El acoso escolar está mucho más a la orden del día de lo que parece. Un estudio de la Universidad de Córdoba realizado durante los dos pasados cursos entre una población de alrededor de 700 alumnos de Primaria y Secundaria de Córdoba revela que en torno al 25% de los estudiantes sufre algún tipo de acoso escolar y que solo uno de cada diez casos llega a oídos de los docentes, ya que las propias víctimas se ven sometidas a la «ley del silencio» que imponen los propios agresores. El estudio, realizado por un equipo de investigadores, encabezados por Juan Calmaestra, del departamento de Psicología de la facultad de Ciencias de la Educación, pone de relieve la soledad de las víctimas de acoso, que, según Palomares, suelen callarse presionadas por la idea de que quien se queja es tachado de chivato. De esta forma, el 90% de los acosados guardan silencio y no lo denuncian a nadie. Si los docentes solo se enteran del 10% de los casos, a los padres llegan apenas un 15%.

Eso explicaría, según Juan Calmaestra, el escaso número de protocolos abiertos por la Junta de Andalucía. A la espera de datos actualizados, en el primer trimestre del pasado curso, en Córdoba se abrieron solo 42 protocolos y, con 29 casos abiertos, se determinaron indicios de acoso en solo 6 de los investigados. «La información que dan es veraz, lo que pasa es que la gran mayoría de los casos pasan desapercibidos», explica. La investigación realizada, que ha servido de base para un programa formativo impartido a unos 60 profesores de la provincia, ha dado sus frutos en un ligero descenso en el número de casos registrado en el segundo año.

Según este investigador, el bullying tradicional actual, que se da incluso en niños de 1º de Primaria, tiene las mismas características que hace veinte o treinta años, pero «ahora es visible y antes estaba normalizado». La novedad en este tema tiene que ver con el ciberacoso, que tiene un componente más hiriente para la víctima porque su sufrimiento es expuesto públicamente a través de las redes sociales. En la mayoría de los casos, ambas modalidades conviven. Según el estudio, no existe un perfil determinado ni de agresor ni de víctima. «Incluso hay agresores que confiesan que no eran conscientes del daño que hacían», señala el profesor.

Para prevenir, Calmaestra insta a los padres a «hablar mucho con sus hijos», a fomentar en ellos el sentido del humor «como herramienta que minimiza el impacto psicológico del acoso escolar», que les acompañen en el uso de las nuevas tecnologías y que estén atentos a cambios de comportamiento como las quejas repetidas por insultos o agresiones, la desgana o la negativa a ir al colegio, tristeza o el descenso del rendimiento académico. «Algunos niños incluso somatizan lo que les pasa con dolencias físicas».