La arraigada costumbre cordobesa de celebrar el día de San Rafael, custodio de la ciudad, en torno a una jornada de convivencia festiva y familiar en el campo se vio ayer frustada por la previsión de lluvia, que asustó a los perolistas y no permitió captar la típica imagen del parque de Los Villares, el lugar por excelencia de esta celebración, lleno de gente en torno a candelas, barbacoas y el clásico perol de arroz. Tan solo unos cuantos valientes desafiaron al mal tiempo para cumplir con la tradición y pusieron rumbo a la sierra de Córdoba cargados de viandas. Bajo la gran carpa de madera de Los Villares --que alberga siete mesas y seis barbacoas-- se instalaron muy temprano --«para que no nos quitaran el sitio»-- las familias Porras Carmona y Torres Pino, que no estaban dispuestas a faltar a la emblemática cita «ni aunque cayeran chuzos de punta». «Todos los años venimos, nunca hemos faltado, aunque yo en esta ocasión, después de lo que ha llovido y con la que caía esta mañana, pensé que nos quedaríamos en casa», decía Rosa Porras, que asegura que sus hijos no le hubieran «perdonado» la ausencia, sobre todo porque al mediodía comenzó a brillar tímidamente el sol, aunque ya era tarde para los perolistas, que necesitan su tiempo para los preparativos. Los que se organizaron rápidamente fueron tres jóvenes amigos, Francisco, Carlos y Nacho, «los únicos que nos hemos atrevido», según decía el primero. «Hemos venido, básicamente, porque está lloviendo y sabíamos que habría poca gente», dice Francisco, que, finalmente, junto con sus dos amigos, compartió intimidad «y aperitivos» con la familia de Rosa. «Nosotros hemos traído lo que hemos encontrado esta mañana en un pequeño supermercado, y el sofrito del arroz lo hemos cocinado en casa», relataba Nacho, el cheff del grupo. Un poco más lejos, y al raso, los pequeños hijos de Miguel Ángel correteaban arriba y abajo mientras su padres preparaban la comida, un menú a base de panceta, alitas de pollo, chorizo y morcilla. «Hemos llegado tarde porque teníamos dudas y hemos preferido no preparar arroz», señaló el padre de familia.

El hecho de que Los Villares fuera ayer tierra mojada no apta para elaborar el típico arroz no impidió que los cientos de rafaeles que viven en Córdoba celebraran indoor su onomástica. De alguna manera, San Perol se trasladó ayer a parcelas privadas, bares y restaurantes de todos los barrios de Córdoba, que acogieron a la gran familia de rafaeles bajo su techo, aunque sin cuchara y paso atrás, lo que quita «toda la gracia» a la fiesta, según señalaban al unísono los numerosos miembros de una familia reunidos como si de una boda se tratara en un restaurante del barrio de Lepanto, que colgó el no hay billetes, igual que muchos establecimientos de este y otros muchos barrios.