Cuando alguien se adentra en el barrio del Alcázar Viejo lo hace también en la historia. Sus calles y plazuelas han sido, a lo largo de los siglos, testigos directos de algunos de los episodios más significativos de esta ciudad, pero también protagonistas de grandes decisiones políticas que cambiaron el mundo para siempre.

Si hay un lugar en el que esta afirmación se hace evidente es en el Alcázar de los Reyes Cristianos, mandado construir por Alfonso XI El Justiciero sobre parte de los restos del antiguo alcázar califal ubicado en el entorno del Campo Santo de los Mártires. El edificio tuvo múltiples usos, entre ellos el de residencia real, por lo que sus estancias han recibido a los distintos monarcas durante siglos.

El siglo XV fue especialmente intenso para el Alcázar. Aquí se alojaron los Reyes Católicos y su corte durante varios años y desde aquí organizaron la consquista del Reino de Granada, en su empeño por lograr la unificación.

Mientras los monarcas buscaban alianzas para derrotar a los nazaríes, Cristóbal Colón viajaba a menudo hasta Córdoba para lograr el respaldo real a su idea de llegar a las Indias navegando por las aguas de occidente. Desde esta ciudad «instaba ante Isabel la Católica para que protegiese sus proyectados descubrimientos», como señala Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba. Al final el genovés consiguió financiación para su empresa y en los jardines del Alcázar hay un grupo escultórico de los Reyes Católicos junto a Colón que recuerda un encuentro que, sin saberlo, fue crucial para la Historia.

El Alcázar fue también testigo de una normativa insólita, la Ley de las Holgazanas, dictada por Isabel I, y por la que prohibía a las mujeres que habían contraído matrimonio en Córdoba que heredaran los bienes de sus maridos al enviudar. Fue una venganza particular de la reina para castigar la holgazanería de las mujeres que, día tras día, abandonaban su oficios y se arremolinaban en torno a la residencia real para ver a la monarca.

Años más tarde, el Alcázar de los Reyes Cristianos pasaría a ser sede de la Inquisición y, tras su abolición, cárcel civil.

Junto al Alcázar se encuentra otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad, las Caballerizas Reales, el complejo que mandó construir Felipe II en 1570 y donde se creó el Caballo Andaluz, el Pura Raza Español, por orden de un monarca que sentía debilidad por estos animales.

Las Caballerizas fueron propiedad real hasta el último tercio del pasado siglo, cuando pasaron a manos del Ejército. Casi 150 años más tarde el Ministerio de Defensa se lo transfirió al Ayuntamiento de la ciudad, que llevó a cabo una importante tarea de recuperación del inmueble.

Refugio de los judíos

Durante la época de dominación musulmana y el califato de Córdoba, los judíos alcanzaron su llamada «edad de oro» gracias al respaldo que dieron a los conquistadores musulmanes en el siglo VII, pero con los almohades la ciudad entró en decadencia.

El barrio del Alcázar Viejo conserva las murallas de la época, levantadas en el siglo XII, y como parte de ellas se levanta el llamado Castillo de los Judíos, del que hoy queda una torre en pie. Ese fue el sitio que eligieron los hebreos para refugiarse tras el asalto de la judería en 1391, que asoló bienes y viviendas y en el que murieron muchos de sus habitantes.

Tras este suceso el castillo, como señala la historia recogida por la Red de Juderías, «se convirtió en gueto» que llegó a albergar en su interior «a cerca de 500 personas».

Poco después, Enrique II daba permiso a sus ballesteros para que construyeran sus viviendas en este arrabal, cercano al Alcázar nuevo, un terreno situado entre la Torre de Belén, vestigio del recinto amurallado que perdió su finalidad defensiva, y la antigua Puerta de Sevilla.

Nacía así el Alcázar Viejo y con él un nuevo concepto de diseño urbanístico, limpio y claramente definido, que hoy en día es una de las señas de identidad de San Basilio, el barrio rodeado de murallas y cuajado de patios que se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad.