NACE EN CORDOBA (1931).

TRAYECTORIA LOCUTOR Y PERIODISTA, FUE LA VOZ QUE TRANSMITIO EL PULSO DE CORDOBA DURANTE DECADAS DESDE LA RADIO.

Hace ya años que se despidió de los micrófonos, que fueron su pasión y medio de vida durante 46 años. Pero Rafael López (Sánchez) Cansinos --decidió recuperar el apellido materno al jubilarse, como signo de su nuevo estado-- conserva la inconfundible voz recia y la dicción serena e impecablemente modulada que le hizo popular desde sus inicios en Radio Córdoba, entonces EAJ-24, cuando la radio era el entretenimiento más barato, y casi el único, que podía permitirse aquella ciudad lacerada por la postguerra. Lo que ha aparcado de momento es su sentido del humor, tan agudo y elegante como su dueño, por culpa de esos años con los que tan mal se lleva, a los que echa un pulso cada mañana por pura rebeldía.

Este señor de la palabra y el gesto, compañero y amigo desde hace tanto que ni me acuerdo, nos recibe en el salón de su nuevo piso de la zona del Cámping ("el chalet se nos quedaba ya grande, cosas de la edad", se resigna), rodeado de recuerdos, fotos familiares y hasta un piano, el mismo que aprendió a tocar su madre en el Colegio de las Francesas. Un universo diáfano y alegre que durante un buen rato, el de nuestra conversación, va a verse invadido por la nostalgia.

--Cuando te retiraste definitivamente del mundo laboral en el 2004, con 73 años, te costó un disgusto. ¿Te has adaptado ya a tu nueva vida?

--Es difícil adaptarse. Hay momentos, sobre todo cuando uno conserva ciertas capacidades, en que uno se considera un poco inútil. Pero bueno, sí, ya me voy adaptando, porque por otra parte la vida es sabia, y es verdad que a estas alturas tienes que atender necesidades propias de la edad, y en mi caso es que Maruja, mi mujer, anda un poco limitada y encuentra en mí la parte que le falta.

--Siento que ésta sea una entrevista escrita y los lectores no puedan escuchar tu voz, que sigue tan lozana como siempre. ¿Tú como la describirías?

--Diría que es una voz sugerente, íntima, aunque no es mérito mío, vino conmigo. Sí me la he administrado y educado un poco, y la mejor enseñanza ha sido la propia radio, oyendo Radio Nacional de España, donde en aquella época estaban las mejores voces. Como la de Matías Prats, Martín Navas, Germán Mira... nombres míticos de la radio.

--De Germán Mira has dicho alguna vez que te dio buenos consejos para utilizar su herramienta de trabajo y la suya.

--Sí, es que yo le admiraba mucho porque tenía una dicción perfecta. Tuve ocasión de conocerlo en 1960 en que hubo unas inundaciones en Puente Genil; vino Franco y con él un amplio equipo de Radio Nacional de España del que Mira formaba parte. Y mientras estaban allí preparando la crónica le pregunté el secreto de esa perfección. "Tienes que leer mucho en voz alta --me recomendó--, si es posible una línea por delante de lo que vas diciendo para detectar cualquier anomalía, y procura aprender a leer al revés y así cuando leas al derecho no te equivocarás". Seguí sus sugerencias. Hay que educar la voz, o había que hacerlo, para mi profesión, que ha sido la de locutor de radio, aunque luego de ella se derivó el periodismo.

--Hoy ya no se estila la palabra ´locutor´, se la sustituye por la de ´comunicador´, que no es lo mismo, ¿no crees?

--El locutor es una figura prácticamente desaparecida en la radio. Hoy el locutor es el redactor o el redactor es el locutor. Pero cuando yo empezaba era la voz la que definía si tú podías estar en la radio o no, porque el redactor no accedía nunca al micrófono. Pero esto es una cosa que nació conmigo, ya en el colegio, con los Maristas, me gustaba leer en alto. Estábamos en la clase dos personas a las que el profesor nos encargaba leer, Rafael Mir Jordano y yo.

Después de 46 años ante el micrófono, Rafael López Cansinos confiesa que todavía sueña con la radio. Sueños en blanco y negro, que eran los colores de una época marcada por las penurias y las ilusiones colectivas en una vida mejor, que a veces no iban más allá de adquirir la lavadora que anunciaban en las ondas. "Ya sueño menos, pero he soñado mucho con la radio, es que 46 años es una vida --dice--. Dejé la radio en 1995, porque siete años antes don Miguel Castillejo me había encargado la creación del Gabinete de Comunicación de Cajasur y participar en los actos que celebraba la entidad, que eran muchos ya a mediados de los noventa por la gran expansión de aquellos años, de modo que simultanear las dos cosas era demasiado y decidí dar el relevo a una nueva generación". En Cajasur estuvo hasta que decidió retirarse "por motivos físicos", pero no oculta su afecto hacia la caja "que tantísima confianza y fidelidad generó entre los cordobeses" ni su crítica hacia el devenir posterior, "que ha supuesto un drama para mil familias --lamenta-- por la negligencia de sus últimos rectores".

