Vio levantarse los barrios de Cañero y el Campo de la Verdad con materiales que acarreaban recuas de burros, mientras se erradicaba el núcleo de chabolas existente junto al Alcázar de los Reyes Cristianos o se construía el puente de San Rafael y Vallellano. Fue testigo de aquellas gestas urbanísticas de los años cincuenta "pateándome la ciudad", una de sus mayores aficiones. Con algunas cosas de las que se hicieron entonces está de acuerdo (con las de calado social) y con otras no, por considerarlas "bodrios". Y es que Deza es hombre de espíritu crítico, y lo mismo habla de política que de las tiendas de barrio, que gracias a que fiaban ayudaron a mucha familias, "y esta sociedad ingrata --lamenta-- no se lo ha reconocido".