El encuentro con los caldos de la denominación de origen Montilla-Moriles en la cata del vino es una invitación a recuperar la historia de la agricultura cordobesa y de la elaboración de unos zumos de uva que son únicos en el mundo por su graduación natural, pero también porque dentro de una botella está lo mejor de una cultura vinícola, de 17 municipios que siguen defendiendo una calidad que aún tiene potencial para llegar a nuevos mercados. Y esta edición de la cata está dando muestras del atractivo de esta exaltación del vino. El viernes, como decían algunos de los expositores, fue uno de los días con mayor público que se recuerdan. Pese a la lluvia, la jornada de ayer también desbordó las previsiones. "Es pronto para hacer un balance, pero las expectativas se han superado", reconocía Enrique Garrido, secretario general del consejo regulador de la denominación de origen.

En la cata es posible disfrutar de los vinos de una de las vitivinícolas más antiguas de España, Bodegas Alvear, que inició su andadura allá por 1729 de la mano de Diego de Alvear y Escalera y hoy la dirige la octava generación familiar. Presente en 28 países y con una plantilla de 60 trabajadores, como destaca su director comercial, Miguel Cabrera. Hoy el 40% de sus ventas están en el exterior. Sus productos más demandados son el fino CB , pero también su PX 1927 . "Si hay una clave en la bodega es la continuidad de la calidad, que se debe a la crianza y a las botas tan antiguas que poseemos", decía Cabrera. Precisamente, el PX Solera 1830 es el más antiguo y uno de los más apreciados.

La única firma que cría el vino en la ciudad de Córdoba es Bodegas El Gallo, reconocida por su fino Amargoso y que es el caldo más demandado de la empresa en la cata. Pilar Villalba presentaba ayer los seis caldos que pone la bodega a disposición del visitante, ya se trate de joven, fino, amontillado, oloroso o PX. "Las expectativas se están cumpliendo. Este año se ha seguido mejorando en la organización", decía.

Sin superficie de vid en la actualidad, pese a la larga tradición vinícola de Doña Mencía, Bodegas Luque ha conseguido mantener la calidad de unos caldos que siempre fueron apreciados. Desde su fundación en 1920, su Pato Especial es uno de los finos que no hay que perder en una cata de vinos Montilla-Moriles. Criado en roble americano, es un zumo en rama y sin filtrar. "El microclima de Doña Mencía es idóneo para la crianza", afirmaba Pedro Montes, empleado de la bodega, que reconocía que hasta ayer por la mañana se había vendido lo mismo que en toda la cata del 2014. Tampoco hay que marcharse de la cata sin degustar el fino Cancionero , de Bodegas Jesús Nazareno, una empresa rara avis en el marco al vender todo lo que produce. "El vino de Baena es distinto por la tierra en la que se cultiva la uva, que nos da una calidad especial", afirmaba Antonio Priego, no sólo para obtener unos finos reconocidos, sino también para disfrutar de la esencia del PX .