Azul en las casullas de los sacerdotes, en las estolas y ambones para conmemorar la festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen.

Así, a las 12 de la mañana las campanas de la Catedral anunciaban que daba comienzo la solemne eucaristía presidida por el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, donde se ordenaron dos nuevos diáconos.

Pero como cada año, esta festividad tan arraigada en el pueblo se celebra igualmente en los distintos templos con diversos actos en torno a alguna de las cofradías cordobesas. De manera extraordinaria destacó la función de la cofradía de la Sangre que con motivo del 40 aniversario fundacional se celebró en el monasterio del Císter, lugar donde se fundó la cofradía. La Virgen de los Ángeles, entre la nostalgia y el recuerdo, protagonizó un besamanos que congregó a fieles, devotos y curiosos que no quisieron perderse el histórico momento.

Pero este no fue el único besamanos, desde por la mañana los templos permanecieron abiertos para rendir culto a imágenes como la Virgen de la Alegría en el altar mayor de la iglesia de Santa Marina, la de la Palma en la parroquia de San Lorenzo, la de Gracia y Amparo en San Nicolás, la del Mayor Dolor en su Soledad en el convento de San Cayetano, la Concepción en Santiago, la Trinidad en la iglesia del mismo nombre, la Salud en el barrio Naranjo, la Esperanza del Valle en Poniente, la Encarnación en el Cerro y el Dulce Nombre en el Campo de la Verdad, imágenes que junto a la Inmaculada de la hermandad del Santo Sepulcro protagonizaron un intenso día de devoción mariana en Córdoba.