El año político ha arrancado a ralentí, también en la ciudad, donde la emoción ha venido del deporte, con la venta fallida del Córdoba, y del mundo notarial, con el lío de los archivos y el polémico contrato de alquiler de una nave durante el mandato del PP, aunque al final los González no se van, y los archivos notariales, tampoco. Tocata y fuga. Pues salvo eso y una decena de sucesos (especialmente preocupante la agresión sufrida por una menor en un instituto a manos de un compañero), como decimos, la semana ha sido tibia en lo político.

Si la mayoría de líderes a nivel nacional llevan varias semanas sin dar señales de vida (ayer lo hizo Pablo Iglesias después de días de silencio y twitter), a la espera de que se produzca la investidura con o sin efectos especiales en Cataluña (magnífica la imagen que viaja a lomo de móvil de Puigdemont en el Parlament como el holograma de la princesa Leia en La guerra de las galaxias), imagínense a nivel local. Los partidos han enseñado, eso sí, la patita por debajo de la puerta del 2018, y han advertido, dos puntos, comillas: «Estamos en año preelectoral». Mientras que al ciudadano medio esta declaración le ha dejado indiferente (por ser prudente con el adjetivo), los partidos se afanan ya en predecir sus cabañuelas para 2019, aunque nieguen la mayor.

A la senadora y coordinadora general del PP en la provincia, Beatriz Jurado, que se ha incorporado tras su maternidad, le esperaba en su despacho un buen cerro de papeles. «¿Encuestas nuestras? Por ahora, nada, nadie se las cree ya», comentaba el lunes antes de la reunión de la junta directiva provincial. Los del PSOE dicen que, de momento, tampoco tienen. Nosotros sí, ver el Tema del Día. En cualquier caso, si la mejor encuesta es la de las urnas, las elecciones catalanas no han sido un buen augurio para el PP, que mira de reojo a Ciudadanos confiando en que el efecto Arrimadas no tenga una traslación local avasalladora. Para contrarrestar, el PP quiere ser el primero en tener listos sus candidatos (antes de abril, los primeros de la era Adolfo Molina). En la capital, cierre de filas, de momento, con José María Bellido, el único que ha dicho sí. Por su parte, la formación naranja, muy débil aún en estructura orgánica en la provincia (músculo vital en las elecciones) aún no ha puesto fecha para elegir candidato. En la capital, ya lo hemos dicho, no es probable que José Luis Vilches repita, pero de momento nadie ha dado un paso al frente.

A la izquierda todos hablan de confluencia, pero pocos parecen querer confluir. La historia, eso sí, va por barrios y mientras que en Andalucía los líderes regionales de Podemos e IU lo tienen claro («los cimientos de la confluencia ya están echados», dijo el lunes Antonio Maíllo), a nivel local, miran al cielo y silban. En la capital, se habla de crear «espacios de confluencia amplios» (dios), pero pocos se atreven a abordar lo que será el big bang de las confluencias: la confección de las listas. IU y Podemos esperan que de Madrid vengan las instrucciones de un mecano que nadie parece querer montar pero todos necesitan hacerlo. Así que cojan fuerzas en el tedio (la paz, dirían otros), que pronto empezará la batalla.