"Desde que perdí el trabajo he tenido que pedir para comer muchas veces. En Cáritas, en la parroquia... No pasa nada, es lo que hay. Pero que ahora podamos comer de nuestro propio trabajo... eso dignifica tanto". Mari Carmen Torrubia será, junto a su marido y su hija, una de las diez personas que cultive los primeros huertos solidarios de Villarrubia. Esta empleada de hogar, que desde que sufrió una trombosis y fue despedida no ha encontrado trabajo, ha recuperado la ilusión con este proyecto.

Un particular ha cedido la primera finca de unos dos mil metros cuadrados y el martes dieron comienzo los trabajos para preparar la tierra y comenzar a sembrar cuanto antes. "Hay que hacerlo ya, para poder recoger en verano. El campo no entiende de tiempos burocráticos", explica Sara Martínez, la ingeniera agrónoma que junto al cura Manuel Varo, la plataforma de colectivos vecinales de Villarrubia, los consejos de distrito de Villarrubia y El Higuerón y la asociación de mujeres Amuvi han puesto en marcha esta idea. Sara, que tutelará los trabajos hasta que ellos mismos se organicen, cuenta cómo en una conversación informal con una amiga que trabaja en servicios sociales pensaron que había demasiadas tierras baldías y mucha gente desocupada en Córdoba. Desde enero buscan colaboraciones para hacer realidad su sueño, ya que lógicamente no disponen de demasiada financiación. "Aquí yo seré la tutora, no la madre. Quiero que ellos pongan entre todos las normas para trabajar en lo que serán sus huertos. La idea es que poco a poco yo vaya desapareciendo", comenta.

Manuel Varo y Sara Martínez explican que estos huertos sociales y ecológicos cumplirán dos objetivos: por un lado, el del autoabastecimiento de estas familias, que en algunos casos se encuentran en situación de extrema pobreza, y por otro, el autoempleo. De ahí que no solo sea tierra lo que dé el proyecto, sino dignidad. "Con esto, no estaré todo el día metido en la casa", dice Antonio Muñoz, que por enfermedad perdió su trabajo en la construcción y recibe una pequeña pensión desde entonces. Bajo su techo viven nueve personas más de su familia y es poco, cuenta, el dinero que entra en casa. "Yo he plantado cosas por afición, ahora lo haré para comer. Sí, la verdad, es que tengo ilusión con esto", dice.

La misma ilusión y algo más de experiencia en las labores agrícolas tiene Ramón Aguilera, 34 años a su espalda de cartilla agraria. "Al estar uno parado, ya se sabe, se queda uno en casa. Con el huerto tendré un sitio donde ir y aprovecharé más el tiempo", opina este cordobés de Baena, que ha sido emigrante en Cataluña y lleva ya demasiado tiempo en paro. "La última vez que trabajé fue cuatro días este verano en Cañete", comenta.

Ramón lamenta la situación que están atravesando numerosas familias en Córdoba y reivindica alguna medida compensatoria a la actividad del huerto porque además "hay que pagar la luz y el agua".