--El 20-D ha dibujado un nuevo mapa político. ¿Qué ha cambiado en la sociedad para que apueste por el pluripartidismo en detrimento del modelo hasta ahora tradicional?

-- Creo que había una serie de problemas latentes con el bipartidismo que la crisis ha hecho aflorar y, como resultado de ello, se ha producido esta transformación del mapa político. La primera cosa que la crisis pone de manifiesto es que en España se tambalea nuestro pacto social por un modelo de bienestar que habíamos ido construyendo desde el comienzo de la Transición. Empieza ya con la medida que toma Zapatero de modificar el artículo 135 de la Constitución para poner por encima de los intereses de los ciudadanos los de la deuda y luego, por otro lado, con las políticas de recorte social que pone en marcha Rajoy. Todo eso remueve a la sociedad y surgen movimientos, como el 15-M, que salen a la calle a defender los derechos sociales.

--¿A qué otras causas latentes se refiere?

--Pues también al deterioro institucional, que tiene que ver con la corrupción, con la crisis de la Casa Real, con las interferencias políticas en el Tribunal Constitucional o el Consejo General del Poder Judicial... Y lo tercero es lo que hemos visto en la banca, el caso de Bankia. Todo esto junto, que no es poca cosa, ha hecho que el mapa político se haya alterado bastante y que estemos en una situación de pluripartidismo. Y luego, para colmo, se nos ha cruzado el tema territorial, que también ha puesto en evidencia las diferencias que existen entre los partidos a la hora de abordar ese problema.

--¿La pérdida de confianza en los partidos tradicionales es, en definitiva, lo que ha llevado a su retroceso?

--Todo el conjunto de cosas que he señalado. Pero, claro, todo esto se concreta en pérdida de confianza, en decir 'bueno, a lo mejor fuerzas políticas nuevas tienen una visión, una actitud, una forma de actuar diferente...'. Creo que sí, que se puede resumir en eso.

--¿El apoyo a los emergentes será duradero? Se lo digo porque ha desaparecido de un plumazo el que se dio a UPyD hace cuatro años.

--Creo que por lo menos a medio plazo esto es duradero. Esta legislatura, por supuesto, y también la próxima, que a lo mejor empieza pronto porque esta, si es que dura algo, dura poco. Ya no me atrevería a afirmar que a largo plazo no volvamos a una recuperación del bipartidismo, porque España no tiene experiencia de pluripartidismo y ya estamos viendo las dificultades que trae. Una pregunta que se ha hecho mucha gente después de ver esto es qué es mejor. Bueno, pues cada cosa tiene sus ventajas. Sin duda, el bipartidismo es más fácil para la gobernabilidad y también permite llevar a cabo un proyecto coherente de partido, conforme a su pensamiento acerca de qué es lo que quiere para este país. Y el pluripartidismo lo que obliga es a muchos pactos y el resultado, a veces, es un conjunto que a lo mejor no tiene coherencia.

--¿Ha habido algo que le haya sorprendido estos días?

--Me ha llamado la atención que parece como que los partidos se dieron cuenta la noche del 20 o el día 21 de que teníamos una situación de pluripartidismo que, en realidad, se estaba anunciando ya hace muchos meses, porque las encuestas no se han equivocado demasiado. Parece que no se quería asumir que esto iba a ser así. Y la verdad es que ha llegado y desde la noche del día 20 sabemos que tenemos que gestionar este país con cuatro o cinco fuerzas políticas centrales, y luego sumarles las territoriales. Todo esto es una novedad extraordinaria y requiere nuevas prácticas a la hora de hacer política, mucho diálogo y mucho rigor. Porque aun siendo en forma de coalición, un Gobierno debe de tener un proyecto coherente, que no sean meros parchecitos de unos y otros a la hora de resolver cuatro problemas cotidianos, sino una visión a más largo plazo.

--La nueva etapa obliga, como ha dicho, a una legislatura de acuerdos. ¿Considera que hay suficiente cultura de pactos para asumir el reto o nos veremos abocados a unas nuevas elecciones?

--Esa es una posibilidad. No digo que vaya a suceder. Yo creo que los partidos que surgieron de la noche del 20-D están en una situación de incertidumbre y de dilema que viene de que la aritmética que ha resultado hace que casi ninguna de las posibilidades sumen suficientes escaños para poder formar gobierno. En el primer supuesto, el de una coalición de afinidad ideológica, parece evidente que PP y Ciudadanos no suman suficiente número de escaños. Por la izquierda, algo parecido. Yo lo que creo es que el tema se complica adicionalmente porque los partidos han puesto, y esto puede ser una falta de experiencia en pluripartidismo, muchas líneas rojas. Bueno, si vamos a un Gobierno de coalición de forma inevitable, lo más prudente es que las líneas rojas sean las imprescindibles. Creo que el eje tradicional de izquierda o derecha lo tiene complicado.

--¿Qué otro eje sería posible?

