Las vicisitudes que ha padecido el Banco Popular durante el 2016 y lo que va de este año las ha vivido a pie de tajo José Medina, delegado sindical de CCOO en este banco, desde cuya mesa en la oficina principal, muy cerca de la caja, observa cada día cómo la gente pierde la paciencia en la larga cola que todas las mañanas se forma, dada la reducción de sucursales en la capital. Pero además, ha negociado junto a los miembros del comité de empresa una salida para sus compañeros, víctimas de un ERE, que fuera lo menos dolorosa posible. Tras el susto del ERE, que se ha cerrado este pasado mes de junio, dejando en la calle a 50 empleados del banco en toda la provincia, ha llegado la compra de la entidad por el Banco Santander, con lo que una nueva incertidumbre para el empleo y sus condiciones laborales se cierne sobre una plantilla cada vez más mermada, que se ha quedado reducida en la capital a tan solo cuatro oficinas (la Principal, en Ronda de los Tejares, y las sucursales de avenida del Aeropuerto, Cañero y polígono de la Torrecilla), cuando llegó a tener 15 con las fusiones.

José Medina, a sus 58 años, se ha quedado como el empleado con más edad en la plantilla de Córdoba, con 36 años de trabajo en la empresa. Así que, dice, «¿de dónde tirarán para el próximo ERE?». «Yo pienso que será traumático», asegura. Explica Medina que los 50 compañeros que se han marchado, después de varias protestas en la calle y muchas negociaciones, «no se han ido en muy malas condiciones», pues «se presionó para que fueran más prejubilados y excedencias», intentando rebajar la edad desde los 57 años, «y en la mayoría de los casos están bien», pues todos se fueron voluntarios.