--¿Qué balance haces de tu vida profesional?

--Yo hago un balance positivo y no por haber sido mejor o peor sino porque me entregué con todas mis fuerzas a la profesión. He hecho de todo, no he sido maestro de nada pero sí aprendiz de todo por la simple razón de que en mi época no existía la especialización que hay hoy en las distintas áreas informativas.

--Vamos a empezar por el principio, que es la infancia. Háblame de la tuya, de aquel niño que en 1931 vino al mundo en un chalet del Brillante.

--En Villa Gloria, sí. Mi padre era secretario judicial en el juzgado número uno de Córdoba, que estaba en el antiguo Gobierno Civil, en la calle Alfonso XIII. Mi madre era de una familia ilustre de Córdoba, de los Sánchez Muñoz y Sánchez Peña.

--¿El mismo Sánchez Peña que da nombre al mercado de la Corredera?

--Eso es; Sánchez Peña tenía una fábrica de sombreros y creó una sociedad con unos franceses. Así nació el mercado, que tuvo una estructura de hierro preciosa que ocupaba casi toda la plaza, debida al estudio de Eiffel en París. Es que tras la dominación francesa Córdoba quedó muy afrancesada. El colegio de las Francesas era el no va más. Y los franceses estuvieron explotando durante mucho tiempo las minas de Cerro Muriano.

--O sea, que la tuya era una familia acomodada.

--En aquella época nadie tenía una vida acomodada. Eramos cuatro hermanos, yo el segundo, y como todas las familias, sobrevivíamos en medio de la convulsión terrible que vivía el país. No había de nada.

--Pero peor estarían los del Zumbacón que los del Brillante, digo yo.

--Hombre, indudablemente. Pero te voy a decir una cosa, la necesidad despierta un sentido de la convivencia y la solidaridad extraordinario. En los años cuarenta, los que se han dado en llamar "del hambre", recuerdo que en la calle San Pablo, donde luego viví, había varios agricultores y algunos de ellos, como los García Courtoy y los Hernández, proporcionaban a los vecinos los alimentos básicos.

A esa casa de la calle San Pablo, la de su abuela materna, fue a parar el niño Rafael, junto a su madre y hermanos, cuando la Guerra Civil cambió el destino de la familia con la muerte trágica del padre. Un episodio lúgubre del que él nunca quiso hablar y que aún hoy nubla su mirada y le zarandea las entrañas. "Yo tenía 5 años cuando mi padre murió --recuerda--. El era juez, y creo que fue una venganza. Yo tengo un certificado de las circunstancias de su muerte, expedido a petición de mi madre para tratar de evitar represalias, del entonces decano del Colegio de Abogados, Cecilio Valverde Cano, padre del que luego fue presidente del Senado. Este solicitó a los jefes de orden público que narraran las circunstancias que habían concurrido y dijeron desconocerlas, sin que llegaran a aclararse nunca".

--¿Nunca se supo qué bando lo mató?

--Aquí no hubo nunca más que un bando, pero creo que fue una venganza personal de quienes ostentaban el poder en aquella ocasión. A partir de ahí surgió la inconmensurable figura de mi madre que con 36 años, como tantas otras madres coraje, sacó a sus hijos adelante desde el inicio de la guerra.

--¿Tuvo que ver con aquel drama familiar el hecho de que escogieras los apellidos López Cansinos en lugar de López Sánchez?

--No, eso fue porque tengo un nombre y unos apellidos muy corrientes, así que me quedé con los dos apellidos de mi padre, que era un hombre muy conocido. Aquello me sonaba bien y además propiciaba que me conocieran mis compañeros. Ahora he recuperado el Sánchez de mis antepasados, porque el López Cansinos cumplió su cometido como pseudónimo en una profesión que ya no ejerzo, aunque siempre iré unido a él.

--¿Y ese Cansinos tiene algo que ver con el de Margarita, más conocida por Rita Hayworth?

--Creo que sí, que era parienta, porque los padres de mi padre eran de Castilleja de la Cuesta, que era el pueblo sevillano de la familia de Margarita Cansinos.

--¿Cómo era entonces Córdoba?

--Era un pueblo grande, de unos 80.000 habitantes. Córdoba estaba delimitada por el río, los jardines de la Victoria, el cuartel de Infantería y las vías del tren. Era una ciudad pequeña y tranquila, sin tráfico, donde todos nos conocíamos. Yo recuerdo una infancia y una juventud muy felices. Dábamos muchos paseos por la calle Gondomar y el Gran Capitán y organizábamos nuestros guateques en las casas.