--Hay otro posible, aunque tampoco pienso que vaya a ser fácil. Hay tres o cuatro partidos --Ciudadanos, PSOE, Podemos e IU-- que ciertamente han hecho una campaña con un denominador común muy simple: el cambio. Y en ese cambio hay algunos elementos comunes como el de la educación, en el que todos coinciden en una apuesta por una educación pública y mayor inversión. Segundo: las economías modernas dependen mucho del conocimiento y de la innovación y, mientras el PP ha dejado la investigación en una situación de desastre, ha habido propuestas muy interesantes de estos cuatro partidos, y creo que es otro punto en el que puede haber contacto. En materia de sanidad, los partidos del cambio también tienen puntos en común. ¿Dónde empiezan las dificultades entre ellos? Por ejemplo, en el tema de la reforma laboral o la unidad de España. Pero existe esa posibilidad.

--Hay otra, que sería un pacto PP-PSOE en aras de la estabilidad. ¿Lo entendería la sociedad? Y de otro lado, ¿el PSOE podría apoyar a Rajoy después de haberlo llamado indecente?

--Bueno, lo que se habla en la campaña queda en el fragor de la batalla, y si el PSOE tomara esa decisión seguro que no se la iba a afear el PP. Lo que sí creo es que el PP se ha quedado un poco solo. De hecho, su derrota es espectacular. Un partido no baja del 48% de apoyos a un 28% tan fácilmente si lo han hecho tan bien como ellos creen. ¿Qué quiero decir con esto? Que es complicado que los demás partidos que lo han estado criticando, y la ciudadanía a la que representan, se puedan avenir a facilitar un Gobierno para más de lo mismo. Entonces, salvo que el PP haga una oferta casi renunciando a todo lo que ha hecho, lo veo difícil. Creo que estamos en momentos de dilema que solo la alta política es capaz de resolver. ¿A qué llamo yo alta política? Por ejemplo, que un partido sea capaz de renunciar a su programa, que por hacer lo mejor para el país dé pasos llamativos. Que no puede ser buscar apoyos a cambio de dar un puesto de presidente del Parlamento, por ejemplo. Ese no es ya el tema. No se puede comprar la voluntad de los ciudadanos ofreciendo algo de esta naturaleza.

--Esta campaña se ha jugado mucho en la televisión y en las redes sociales. Los candidatos han cocinado, han bailado, han tocado la guitarra... ¿No ha habido más espectáculo que ideas?

--Ideas siempre hay, porque hay programas electorales escritos. Quizás lo que no ha habido es suficiente debate sobre esas ideas. También la ciudadanía, vamos a hablar de todo, a veces prefiere el espectáculo al debate de las ideas porque la gente por la noche está cansada y lo que quiere es descansar. Hay que apuntar todas las responsabilidades: los medios porque les va mejor el espectáculo para la audiencia; esta porque asume que eso es así y a lo mejor tenía que ser más crítica, y los políticos porque si quieren llegar a la gente y los medios que tienen son esos pues, oye, o entras o no te conoce nadie. Son situaciones un poco perversas, pero que no hay forma de salir de ellas porque estamos todos enredados. Ha habido un poquito de política espectáculo, pero también ha habido cosas muy interesantes como la novedad del debate a cuatro. Ha sido una campaña más viva. El pluripartidismo también da lugar a esto.

--Decía usted que los sondeos se han equivocado poco, pero ¿qué ha pasado para el frenazo de Ciudadanos y la remontada de Podemos?

--Si cogemos la media de todos los sondeos publicados en los últimos 20 días antes del día 20, vemos que se han acercado a los resultados con diferencias de décimas. En cuanto al CIS, que es la encuesta más sólida, creo que acertó mucho en cuanto a PP y PSOE, pero no afinó con Podemos y con Ciudadanos. Casi todas las encuestas daban a Ciudadanos en algún momento porcentajes muy altos, pero las medias estaban siempre en torno al 17. Hubo una especie de sobrevaloración de las expectativas de Ciudadanos y a su vez se infravaloraron las de Podemos. Creo que precisamente eso ha provocado un efecto reactivo, a parte de que Ciudadanos ha cometido algún error en la campaña con temas muy sensibles como en materia de igualdad, y eso le hace a la gente dudar. Eso es lo que ha ocurrido: una sobrevaloración que ha llevado artificialmente a una expectativa a Ciudadanos y, al mismo tiempo, ha ayudado a Podemos a reforzarse.

--¿Qué análisis puede hacer de los resultados electorales en Córdoba y Andalucía, donde más allá de la pérdida de votos parece que el bipartidismo ha resistido?

--El bipartidismo en España está más erosionado que en Andalucía, donde ha resistido más. ¿Por qué? Porque estos cambios sociales siempre van un poco más por delante en las ciudades más grandes, donde los cambios culturales son también más intensos, y van un poco menos rápidos en espacios como Andalucía, con pautas culturales menos lanzadas a la experimentación. Y en Córdoba, pues algo parecido.