Sentarse ya es un respiro para ella, tras las once horas de vuelo y una firma de autógrafos interminable. Se quita el sombrero y también la medalla. La medalla pesa mucho, y nos la da para que lo comprobemos. El pelo ondulado le cae por la espalda y, como cree tenerlo despeinado, se hace un moño. Dentro de ese esbelto y machacado cuerpo se esconde algo muy valioso. El cuerpo, la belleza, la flexibilidad, todo eso pasa. La sencillez y la paciencia las tiene tan interiorizadas que probablemente la acompañen toda su vida. Lourdes Mohedano, subcampeona olímpica con 21 años, se sienta en una silla de hierro, la primera que ve en esta locura de aeropuerto, y ni siquiera pide un vaso de agua. Tampoco le importa que la interrumpan tres veces para más fotos, se levanta y va, posa y vuelve. No le importa que su novio y su gran amiga la esperen a escasos metros, de pie, ni tampoco subir dos tramos de escaleras mecánicas buscando un lugar apartado para el retrato que acompañará a la entrevista. Durante 25 minutos charla, con un acento cordobés, pero no excesivamente marcado -se van notando los años en Madrid-, con fluidez y atinando en las palabras, sin recurrir a tópicos, y con un desgarro especial cuando nombra a sus abuelos, a punto de la lágrima. Realmente, no parece tener 21 años.

-- Con tres años su madre le apuntó a ballet, pero llegó a casa diciendo que eso era aburrido.

-- Sí, quería algo más dinámico, lo clásico no era lo que más me gustaba. Necesitaba más marcha, algo más movidito. Así que mi madre me apuntó a gimnasia. Me gustó. No eran siempre los mismos movimientos que se hacen en el ballet, no es siempre la misma música, era un cambio. Podía expresar lo que sentía, los movimientos.

-- Dicen sus familiares que en casa siempre estaba con las piernas para arriba.

-- ¡Sí, y que no paraba de saltar en el sillón! Es que no paraba. La gimnasia me dio lo que necesitaba.

-- Más tarde la llaman de la selección andaluza y tiene que ir a Marbella un fin de semana al mes.

-- Mis padres me llevaban y me recogían, se metían la paliza, pero por su hija lo que sea, me decían, les daba igual. Algunos fines de semana se quedaban, pero otros iban el viernes, se volvían a Córdoba y el domingo, otra vez para allá.

-- ¿Sabía el sacrificio que eso les suponía?

-- A esa edad no, eres pequeña y no te das cuenta, pero ahora es cuando lo ves y dices: Madre mía, qué pedazo de padres tengo.

-- ¿Ahí pensaba que se podía ganar la vida con esto?

-- No, no lo pensaba, simplemente me gustaba hacer gimnasia, aunque me acostara cada día a la una de la noche para hacer los deberes. Me daba igual. Mis padres también me han ayudado mucho.

-- ¿Cuál era la asignatura que más le costaba?

-- La que más me ha costado siempre ha sido matemáticas.

-- Entonces, las puntuaciones en la gimnasia… No se pondrá a hacer cuentas.

-- (Se ríe). ¡No, no, no! Calculo algunas veces, pero no suelo. Hago el ejercicio y ya está.

-- ¿En la final olímpica tampoco las hizo?

-- Como acabamos las primeras, sí que tuvimos la oportunidad de ver a otros países y ya pensábamos: estas necesitan 18,200 para ganarnos. Pero porque ya estábamos tranquilas.

-- ¿Qué peso han tenido sus abuelos en su vida?

-- Me han seguido desde siempre y la medalla se la ofrecí a ellos por esa razón, porque son mis ángeles y me han estado apoyando desde ahí arriba y estarán orgullosos.

-- ¿Ellos fueron conscientes del nivel que alcanzó?

-- Sí, desde que era pequeña les ha gustado que su nieta hiciera gimnasia, en las competiciones disfrutaban. Mi abuela Conchi falleció justo después de los Juegos de Londres, justo al día siguiente, así que lo último que vio fue mi competición, eso también me llenó mucho. Fue como una señal, me esperó.

-- ¿Era su última abuela?

-- No, mi abuela Fina falleció más tarde, también justo antes de una competición, en Francia. Fui a verla al tanatorio y al día siguiente me fui.

-- ¿Pudo competir?

-- Sí, porque la tenía conmigo. Fue muy triste todo, tenía cero ganas de salir al tapiz, pero por otra parte ella se sentiría orgullosa viéndome.

-- ¿En un tapiz llega a pensar en alguien?

-- Mientras hago el ejercicio no pienso en nada, solo en el ejercicio, no te da tiempo a pensar en nada y aparte no puedes tener la cabeza en otro sitio, siempre en el lanzamiento, o en el equilibrio, en el giro porque si no te puede jugar una mala pasada, puede desconcentrarte.

-- A los 13 años su padre le preguntó si estaba dispuesta a irse a Madrid, y usted no dudó.

-- Me acuerdo que llegó una carta a mi casa y que mi padre fue quien me dio la noticia. Tomé la decisión de irme porque como disfrutaba haciendo lo que hacía iba a ser una buena oportunidad. Dije que sí y ya está.

