Soy una de esas mujeres que no pudo estudiar de pequeña, y no me faltan motivos para sentirme identificada y agradecida por todo lo que este barrio lleva ofreciéndome desde que lo conozco. Por recibir en él, justo al lado de mi casa, una educación que debería haber obtenido siendo mucho más joven». Estas fueron las palabras de Rosa Galisteo, ayer, durante el pregón de la Feria de la Velá en la Fuensanta.

Nacida en Baena y residente en Córdoba desde hace más de treinta años, pudo acceder a una educación de la que carecía gracias al Centro de Educación Permanente de Adultos de la Fuensanta. En la actualidad, es presidenta de la Asociación Cultural Mucho Cuento, creada en el año 2006 y que trata de fomentar el género breve literario.

Galisteo, que centró su discurso en la importancia de la alfabetización, subrayó que «la Educación Permanente es una forma de desarrollo personal, de actualizar conocimientos y de relacionarse. Es la base del progreso y, mencionando a María Moliner, cualquier ciudadano en cualquier lugar debería tener a mano el libro que deseara leer».

En palabras de la alcaldesa de la ciudad, Isabel Ambrosio, que la acompañó durante el acto y presentó a los asistentes, «Galisteo era una niña que tenía que leer a escondidas porque, en aquella época, no era normal que una pequeña perdiera el tiempo con esas cosas. Ahora, no lo hace a escondidas, pero le encanta escribir y leer de noche, cuando está sola en casa y encuentra un momento de intimidad». Además, Ambrosio destacó esta festividad como «una de las citas más singulares y queridas del calendario festivo cordobés, en la que se citan la reivindicación y el compromiso vecinal».

Rosa Galisteo tituló su pregón con el nombre de uno de los poemas de Joan Margarit, Venerables, poeta catalán al que Rosa conoció hace ocho años durante la presentación de uno de sus libros en Córdoba, en una tarde lluviosa en la que solo ella acudió, y que fue suficiente para que el escritor no suspendiese su acto.

En él, Galisteo hizo mención, analógicamente, a una experiencia que le recordaba íntima y emocionalmente a la Feria de la Velá: la del momento en que su padre volvía a Baena después de pasar más de cuarenta días en la siega, «entrando solo en la ciudad, herido y sin escudo, deslumbrante».

Finalmente, la pregonera hizo mención especial a la singularidad de sumarse a la lista de pregoneros pueblerinos que asisten a la presentación de esta señalada fecha.