A cualquier persona le ha podido picar una avispa alguna vez, sin mayores consecuencias que una pequeña hinchazón. Sin embargo, Carmen Moreno precisa que cuando se produce lo que llamamos reacción generalizada, con un área de inflamación mayor de 10 centímetros de diámetro, esto indica que el veneno ha pasado a la sangre y es un signo de alerta para que la persona afectada sea evaluada por un médico de familia o por un especialista en el hospital. En estos casos más graves puede haber una reacción alérgica generalizada (anafilaxia), con lesiones en la piel a distancia del lugar de la picadura, dificultad para respirar, mareo o síntomas digestivos. Precisamente, una reacción alérgica generalizada sufrió la cordobesa Francisca Palenzuela Moya, vecina de Villarrubia de 52 años, que estuvo trabajando más de una década en una explotación apícola.

CASO GRAVE / Francisca pertenece al grupo de pacientes más graves que tiene en seguimiento la unidad de alergia del Reina Sofía. Esta cordobesa no había tenido nunca problema alguno en su trabajo. Le habían picado abejas, pero causándole un daño leve. Sin embargo, Francisca no sabe si debido a algún cambio en su metabolismo después de su segundo embarazo, en una ocasión posterior que le picó una abeja la reacción fue muy exagerada. «Me empecé a sentir mal. No podía respirar y la tensión se me bajó a 4. Creía que me iba», recuerda. En el Reina Sofía le confirmaron que era alérgica al veneno de la abeja y dejó de trabajar en la apicultura. «Ya sabiendo que era alérgica se me metió en el coche un día una abeja y me paré en un lado de la carretera hasta que se fue porque quería evitar que me picase. Me da mucho respeto ir al campo en verano por este motivo, no porque me den miedo las abejas, sino por la reacción que ya tuve. Ahora, a cualquier sitio donde voy llevo siempre conmigo una inyección de adrenalina», cuenta. «En el Reina Sofía me hacen pruebas controladas para ver cómo responde mi organismo a una picadura (repicadura) y también cada 21 días me ponen la vacuna», añade.

Lorenzo Ruiz, responsable de apicultura en COAG, resalta que los apicultores conocen bien las precauciones que hay que tomar para evitar las picaduras de abeja, lo que incluye el uso de mono de trabajo, guantes y botas.