Puede que la muerte del cabo Francisco Javier Soria, el pasado miércoles, contenga la escalada militar entre Israel e Hizbulá al sur del Líbano, en la zona de despliegue de los cascos azules españoles procedentes en su mayoría de la Brigada Guzmán el Bueno X de Cerro Muriano. Al menos, así lo piensa el titular de Defensa español, Pedro Morenés, según desveló el viernes el alcalde de Málaga, el también popular Francisco de la Torre, al término del funeral del militar malagueño en la base cordobesa. Sin embargo, la realidad en la frontera entre Israel, Líbano y Siria es mucho más compleja.

La muerte del militar de Unifil en un puesto avanzado de las Naciones Unidas en Ghajar ha descorrido un telón tras el que hacía semanas se estaba gestando la más grave irrupción de las hostilidades en la zona desde la última guerra del 2006.

De todas las operaciones en las que participa España en la actualidad, probablemente esta sea la más complicada por su fragilidad y difícil equilibrio entre las partes. Desde que el 11 de agosto del 2006, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 1.701, que instaba a un alto el fuego y a declarar zona libre de armas la Línea Azul y el sur del río Litani, España ha liderado el Sector Este con un notable éxito. De hecho, fue significativo el homenaje el jueves por la tarde al cabo Soria por parte de las autoridades civiles de Ebel es Saqi, la población más cercana a la base Miguel de Cervantes de Marjayún, donde está el grueso de la Brigada Líbano de Unifil.

LA POSICION 4-28

La investigación sobre el terreno

La muerte de Francisco Javier Soria en la posición avanzada 4-28 de Ghajar deja muchos silencios y más interrogantes si cabe.

Su visión desde los Altos del Golán es inmejorable, aunque suena a broma en tiempos en los que un satélite es capaz de sorprender a dos niños libaneses jugando a la pelota en el patio de su casa.

La torre de la UNP 4-28 está a suficiente distancia del pueblo --500 metros, aproximadamente-- como para discernir de su posición con la Línea Azul que lo parte en dos mitades. A suficiente distancia de esas "vaguadas" de las que hablaban los soldados de Unifil en el polémico vídeo filtrado en España --el autor está de vuelta y dando explicaciones--, sorprendidos por las andanadas de proyectiles de mortero desde posiciones israelíes, como para ver el predominio del azul y el blanco de Unifil. Coordenadas y costumbres aparte en una zona donde todos se conocen de sobra desde hace tiempo.

El puesto avanzado de Ghajar es un problema desde que se trazaron los límites entre unos y otros. Es el más conflictivo. Además, su emplazamiento nada tiene que ver con el de Kafer Kela, denominado La Roca (UNP 9-15) por los militares españoles, que domina un valle, erguido sobre una colina, también en la frontera norte de Israel y al sur del Litani. Allí no predominan los militares españoles sino un batallón indonesio desde noviembre del 2012 y donde, según algunas fuentes, sí fueron advertidos previamente del fuego cruzado el miércoles. En la torre de la 4-28 de Ghajar no sabían absolutamente nada, en una ratonera a tiro de mortero rodeada de campos minados, muros y vallas.

El cabo Soria fue el elegido en unas coordenadas infames. Mucha precisión para tan mala suerte. No era su guerra y lo sabían a ambos lados de las verjas. O tal vez sí. Su muerte, errónea o no --está por determinar por España, Israel, Naciones Unidas y la comunidad internacional--, a manos del Ejército de Israel ha colocado de nuevo a la ONU de un zarpazo en el difícil tablero del Líbano, donde mueven ficha no solo países en guerra técnica sino también milicias armadas como Hizbulá (chií y proiraní), Siria, Irán y tal vez pronto el Estado Islámico, que desciende desde el norte en expansión de su visión fundamentalista del islamismo.

Gestos como el de Ebel es Saqi (colocaron una enorme pancarta de ánimo y condolencias por la muerte del cabo español en la plaza del pueblo), donde está el grueso del contingente de la Guzmán el Bueno X, señalan la importancia de la misión para el día a día de los libaneses del sur.

EL SECTOR ESTE DE UNIFIL

Agradecimiento libanés

Desde el inicio de la misión de Naciones Unidas, esta parte del Líbano que hace frontera con Israel ha gozado de las más altas cotas de seguridad y desarrollo de los últimos tiempos. La construcción de los muros en las poblaciones limítrofes con Israel en los últimos años ha afectado a los trabajadores locales que acudían a los fértiles campos de cultivo israelíes. Los proyectos de impacto rápido de Unifil y las operaciones cívico militares no solo se han ganado el apoyo y la confianza de la población, sino que ha favorecido en la zona en los últimos años proyectos de desarrollo que han incentivado la economía local: agrícola, ganadera y de servicios básicos.

