La trayectoria del periodista, economista y político baenense Antonio Bermúdez Cañete ha quedado olvidada durante setenta años, a pesar de que algunas de sus ideas tienen plena vigencia, sobre todo cuando se analiza la visión del aceite que tenía en los años treinta o su defensa del turismo como sector clave para España. La biografía de Antonio Bermúdez Cañete (Baena, 1898-Madrid, 1936) estuvo marcada por el inconformismo vital que le llevó a buscar soluciones a la diferenciación social que existía en Andalucía, analizó la historia económica española tras una profunda preparación en la doctrina financiera en países como Alemania o Inglaterra, ejerció como periodista en la Alemania nazi (de donde fue expulsado por sus críticas a Hitler), estuvo en la guerra italoabisinia y dirigió la sección económica de El Debate . Vinculado a los movimientos iniciales de la JONS, fue elegido diputado por la CEDA en 1936 y en agosto fue asesinado.

Esa convulsa trayectoria vital estuvo marcada por sus profundas ansias de conocimiento tras nacer en una familia acomodada de Baena y, pronto, comenzar a cuestionar el sistema clasista que provocaba que los propietarios fueran cada vez más ricos y los trabajadores se hundieran en la miseria. En una breve biografía fechada en 1930 reconoce, en tercera persona, que "a los 14 o 15 años de edad, impresionado por el problema social agrario de aquella tierra y la pobreza de muchos de sus habitantes, se decidió a dedicar su vida a estudios de Economía que pudiesen proporcionar un medio para tratar de solucionar aquellos problemas".

Varias fueron las preocupaciones de Bermúdez Cañete cuando analiza la situación económica, aunque destacan sus aportaciones sobre el turismo y el aceite. Creía en las posibilidades de Andalucía, aunque criticaba la estructuración social. "Andalucía --aseguraba-- es el país económicamente completo (...). El subsuelo, menos aluminio, de todo posee, y el suelo es tan rico que su abundancia constituye un tópico universal: produce trigo que le sobra, aceite que la enriquece, frutos que le dan fama y vinos que la hacen tierra de leyenda. La cañaduz se mezcla con la remolacha; el algodón con el cáñamo, el plátano con el manzano. Tiene nieve y sol, lluvia y sequía. Si la aislasen del resto del mundo viviría como si tal cosa (...). Me diréis que escasea la industria. Pero como sus habitantes no son lerdos, podrían crear lo que les faltase".

Lejos queda la visión que, cuatro años antes (en 1927), Ortega y Gasset mostraba de los andaluces: "Se dice pronto holgazanería, aunque es una palabra bastante larga. Pero el andaluz lleva unos cuatro mil años de holgazanería, y no le va mal. En vez de afrontar el hecho con pedante ademán de maestro de escuela y atribuir a este pueblo viejísimo la nota de pereza como una calificación escolar, mejor será que abramos bien los ojos y agucemos la mente a fin de entenderlo".

Bermúdez Cañete lamentaba la situación en la que se encontraba el olivar, criticaba la organización que presentaba y la falta de formación de los dirigentes de las empresas agrarias. Tampoco consideraba válido el sistema cooperativo existente: "En España, y para la organización cooperativa del comercio del aceite, tropezamos, además, con una dificultad casi insuperable. La existencia de directores aptos. Los beneméritos actuales directores del movimiento son los primeros que carecen de la preparación adecuada comercial. En reducidas proporciones, y para organizar la venta directa al consumidor, sí serían, sin embargo, viables".

El periodista baenense no era muy optimista con el futuro del sector del aceite de oliva, tanto por los altos costos de producción, como por la organización defectuosa de los productos y la falta de preparación técnica de los comerciales y exportadores. Para evitar la bajada del precio del aceite de oliva proponía disminuir la oferta, aumentar el consumo o promover ambas vías a la vez. Eso sí, consideraba que para vender más aceite en el exterior la publicidad debería jugar un protagonismo importante y llegaba a sugerir, en el caso de los mercados anglosajones, que se adaptara el gusto del aceite español a lo que demandaban estos potenciales consumidores. Además, calificaba de inapropiada organización de la agricultura andaluza, con elevadas tasas de paro y con una importante capitalización de la tierra. Por eso, llegó a proponer una reforma agraria en la que la propiedad de la tierra pasara al Estado y éste la cediese al campesino por una renta o canon anual.

El turismo

Bermúdez Cañete veía el turismo como un instrumento importante para reducir el déficit comercial español, para lo que sugería una industrialización del sector. Entre las medidas que proponía para su mejora se encontraba una modernización de los ferrocarriles y del servicio que se prestaba, con la compra anticipada del billete, pero también con el establecimiento del "cheque de viaje" que permitiera el transporte del dinero a los turistas. Bermúdez Cañete insistía también en el incremento de la propaganda para dar a conocer los valores turísticos, el desarrollo de mejores establecimientos de alojamiento para los turistas o la conservación de los tesoros artísticos de España. "Propaganda múltiple, que será eficaz, que nos traerá ricos de todo el mundo, que es lo que nos hace falta... Hagamos de nuestra España un lugar de moda. ¿Que la moda es estúpida? Mejor; una razón más para explotarla", escribía en 1926. Asimismo, defendía las peculiaridades de la España profunda: "Cada pueblo debe tener sus trajes y sus costumbres típicas, que no pueden ser motivo de vergüenza".

Y si el turismo era importante para Bermúdez Cañete, no menos la industria, sector que pensaba que debía ser el futuro de España: "Estamos convencidos, que la exportación de aceite, vino, naranjas y materias primas para variados sectores de la industria, etc., no basta para cubrir la importación de productos manufacturados, que corresponde a un país culto y moderno como es España. Aun cuando poseyera España muchas mejores condiciones para el cultivo, no bastarían sus exportaciones, porque no podría resistir la competencia de países menos poblados en los que las tierras y, por tanto, los productos serían más baratos". Por eso instaba a una explotación y transformación de los yacimientos minerales, mejorar la técnica utilizada, fomentar la investigación en la Universidad y proteger en los primeros momentos esa industria que estaba surgiendo. En aquellos convulsos años treinta, defendía la primacía económica sobre la política: "El problema de España no está en la libertad teórica que concede esta o aquella constitución, ni en la perfección puramente formal de un régimen, sino en el desarrollo económico que aumente el mísero nivel de vida de los españoles y en la educación individual y colectiva que nos haga más aptos para un régimen democrático y de libertad".

El libro Antonio Bermúdez Cañete. Periodista, economista y política recoge una completa interpretación de estos tres aspectos de su trayectoria a través de los profesores Juan Velarde, Emilio de Diego, Rocío Sánchez Lissen y José Manuel Cansino. Mañana viernes se presenta en Baena.