Viven entregadas en cuerpo y alma al barrio del Naranjo desde que la vida y su vocación de servicio a los demás las condujeron, a cada una en su momento y sus circunstancias, a este rincón de Córdoba emplazado al borde mismo de la Sierra que hoy es una especie de pueblo tranquilo dentro de la capital. Tanto María Luisa Berrón, directora de la guardería y la primera en llegar (hace 47 años, cuando el Naranjo era un nido de tremenda pobreza) como María Luisa Parias, que, destinada desde Antequera en 1978, ha presenciado la evolución del vecindario durante las últimas tres décadas, forman parte de la historia íntima de una barriada que ayudaron a levantar. Ambas son mujeres de vida consagrada a Dios pero a pie de calle, que comparten a diario lo bueno y lo malo de cuantas personas les rodean. Son tituladas universitarias y mujeres modernas y llenas de ocupaciones (la jubilación de la enseñanza no impide a María Luisa Parias mantener una imparable actividad) dentro y fuera de la parroquia. Además forman un tándem tan bien avenido que a nadie que las conozca extrañará que ésta sea una entrevista a dos voces. Y es que hablar solo con una de ellas hubiera sido, además de injusto, ofrecer una visión a medias de una realidad que las dos fueron tejiendo a base de dedicación y entrega.

Es media tarde y afuera el sol se derrite en hilos de plomo, pero aquí, en esta salita austera de la casa de la comunidad de las Hijas de la Caridad el calor ha dado una tregua que invita a la conversación. En esta modesta vivienda con fachada de azulejos, como tantas otras del barrio, y adosada a la iglesia residen hoy tres hermanas, "las Luisas" --como muchos vecinos las llaman cariñosamente-- y otra más joven, Francisca Moreno. Pero hubo un tiempo en que llegaron a convivir diez, cuando las necesidades eran más acuciantes y la crisis de vocaciones estaba lejos.

Comenzamos hablando de la reciente celebración del 50 aniversario de la guardería del Naranjo, resultado de un gesto generoso de toda la ciudad, gracias a aquella operación ladrillo que muchos recuerdan aún en Córdoba, en lo que a esfuerzo colectivo supuso, como una especie de antecedente de la carrera por la capitalidad cultural del 2016. Una exposición de fotos y recortes de prensa de la época, diversas actividades escolares y un homenaje del barrio al artífice de que aquella necesidad se hiciera realidad, el ya fallecido párroco Agustín Molina, destacaron entre los actos desarrollados a lo largo del curso para conmemorar la efemérides. "Los vecinos han participado mucho --elogia sor María Luisa Parias--, nos hemos sentido muy apoyados".

--Bueno, de alguna forma tenían que agradecerles su medio siglo de entrega al barrio, porque las Hijas de la Caridad se instalaron en el Naranjo ese mismo 1961 en que se fundó la guardería. ¿Cómo fue aquello?

--MARIA LUISA PARIAS: Yo vine mucho después, pero cuando nos visitó el actual obispo, don Demetrio Fernández, le presentamos un montajito con fotos para narrar la historia de la parroquia donde se explicaba que el barrio es obra de la Iglesia, porque tanto la Iglesia diocesana como las Hijas de la Caridad se han volcado. Todo todo, hasta el asfaltado de las calles se le debe a la Iglesia, que cogió las riendas. Nosotras participamos en la asociación de vecinos, guardería, colegio, parroquia...

--Ustedes han sido testigos de la evolución del barrio, que poco tiene que ver con el que conocieron en sus comienzos, ¿no?

--MARIA LUISA BERRON: Este barrio se inicia a final de los años cuarenta, cuando muchos huidos de la persecución por ser de izquierdas, maquis, se refugiaron en cuevas existentes en esta zona de las faldas de la Sierra, que es de piedra caliza. Además estamos cerca de la antigua cárcel de Fátima, donde había muchos presos políticos, y sus familiares emigraron de los pueblos y se instalaron aquí buscando la proximidad. Como no tenían medios se refugiaron en esas cuevas o bajo los olivos. Yo he visto a gente viviendo bajo un olivo cubierto con una lona. Y hubo gente que durmió en tumbas, porque entre el Castillo de Maimón, noviciado de los Maristas, y la fábrica de cemento había un cementerio de protestantes que tenía nichos vacíos, y en ellos llegó a vivir mucha gente. Todo eso dio origen al barrio.

--¿Usted llegó a conocer toda esa miseria?

--M.L.B: Yo sí que la vi. Llegué aquí en 1964 y aún quedaban esos núcleos de pobreza. Aunque ya antes don Agustín había intentado hacer pequeñas y sencillas viviendas con ayuda de otras personas del barrio y de voluntarios de Córdoba, porque la ciudad se volcó con la iniciativa.