El entorno en el que hoy se configura el barrio de San Andrés formó parte de la zona monumental de la Córdoba romana, de la que fue capital de la Bética e intentó emular a la metrópoli para mostrar su grandeza.

La importancia de esta parte de la ciudad en época romana vino determinada, en palabras del catedrático de Arqueología de la UCO, Desiderio Vaquerizo, por el hecho de que por aquí entraba la Vía Augusta a la ciudad, «y era por donde llegaba todo aquel que venía de Roma o que salía hacia Roma, de ahí la importancia que con el tiempo se daría a la fachada oriental construyendo toda la escenografía colosal del entorno del templo de la calle Claudio Marcelo».

Vaquerizo explica que a principios del siglo I después de Cristo la ciudad decide «crear una fachada monumental que diera la imagen de ciudad plenamente romanizada», para lo que «desmonta aproximadamente unos 100 metros de la muralla, construye la gran plaza pública» junto a Claudio Marcelo; contruye otra plaza intermedia y más tarde el circo de la ciudad, ubicado, aproximadamente, en el espacio que hay entre San Pablo y San Andrés.

Para construir este circo fue necesario desplazar parte de la Vía Augusta, «en torno a la cual se organizaban los primeros monumentos funerarios de la ciudad», de la que aún quedan restos en las calles San Pablo y Muñices.

Con todo, señala Vaquerizo, esta parte de Córdoba nace en época romana como «un paisaje cultural al servicio de la idea de Roma y de pertenencia a la causa imperial y a una cultura a la que Corduva decidió adscribirse sin condiciones después de ser elevada a colonia patricia».

El circo romano, subraya Vaquerizo, desapareció a finales del siglo II y el entorno volvió a remodelarse para convertirse, de nuevo, en zona funeraria.

Es parte de la historia de este barrio, de una zona habitada y vivida desde hace miles de años que aún hoy bulle a diario en su constante ir y venir.