-- ¿Recuerda el primer día en Madrid?

-- Sí, me trajeron mis padres con las maletas, pero luego ya me iba en el tren, y cada vez que me tenía que volver de Córdoba a Madrid se me escapaba alguna lágrima, y a mis padres también porque, hombre, era muy pequeña. Estaba viviendo muchas cosas, pero era pequeña, tenía 13 años. No era una vida normal, en la selección, entrenando siete horas al día, lejos de tus padres, tienes que aprender a hacer tu vida por ti sola.

-- ¿Qué es lo que más echa de menos de su madre?

-- Su cariño, sus mimos y su comidita rica.

-- ¿Cuál es su plato favorito?

-- Los guisos de mi madre me gustan mucho, pero voy a decir el salmorejo.

-- ¿Se priva de mucho?

-- No, por suerte nos cuidamos nosotras solas, somos ya mayores, tenemos cierta madurez y la entrenadora ni nos dice nada ni nos prohíbe nada. Necesitamos mucha fuerza y mucho músculo para entrenar y competir.

-- ¿Está ya hecha a Madrid?

-- Al principio necesitaba a mis padres, muchas veces lloraba porque los echaba de menos, pero tiene su recompensa estar aquí.

- ¿Qué significa Peñarroya - Pueblonuevo para usted?

-- Es el lugar donde toda la familia nos juntamos, mis padres y toda mi familia nacieron allí. Yo me siento muy de allí y cada vez que puedo me escapo, es mi pueblo y le tengo mucho cariño.

-- Dígame un sitio de Peñarroya - Pueblonuevo que sea de Lourdes Mohedano.

-- El llano. Es una placita donde hay un restaurante, es como un parque, tiene bancos, y ahí nos juntamos mucho la familia a tomar café. Y la casa de mis abuelos porque es donde siempre nos hemos juntado. Ir al pueblo es ir a casa de mis abuelos.

-- ¿Qué recuerda de la casa de sus abuelos?

-- Son muchos porque desde pequeñita nos hemos juntado todos los primos ahí. Es una casa grande, antigua, todos cabíamos ahí, dormíamos juntos, muchas noches me han intentado dar sustos después de una película de miedo. Soy la pequeña de los doce nietos y era miedosa; ya no.

-- ¿De Córdoba, qué lugar le gusta especialmente?

-- Hay tantos… El pabellón Vistalegre, porque ahí fue donde crecí como gimnasta, la Mezquita y la Judería siempre me han encantado. Cuando voy a Córdoba, me gusta darme un paseo por allí. Y, no sé, Córdoba entera.

-- ¿Y en Madrid dónde se refugia cuando quiere desconectar?

-- Al Templo de Debod, me gusta mucho y está cerca de la residencia.

-- Poco antes de cumplir los 18 ya se marcha a la residencia Joaquín Blume. ¿Cómo es un día de Lourdes allí?

-- Me levanto a las siete y media, voy a clase a las ocho, hasta las once; hasta las dos y pico, entrenamiento; de tres a cinco y media, clase; y luego entrenamiento hasta las nueve y pico. Luego ducharte, cenar y estudiar.

-- ¿Cómo ha sido capaz de estudiar mientras?

-- Me quedan solo las prácticas para ser Técnico en Actividades Físicas y Formación Deportiva. Me ha costado porque era casi todo práctico y acababa muy cansada. Después de nadar, tenía que entrenar, después de correr, tenía que entrenar, jugar al tenis… tanto físico, al final acabas muerta. Me ha costado un poco.

-- ¿Cuál es su deporte favorito?

-- El atletismo. Bueno, me gusta el atletismo, la natación y el triatlón. Mientras hacía gimnasia, también me presentaba a algunas carreras de atletismo, sin entrenar, pero como me gustaba… y ¡hasta ganaba!

-- ¿Ha hecho algún triatlón?

-- Me gustaría hacerlo a partir de ahora, sí. Antes no podía hacerlo porque no tenía tiempo, pero ahora sí que me gustaría prepararme alguno.

-- Su novio es futbolista, ¿le mete mucha caña con el protagonismo que le dan al fútbol en comparación con la gimnasia?

-- ¡Sí! Le doy, pero él me dice que qué va a hacer. Muchas veces me da coraje y rabia. Aquí estamos consiguiendo muchos éxitos y a la mitad no le han hecho caso. Eso da rabia, todo este esfuerzo para que luego no te lo reconozcan; no sé, yo esto lo hago por mí, para superarme, pero tú eres igual que un futbolista, estás ganando incluso más cosas que ellos.

-- ¿Cree que va a estar siempre ligada a la gimnasia?

-- No. Ya llevo tantos años ligada a este deporte que ahora mismo necesito un parón… No, cuando lo deje, lo he dejado.

-- ¿Cuál es la parte de su cuerpo que más ha sufrido?

-- Los pies y la espalda. Del pie me operé en el 2015, sigo teniendo molestias, y la espalda, también tengo, he estado compitiendo jorobadilla.

-- En Córdoba le está esperando mucha gente.

-- ¡Voy a intentar ir la semana del cinco! Tengo ganas de verlos.