El hambre no conoce vacaciones, fiestas, ni fines de semana. La Fundación Nur lo sabe y por eso intenta cubrir el hueco que deja el comedor social trinitario cuando cierra sus puertas. Durante este mes, los responsables de este servicio están de vacaciones, por lo que los que suelen acudir allí no podrán hacerlo hasta el 9 de septiembre. ¿Y qué hacen mientras cuando el hambre aprieta? Buscar la furgoneta de la Fundación Nur, que suele estar a las doce frente al albergue municipal y, dos horas después, apostada junto a la estación de autobuses. Por las noches, la ruta cambia, van a El Arenal, se acercan a los cajeros automáticos y, en definitiva, se desplazan a todos los lugares donde pueden encontrar a personas necesitadas. El itinerario no se limita a agosto. Se repite todos los fines de semana del año y puentes y suelen repartir una media de 180 bocadillos. Hay veces que tienen que improvisar más ante la demanda.

Este colectivo, que lleva cuatro años implantado en Córdoba, ve cómo cambian las cosas. Las necesidades son las mismas, pero las personas son otras. Uno de sus miembros, Antonio Leiva, explica que, como consecuencia de la crisis, "vienen cada vez más españoles a los que no les llega el dinero para pagar la hipoteca". En cambio, antes, los grupos eran más heterogéneos y había más inmigrantes. "El 60% de los que acuden suelen ser de Córdoba", añade, tienen una media de 40 años y son hombres. Una de las cosas que más le ha sorprendido es que "muchos piden trabajo, cosa que antes tampoco ocurría".

Una de sus máximas y la de sus colaboradores es respetar el anonimato de todo aquel que acude a pedirles ayuda. No olvidan un rostro y les cambia la cara cada vez que recuerdan a alguien que ha logrado escapar de ese abismo. "Muchos vienen a buscarnos, y ya no vienen a por un bocadillo, llegan solo a darnos las gracias y eso nos causa una satisfacción indescriptible", asegura Leiva. Y es que entre un mundo y otro "solo hay una línea que cruzas cuando menos te lo esperas", añade mientras recuerda casos de personas que llevaban una vida normal, rodeados de comodidades y que, de repente, se ven solos en la calle, sin trabajo, sin casa y hundidos en la miseria.

Saben que su ayuda es modesta y que haría falta mucho más, sobre todo "colaboración institucional que no llega", pero son felices aportando ese trozo de pan que calma el hambre.