Sin embargo, a un lado y al otro de la delgada línea azul aún quedan muchos que mueven fichas interesadas a costa de la seguridad e incluso de las vidas humanas. El miércoles, aparte de acabar con la del cabo Soria, el incidente armado entre Hizbulá y el Ejército de Israel quebró la confianza de todos en una zona donde ésta es clave en el día a día. Aunque todos los actores se han apresurado en dar pasos para volver al punto de partida, la acción devuelve la misión a tiempos de escepticismo. Y a todos los protagonistas en el lugar, a una situación al borde de un nuevo conflicto armado.

LOS PRECEDENTES DEL ATAQUE

Respuestas controladas

Aunque en los últimos días se ha precisado que la respuesta israelí vino precedida del lanzamiento de cohetes hacia su territorio el martes y miércoles pasados por parte de Hizbulá, habría que remontarse a las continuas incursiones en el Golán a lo largo del 2014, y a finales de enero de este año, para tener una visión más global de la situación.

El 18 de enero, un ataque aéreo de helicópteros israelíes en los Altos del Golán sirios mató a seis milicianos de Hizbulá y a un general iraní de la Guardia Revolucionaria, aliada clave de la milicia chií en la zona (ver noticia en la página 41 sobre las posibles implicaciones de la CIA). Entre los muertos estaba Jihad Mughniyeh, un joven comandante de Hizbulá, hijo de uno de los líderes más reputados de la milicia libanesa hasta su asesinato en 2008. Las represalias llegarían.

Sin embargo, fue otra muerte, la del general Allahdadi, la que encendió la mecha del conflicto al entender el Gobierno iraní que con su acción militar Israel habría traspasado una línea roja. Desde entonces, los ataques hebreos contra posiciones sirias han sido contestados por otros con cohetes desde territorios controlados por el régimen de Assad, aliado tradicional de Hizbulá e Irán contra Israel.

LA IMAGEN EN EL CONFLICTO

La lucha por las adhesiones

El Gobierno hebreo de Netanyahu se ha movido desde entonces en un doble plano político y estratégico. Por un lado, ha tratado de controlar un segundo frente al norte --al sur del país lo mantiene con las milicias de Hamás en Palestina y en las franjas-- después de que el martes impactaran dos cohetes en un acto considerado como venganza a las muertes del 18 de enero y, sobre todo, el incidente más grave, el miércoles 28 con el asesinato de dos soldados israelíes en las Granjas de Sheba (Mont Dov para Israel), en una zona reclamada por israelíes, libaneses e incluso sirios, en la intersección de los tres países junto a los Altos del Golán y muy cerca de las posiciones españolas. Dicha zona está ocupada por Israel desde la guerra de 1967, en una acción no admitida por la ONU.

Hizbulá reconoció la acción del miércoles contra los soldados hebreos y la consideró dentro de unos "márgenes moderados" y en contestación a la acción de finales de enero, en el habitual juego macabro de respuestas. Israel, por el contrario, entendió la acción como una rotura de las reglas del juego establecidas en el acuerdo de alto el fuego entre Israel y Siria de 1974, por considerar que el ataque de Hizbulá procedió desde el país vecino.

Desde el punto de vista político, la caída en picado de la popularidad de Hizbulá entre la mayoría suní árabe (hay que recordar la condición chií y pro iraní de esta milicia libanesa), enfrascada en los últimos meses en la guerra en Siria como aliada del régimen de Assad contra la insurgencia suní y el Estado Islámico, puede haberla abocado a dar una respuesta a Israel, después de dos años de tensa calma al sur del Litani.

En el lado opuesto, el incidente llega a casi dos meses de las elecciones en Israel y con una bajada también en la popularidad del primer ministro Netanyahu y, sobre todo, de su titular de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, más próximo a la línea dura. No obstante, estas acciones militares son un arma de doble filo de cara a las elecciones del 17 de marzo, de ahí que el Gobierno israelí parezca reacio a asumir los riesgos de una escalada del conflicto. Está por ver.

Por último, tampoco hay que desdeñar las relaciones entre Israel y el Gobierno de Obama, bajo mínimos en los últimos meses, pero siempre dispuestas. Sería difícil pensar en un agravamiento de la situación sin el apoyo garantizado de Estados Unidos y, sobre todo ahora, con las Naciones Unidas encima en pleno proceso de investigación por la muerte del cabo español. Así, parece que la contención es la opción más evidente tanto para Hizbulá, sin capacidad para mantener dos frentes, como para el Estado judío, inmerso en demasiados asuntos. Entre ellos, la amenaza iraní --azuzada con la muerte del general--, inmerso en plenas conversaciones nucleares con los EEUU. Lástima que sea tarde para el cabo Soria.