María y F. son padres de una niña de 19 meses que llegó al mundo poco después de que ambos perdieran su empleo fruto de la crisis. Ella fue despedida cuando se quedó embarazada y él cuando su empresa redujo la plantilla para ajustar costes. "Teníamos algo de dinero ahorrado y pensamos que sería cuestión de tiempo, pero ese dinero se lo comió la hipoteca y dos años y pico después seguimos sin encontrar trabajo", explican. Hasta caer en el túnel del paro, nunca habían sido usuarios de entidades sociales. Ahora sobreviven gracias a la ayuda de la familia y la de organizaciones como Cruz Roja o la Obra Social de San Juan de Dios, de la que reciben alimentos, pañales y ayuda para pagar suministros cuando la amenaza de corte es inminente. No tienen derecho a ayudas. Ella, contratada a media jornada, no pudo cobrar el subsidio de desempleo y a él, con contratos interrumpidos, le hacen falta 73 días para cobrar la ayuda de 18 meses que se otorga tras 6 de cotización. "Yo nunca pensé que me haría falta para comer, nadie puede imaginar lo mal que se pasa cuando te ves en esta situación, con una niña a la que alimentar, te sientes avergonzado, sin salida y presionado por los bancos, para los que la única prioridad es cobrar lo que debes aunque para ello tengas que dejar de dar de comer a tu hija".

F. y María no han dejado de buscar trabajo ni un día. "Ahora vengo de Jaén, de la aceituna, porque aquí no hay nada", explica. Acumulan una deuda de 22.000 euros con el banco por la hipoteca de su vivienda, que no saben cuándo podrán pagar. "Es todo un sinsentido. Si tuviera una nómina, me pasaría años sin poder cobrarla porque el banco se la llevaría entera, nunca voy a poder vivir en paz", explica F., que cree que comprar una casa en España "es una condena de por vida". Angustiados, esperan que la suerte cambie y que un empleo les garantice al menos el pan de cada día.