Ely Ruiz lleva varios años encadenando situaciones desesperadas. Separada y con dos hijas de 8 y 10 años, una de ellas con una enfermedad rara, se sentó ante un juez tras dejar de pagar el piso en el que vivía, a punto estuvo de quedarse en la calle, no percibe pensión alguna de su expareja, también parado, a quien denunció para que conste que no le paga. Hace un par de años, su caso trascendió a la opinión pública cuando se quedó en paro y recibió la carta de desahucio. Tras meses de angustia, de llamar a todas las puertas que encontró en el camino, logró negociar con Cajasur un alquiler social en un piso vacío de la entidad y desde hace casi dos años vive abonando una cantidad que se ajusta a su precaria situación económica. Desde el mes de diciembre, sobrevive con 386 euros al mes, la cantidad asignada a su hija por su situación de dependencia. Con eso paga el alquiler, la luz, el teléfono, la bombona, comida y poco más.

Su último trabajo fue en Sadeco. «Acabé en diciembre y desde entonces estoy buscando como loca», asegura, «pero no hay nada ni cuidando a mayores ni limpiando por las mañanas, porque por las tardes tengo que estar con mis hijas», recuerda.

CINCO MESES // En enero, solicitó la renta mínima de inserción social, una ayuda con la que además de salir del paso unos meses pueda incorporarse al mercado laboral. Cabe recordar que, según el anuncio de la Junta a principios de año, las familias monoparentales tendrían prioridad.

«Llevo desde entonces esperando sin que nadie me dé respuesta», asegura; «los trabajadores sociales del Ayuntamiento me dicen que no se sabe nada y en la Junta igual, se echan la bola unos a otros, pero nada». Ely se queja de que no le dicen «ni siquiera cuál es el problema, si falta documentación o si no cumplo algo, es que no sé lo que pasa», afirma; «los meses corren y yo ya no puedo con los gastos, no sé qué hacer». Su caso no es el único. Según la asociación Anfane, hay muchas personas en la misma situación en Córdoba. Cruz Roja también confirma que estas ayudas crearon muchas expectativas entre un número importante de cordobeses en situación laboral precaria, que han solicitado la ayuda desde enero.

Sin resolución, Ely Ruiz sobrevive gracias a la ayuda que recibe de Cáritas o de Cruz Roja en forma de alimentos. «No tengo derecho a economato porque, según me dicen, solo se lo dan a quienes viven en determinados barrios y como mi piso está en La Fuensanta, no me corresponde». En estas circunstancias, no le ha quedado más remedio que posponer ciertas necesidades como «un aparato para el paladar que necesita mi hija y que cuesta unos 1.200 euros», explica, «yo no tengo ese dinero, ni tampoco para pagarle los empastes, que no cubre la Seguridad Social». Según esta madre, aunque ella intenta que no se le note, la mayor se entera. «A veces me pregunta que si no tengo para esto o lo otro, que le hacen falta unas zapatillas, ya mismo los libros del colegio...», dice compungida, «menos mal que la gente me ayuda todo lo que puede, pero no se puede vivir así».