El popular restaurante La Gamba de Oro, de los Olivos Borrachos, ha dado un nuevo giro a su línea de negocio. En una situación de extrema gravedad económica del sector hostelero, empresarios de la talla de Manuel López Parras hacen que surjan nuevas posibilidades en un escenario comercial muy diferente al de hace una década. La agudeza y el ingenio se ponen de manifiesto. Manuel ha heredado de su abuelo materno, Andrés Parras, el carácter emprendedor.

--¿Cómo fueron sus inicios emprendedores?

--Desde siempre he querido ser empresario. De niño trabajé de repartidor, luego de mecánico y tras la mili me fui a Barcelona a una fábrica de lavadoras. Posteriormente me trasladé a Alemania para trabajar de soldador en la Renfe. Luego estuve nueve meses en una central nuclear de Suiza. Más tarde volví a Alemania hasta el año 1975. Al nacer mi primer hijo nos volvimos a Córdoba. Allí estaba de jefe de equipo en una fábrica, donde ganaba muy buenos dineros.

--¿Cómo afronta su nueva etapa?

--Me jubilé en septiembre, pero Luis Jiménez es el gerente de la empresa. No obstante, no pierdo las directrices de la empresa, puesto que me siento joven y con mucha vitalidad para seguir emprendiendo.

--¿Cómo se adentran en este nuevo sistema de venta al público?

--A través del Mercado Victoria. Este establecimiento es un acierto. Ello nos ha ayudado a adentrarnos en el centro de Córdoba. También hemos abierto en el Centro Gastronómico Estación Gourmet, de Valladolid, y desde el 7 de diciembre también en el centro Da Vinci, de Palma de Mallorca. También vamos a estar a partir del 1 de febrero en un centro comercial de Puente Genil, donde abriremos una tienda en un centro comercial precioso.

--¿Y qué horizonte tiene La Gamba de Oro?

--Muy bueno. De hecho nos han llamado para estar presentes en Barcelona, Málaga y Sevilla y montar tiendas allí también.

--¿Qué siente con este frenético ritmo de trabajo?

--Esto me ha puesto las pilas. Esto me tenía que haber ocurrido hace diez años, pero me siento con mucha fuerza, estoy en unas inmejorables condiciones físicas y voy al 100%, haciendo equipo. Estábamos aquí ocho personas y hoy hemos superado la treintena.

--¿Lo ve fácil?

--No tanto. Es como tirarse a la piscina a mitad de agua, pero vamos paso a paso.

--¿Cómo está siendo la aceptación del público?

--Buenísima. Es un sistema nuevo que se está aceptando muy bien.

--¿Qué productos son los que más se demandan en su nueva línea de negocio?

--Sobre todo los pescados frescos fritos, a la plancha, a la sal, etcétera. Se sirve rápido y es muy económico. El cliente además come calidad, ya que cocemos el marisco in situ .

--¿Qué pone de manifiesto este nuevo proyecto?

--Yo me dedico al paracaidismo y desde que me jubilé pensé dedicarle más tiempo a él, pero esta iniciativa me ha vuelto a activar. Se me ha presentado la ocasión por la que siempre había luchado.

--¿Cree en la suerte?

--No. Creo en el trabajo.

--¿Cómo ve ahora el horizonte?

--El horizonte lo veo ahora mucho más claro.

--¿Cuál es su filosofía de trabajo?

--Mi patrimonio es mi trabajo. Yo no tengo horas de descanso. El trabajo está ahí y hay que comérselo.

--¿Qué valoración hace de la pasada campaña navideña en el restaurante con respecto a otras?

--Ha funcionado muy bien. Nos quedamos sin mesas. El cliente ha aprendido de la crisis que no hay que arrugarse. Esta Navidad lo he visto con otro talante. Ha gastado más, sin derroche, pero con otro aire, sabiendo contener el gasto.

--¿Qué le ha enseñado la crisis?

--Después de muchos años de experiencia, todos los días aprendemos. En esta ocasión la crisis nos ha enseñado a saber valorar lo que tenemos y a controlar más el gasto, invirtiendo en lo realmente necesario para mantener la actividad firme.

--Y los empleados, ¿cómo se han adaptado a la nueva situación?

--Muy bien. Además, realizan su trabajo cuidando el mantenimiento del negocio como si fuera su casa. El responsable de los negocios es el trabajador. El jefe organiza y pone los medios, pero el empleado aporta su grano de arena, asumiendo una gran responsabilidad, porque si no se lo gana, no se lo puedo dar.