Quién le iba a decir a aquel chico espigado y resultón, con su voz de galán de cine en una época en que el cine era referente de casi todo, que a pocos metros de su casa de San Pablo, en la emisora EAJ-24 que fundara en 1933 Federico Algarra Ramírez en la calle Alfonso XIII, iba a encontrar el acomodo profesional de toda una vida. La cosa partió de aquel regusto que halló leyendo en clase, y de su encuentro con Justo Merino y Gonzalo García Morilla, que ya trabajaban en la radio, a través de los que entró a formar parte del cuadro de actores que dirigía Miguel Salcedo Hierro. "Empecé con pequeños papeles y poco a poco fui accediendo al micrófono --comenta--. Hasta que tuve la suerte de sustituir en 1949 a Gonzalo, que ocupaba un puesto de locutor y se fue".

--Cuarenta y seis años vinculado a Radio Córdoba son muchos años. Eso sí que es fidelidad a una empresa.

--Yo creo que el mérito está en la paciencia de la empresa --responde con su mejor sonrisa irónica--. Hombre, sí, son muchos años. Otros no duraron tanto, y por ahí ha pasado gente muy destacada. Recuerdo voces como la de Benigno Santiño, Víctor Gutiérrez Salvador y algunos más procedentes de Radio Nacional. Porque cuando don Federico necesitaba cubrir una plaza de locutor acudía a Matías y éste le enviaba a alguno de Radio Nacional que quisiera venirse.

--¿Os llevabais bien los compañeros de la prensa?

--Eramos muy pocos, y manteníamos una relación fraternal. Al no ser la radio competencia del periódico no había roces. Hice mis pinitos en el diario cuando todavía estaba en la plaza del Cardenal Toledo, siendo Pedro Alvarez director. Luego reanudé mi colaboración cuando llegó Antonio Ramos, y ahí sigo.

--¿Tú eras tan bohemio como los ´plumillas´ de entonces? José Luis Sánchez Garrido me contó que cerraban el periódico a las cuatro de la madrugada y se iban a un tugurio de La Corredera a rematar la faena.

--Nosotros cerrábamos a la una, y esperarme hasta las cuatro para acompañarlos era mucho esperar (ríe). Yo tenía que madrugar, y ellos entraban muy tarde. Sí que coincidíamos en los centros oficiales donde demandábamos las noticias, como el Ayuntamiento y el Gobierno Civil.

--¿Cómo eran las relaciones con el poder?

--Tenían sus limitaciones. Eramos conscientes de donde estábamos y nos imponíamos lo que hoy también se impone, que es la autocensura. Nosotros en la radio, no sé en el periódico, no hemos tenido ningún problema. Yo me acuerdo que en la Delegación de Información y Turismo, a la que teníamos que llevar las noticias que dábamos para que nos las autorizaran, nosotros las llevábamos al día siguiente, lo que quiere decir que tenían confianza plena en nosotros.

--Hay una leyenda negra que habla de los periodistas ´sobrecogedores´, los que recibían sobres con dinero de parte de quienes querían asegurarse buenas críticas. ¿Eso era cierto?

--Sí, pero se les llamaba sobreros . Eran algunos de los que hacían crítica taurina, pero más que dinero lo que recibían eran entradas, aunque algunos toreros sí daban dinero. A mí no, no sé si afortunada o desgraciadamente, porque yo no hacía crítica taurina ni deportiva tampoco, era locutor taurino o deportivo.

--¿Y es verdad, como se ha dicho, que algunos de los carnés de periodista de los años sesenta se consiguieron gracias a la mediación de El Cordobés?

--No, eso no. Entonces no había escuela o facultad de Periodismo y éste se cursaba en Radio SEU en Madrid, y allí daban carnés de radio y de prensa. Los que estábamos en la profesión tuvimos que hacer un certificado de méritos con el cual, como fue mi caso, algunos pudimos demostrar que llevábamos equis tiempo en la profesión y conseguimos la inscripción en el Registro Oficial.

Hoy, instalado en su humor cáustico, que últimamente se ha vuelto negro, Rafael López Cansinos, describiendo su situación de jubilado a su pesar, alardea de ostentar "la dirección general del Club Internacional de los Inútiles y la gerencia de la Bolsa... del pescado y las patatas", y añade que pronto pasará a ser "secretario general en España de Radio Lápida".

--Pero hombre, si estás estupendo para tu edad... En serio, ¿qué balance haces de tu vida?

--Diría que he sido una persona que ha cumplido con su deber, tanto profesional como de esposo y padre de mis hijos. Pero he rebasado la barrera de los ochenta y se deja notar. Hay un factor psicológico que te dice que hay que estar preparado para lo que Dios quiera.

--¿Y tú lo estás?

--Trato de prepararme, porque cuando llegas a octogenario el tema se pone serio.