encargados de elaborar un trabajo, galardonado con un premio andaluz a las Buenas Prácticas en la Atención a las Personas con Discapacidad, para reconocer las acciones que Avite viene realizando para dar visibilidad a la desatención y desamparo a las que se enfrentan los afectados por la talidomida.

Francisco Borrallo, al igual que Ángel Marín y hasta 3.000 personas más en España (según Avite), nacieron entre los años 50 y 70 con malformaciones en las extremedidades inferiores y superiores y algunos con problemas en órganos debido a que sus madres tomaron talidomida en el embarazo y se vieron afectadas por sus efectos perjudiciales. Un fármaco que en los años 50 empezó a recetarse para combatir las náuseas y los vómitos durante la gestación, pero poco tiempo después de empezar a venderse se observó un incremento de nacimientos de niños con serias malformaciones. «Sin embargo, con la autorización del Estado español, dicho fármaco, del laboratorio alemán Grünenthal, continuó comercializándose en nuestro país en los años 60, 70 e incluso se conoce al menos un caso de 1985, a pesar de que se había constatado en Alemania el daño que causaba», expone. Francisco, con el respaldo de su familia y su fuerza de voluntad, convivió desde pequeño con las prótesis y pudo estudiar. Aunque él tiene reconocido un 80% de discapacidad física, se preparó y aprobó una oposición de administrativo de la Junta, puesto que desempeña desde hace bastantes años. Para él, como al resto de afectados por la talidomida, «lo peor de todo ha sido la ocultación de los hechos. Por nuestra cuenta hemos tenido que investigar qué pasó y cómo ocurrió. La mayoría de los que estamos en la asociación nos hemos efectuado pruebas que descartan que nuestras malformaciones tuvieran una raíz genética. El culpable fue este fármaco, que con una sola pastilla inhibía una proteína que desarrollaba los vasos sanguíneos e impedía la adecuada formación de las extremidades. Mis dos hermanas mayores están sanas y afectados de talidomida han tenido hijos y estos no presentan malformación alguna», apunta Borrallo.

«Conocer hace apenas 3 años el origen de mi estado fue un respiro. Existía un motivo por el que soy diferente. Pero no saber la verdad nos ha condicionado la vida. Muchos no nos hemos decidido a tener hijos por temor a que heredaran nuestra situación, creyendo que lo nuestro era genético», se lamenta Francisco.

En el 2016 la Junta aprobó la creación de un registro andaluz de personas con anomalías causadas por la talidomida, para facilitar a los afectados el reconocimiento oficial del Gobierno andaluz de cara a posibles reclamaciones judiciales. El Tribunal Supremo, después de que la justicia diera en primera instancia la razón a Avite, rechazó que esta farmacéutica indemnizara a los afectados españoles de la talidomida, alegando que los hechos habían prescrito, por lo que la asociación recurrió al Tribunal Europeo de Estrasburgo. El Congreso de los Diputados aprobó en el 2016 una proposición no de ley para reparar el daño sufrido por las víctimas de la talidomida, algo que solo se acordó para 24 afectados en el 2010, y que ahora se quiere extender a todas las personas con este problema.