Ya han pasado 42 años desde que Marruecos ocupase ilegalmente y por la fuerza el Sáhara Occidental, apoyado en los Acuerdos Tripartitos de Madrid de 1975. El éxodo masivo hizo que una parte de sus ciudadanos acabasen ubicándose en el campo de refugiados de Tindouf acogidos por el gobierno argelino, una ciudad que, a día de hoy, da cobijo a 90.000 refugiados del Sáhara Occidental. Este lugar recibe el nombre de la Hamada argelina, que se traduciría como «el desierto de los desiertos», un lugar tristemente inhóspito, que no se caracteriza por un paisaje de enormes dunas y oasis, sino que todo lo máximo a lo que se puede aspirar es a caminar sobre un suelo de arena y piedras.

Desde que, en 1991, se firmase el alto al fuego bajo el amparo de Naciones Unidas, el pueblo saharaui lucha pacíficamente por recuperar sus derechos. En esa lucha también caben, desde el año 1997, los cordobeses. La Asociación Jaima ha contribuído y contribuye a ello a través de los programas de jóvenes por el Sáhara, en los que organiza viajes de catorce días para jóvenes de entre 18 y 35 años, nacidos o residentes en Córdoba. Un total de 80 personas ya han podido vivir la experiencia, que, en palabras de Jara Velasco, activista e integrante de la asociación, «impregnará a todo el que pueda asistir en una serie de valores que en esta sociedad están bastante perdidos, como la hospitalidad y la generosidad cuando realmente no tienes nada que ofrecer; así como una actitud de lucha incansable y esperanza».

También cuenta que la ONU, en su labor altruista, da suministros muy básicos a la población del campo de refugiados para que puedan vivir, cubriendo lo necesario en agua y luz, y aportando algunos materiales con los que ellos se construyen sus propias viviendas, pero que, en la mayoría de los casos, «no son perdurables en el tiempo ni, como es lógico, seguros».

Hasta el 21 de agosto están abiertos los plazos de inscripción para el programa Jóvenes por el Sáhara 2018, una experiencia que unirá dos vidas distintas para que, más pronto que tarde, las diferencias se estrechen entre sí, e involucrarse en un pueblo que nada tiene y que, aún así, nunca pierde la ilusión.