Esta distinción me ha causado una ilusión enorme, porque siempre he presumido de ser cordobés. Aquí han nacido mis hijos y aquí vivo, porque Córdoba es la ciudad más bonita del mundo y los cordobeses son muy buena gente. He llevado el nombre de mi tierra con orgullo y por eso que me concedan el título de Cordobés del Año me honra mucho‡", no duda en afirmar Manuel Benítez, ‡2El Cordobés‡1. Y es que, precisamente, el pasado año el diestro de Palma del Río fue punto de atención de los medios informativos, no solamente españoles, sino internacionales. Su nombre volvió a sonar con fuerza en una actualidad suscitada por cumplirse el 50 aniversario de su alternativa. Ha transcurrido medio siglo y su toreo, personalidad arrolladora, carisma y simpatía permanentemente manifiesta le sitúan entre los mitos del siglo XX más admirados.

Y es que el V Califa se ha hecho acreedor, sin género de dudas, a este galardón, pues si durante toda su actividad profesional paseó, con honor, el nombre de Córdoba por todo el mundo, este pasado año ha vuelto a ser objeto de reportajes, así como artículos de todas clases recordando que ha sido unos de los toreros más importantes, de los que más han mandado en el toreo y con más proyección social de toda la historia.

El Museo Taurino de Córdoba, que se reinaguró el pasado domingo, dedica uno de los espacios a Manuel Benítez, ‡2El Cordobés, V Califa del Toreo‡1, que tuvo la enorme satisfacción personal de disfrutar inaugurándolo. También en Palma del Río, su pueblo natal, se está ultimando un museo dedicado a él que se pretende abrir en breve.

No podemos olvidar su enorme generosidad para con los más necesitados, ya que durante toda su vida ha toreado infinidad de festivales a beneficio de innumerables causas. Benítez es un caso excepcional. Ha estado dos meses entrenando duro en el campo para llegar ayer en plena forma a su compromiso con la Asociación Española contra el Cáncer, por cuya causa derramó en 1965 la primera sangre que regó el albero del coso califal.

Cuando pase por la puerta de Almodóvar, no olvide echar un vistazo a la estatua de Séneca. Fue un regalo de El Cordobés a la ciudad de Córdoba en 1968. Estamos, pues, ante un personaje irrepetible. Un mito viviente que superó todas las barreras existentes y se labró su existencia a base de tesón y sacrificio.