Soledad Prieto lleva varios años de ocupa en su propia casa. Bueno, en el piso donde se crió y que sus padres le vendieron a ella y a su pareja cuando ellos se mudaron, una vivienda que ahora es propiedad del banco. «Llevo aquí toda mi vida, entré con nueve años y me he criado aquí, igual que mis dos hijos», explica. El divorcio y el paro la obligaron a dejar de pagar las cuotas y ahora se enfrenta a un desalojo que lleva semanas quitándole el sueño. «Me echaron por primera vez de aquí el 7 de junio del 2012, nos fuimos de alquiler pero después de un año, sin posibilidad de seguir pagando ese alquiler, como no tenía dónde ir, decidí instalarme aquí con mis hijos, los vecinos nos conocen y saben que somos buenas personas», explica. «Me encontré la casa destrozada, con las puertas, los cierres, las paredes... porque cuando nos desalojaron dejaron todas las ventanas abiertas y así se quedó un año entero». Antes de aquel desahucio, su padre intentó pagar la deuda. «Yo tenía una hipoteca de unos 90.000 euros y cuando él fue le pedían más de 100.000 después de varios años pagando hasta 600 euros mensuales», señala.

Soledad es madre de dos hijos aunque su hija se casó y ya se ha independizado. Su otro hijo también está en el paro. «Cuando me divorcié, yo seguí pagando mi parte, pero el padre de mis hijos no, quería vernos debajo del puente y al final lo va a conseguir», comenta con la voz entrecortada. Desde octubre del 2013, ha intentado negociar con el banco un alquiler social para no tener que abandonar el piso. «Cuando fui a Cajasur a hablar con ellos para intentar llegar a un acuerdo porque yo no me quiero ir de este piso, me dijeron que no sabían de qué piso les estaba hablando, que lo iban a mirar y que ya me llamarían». De aquello nunca más se supo, explica, hasta que le llegó una citación del juez. «El juicio fue en diciembre, me pusieron una sanción de 270 euros, que estuve trabajando toda la Navidad limpiando para pagarla, y la fecha del desalojo, el 16 de junio».

Desesperada, recurrió a la Asociación de Familias Necesitadas Anfane para pedir ayuda. «Nos están ayudando mucho, han presentado la documentación en los juzgados y en la oficina de la Junta para ver si se puede conseguir el alquiler social», explica, «les estoy muy agradecida por todo, a ellos y a una amiga abogada, me están ayundando sin cobrar nada». Mientras explica su situación, recuerda el cariño que le tiene a ese piso, «son muchos años aquí, estoy pagando la luz, el agua y la comunidad, que el banco dejó de pagar todo el tiempo que estuvo vacío», explica. En su cara se refleja el cansancio y la angustia de no saber qué será de ella y de su hijo. «Mi hija solo tiene una habitación, tendríamos que dormir en el salón... yo estoy empaquetando todo, por si acaso... no, no quiero irme de mi casa... ¿Ves cómo están las puertas y las ventanas?... Los vecinos nos quieren y nos apoyan... llevo días sin dormir, estoy fatal... esto no se lo deseo a nadie».