Es alto, delgado y guapo, de mirada luminosa y sonrisa seductora. O sea, que reúne condiciones para ser uno de esos galanes ante los que babea el público frente a la gran pantalla. Y de hecho podría haberlo sido, si no fuera porque la actuación hace tiempo que dejó de interesarle. Lo que sí le entusiasma es transmitir sentimientos a través de la escritura, ya sea en guiones de cine y televisión o en obras de teatro, que muchas veces dirige. Porque Juan Carlos Rubio, nacido en Montilla hace 47 años, es un hombre del espectáculo en estado puro, y ahora vive uno de sus momentos más dulces.

Tiene en cartel Las heridas del viento , escrita y dirigida por él, que está en gira --de hecho vino al Gran Teatro no hace mucho-- como otras dos producciones que también ha dirigido, la biografía musical Miguel de Molina al desnudo y la adaptación teatral de la serie televisiva El secreto de Puente Viejo . Y estrenará el próximo jueves en Castellón su obra Arizona , que ya ha cosechado el aplauso del público de siete u ocho países. "La dirigí aquí en España hace seis años, y ahora vuelvo a hacerlo --dice-- porque el problema que planteaba la obra, la intolerancia, la xenofobia y las fronteras, está ahora aún más candente".

--Total, que puede decirse que está en la cresta de la ola.

--Hombre, más que en la cresta de la ola yo diría que estoy en un estanque (ríe). Es un privilegio vivir de tu trabajo, sea el que sea. En un trabajo tan inestable y complicado como el mío tengo bastante estabilidad y eso me hace sentir bien.

--Es usted actor, dramaturgo, director teatral, guionista, productor... ¿Ha imaginado alguna vez su vida fuera del mundo del espectáculo?

--No me gusta imaginarla. Desde muy pequeño soñé con ser actor, aunque lo que más me fascinaba era contar historias. Podría haber hecho otras cosas, por ejemplo estudiar Historia del Arte. Me gusta mucho la arqueología y la fotografía. Pero escogí una profesión maravillosa.

--Tiene aspecto de hombre un poco tímido, ¿lo es?

--Depende de lo que llames tímido. A mí no me importa hablar en público, y sobre el escenario me siento bien. Soy tímido en lo relacionado con mi vida privada, pero yo a eso no lo llamaría timidez.

--¿Se desenvuelve bien en la bohemia madrileña?

--Bohemia... (se toma un tiempo para responder, algo sorprendido). La gente del espectáculo tiene los mismos problemas que el resto de la humanidad, con sus amores y desamores, problemas de salud y todo lo demás. La gente es muy mitómana y siente fascinación por los actores, sobre todo si los ve en televisión. Pero los de la farándula son personas normales y corrientes, unos interesantes y otros menos, como los ciudadanos anónimos. Sí es verdad que en esta profesión conoces a gente muy particular, con personalidades muy dispares y algunas fascinantes.

--Ultimamente parece una profesión muy politizada.

--La sociedad está politizada y eso está bien. Los ciudadanos tenemos que involucrarnos en las decisiones políticas y sociales y el mundo del arte no debe estar ajeno a ello. Lo que pasa es que cuando se trata de un personaje público muy conocido parece que no pueda opinar. ¿Por qué no? Puede hacerlo como cualquier ciudadano.

--Entre los recortes presupuestarios, el 21% de IVA en las entradas y la piratería muchos creen que la cultura en España está bajo mínimos. ¿Tan desolador es el panorama?

--Es desolador que nuestros gobernantes consideren que el teatro es un artículo de lujo y que ayuden tan poco a la cultura pensando que es algo accesorio. Lo que define a un pueblo al final es su cultura, y ponerle dificultades es dificultar nuestro desarrollo como ciudadanos.

Juan Carlos Rubio salió muy pequeño de Montilla cuando sus padres, como tantos otros andaluces, emigraron en busca de una vida mejor, en este caso a Madrid. Cuatro años vivió en el pueblo donde había nacido, los suficientes para conservar imágenes de sí mismo disfrutando con las películas que ponían en el Teatro Garnelo y soñando con ser una estrella del cine. "Yo me decía que eso era lo que quería hacer, que quería dedicarme a contar historias y a ser como aquellos actores".

Y eso hizo en cuanto pudo. Aquel chico larguirucho se matriculó con 16 años en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, lo que al parecer no sorprendió a sus padres --que ya lo veían venir--, a pesar de que nadie en la familia tenía algo que ver con el espectáculo. "Mi madre, Manuela Contarini, de ascendencia italiana, tenía una peluquería muy conocida, y mi padre tuvo muchos años el bar Parada, en la calle principal de Montilla, y luego en Madrid fue representante de las bodega Alvear --recuerda--. Mis padres, ya fallecidos, son la cosa más hermosa que he tenido en la vida; comprendieron lo que yo necesitaba y siempre me apoyaron".

--¿Fueron duros los comienzos?

--La verdad es que no. Me han pasado muchas cosas, pero con 19 años salí titulado de la Escuela y en seguida empecé a presentar programas de televisión, a trabajar en teatro y a escribir. Ha habido rachas mejores y peores pero llevo casi treinta años viviendo de mi trabajo. Nunca he hecho otra cosa.

--¿Recuerda el primer trabajo que hizo?

--Es complicado, porque empecé muy joven. Hice cositas como figurante, pero el primer trabajo que recuerdo como actor fue un criado que hice en un Romero y Julieta . Actué con Maribel Verdú y Fernando Guillén Cuervo en Cáceres, y tenía 17 años. Y luego ya vinieron series de televisión.

--¿Se sentía cómodo en el medio televisivo?

--Sí, me lo pasé muy bien, fue una etapa estupenda. Presenté varios programas divertidos como Enróllate , en Tele 5, y Contacto , en TVE, que me permitió durante tres años viajar por toda Europa. Me gustaba mucho, y además me pagaban (ríe). Era cómodo y me encantaba.

--Pero comenzó a escribir guiones y se alejó de aquello.

--Sí, todo empezó con Farmacia de Guardia . Gracias al actor Juan Luis Galiardo y a mi amiga Angeles Martín, con la que estudié en la Escuela, pude conocer a Antonio Mercero, el director de la serie, que buscaba a un guionista más joven. Hice una prueba y me seleccionó.

--Tuvo suerte, entró por la puerta grande, con la serie más famosa entonces de la televisión.

--Sí, la verdad es que fue entrar por la puerta grande. Mercero es un maestro y me enseñó muchísimo. Luego llegaron otras series como Pepe y Pepa , A las once en casa , Ellas son así , Manos a la obra ... Y después pasé a escribir teatro y a dirigirlo, pero siempre me guían las ganas de comunicar cosas: emociones, risas, reportajes... Me gusta mucho pensar que soy un cuentista.

Por muchos de esos "cuentos" le dieron premios importantes, como el Ciudad de Alarcón 1998 por su obra Esta noche no estoy para nadie , la primera que escribió; el de Teatro de la Sociedad General de Autores Españoles (SGAE) 2005 por Humo o el Lope de Vega de Teatro 2013 por Shakespeare nunca estuvo aquí .

Y en cine, Juan Carlos Rubio ha sido candidato al Goya 2009 por el guión original de Retorno a Hansala , y Bon apetit ganó la Biznaga de Plata del Festival de Málaga hace cuatro años. "Cualquier premio que te den dentro o fuera de España es una alegría, pero no hay que tomarlos más que como un estímulo --apunta relativizando el éxito--. En esta profesión estamos en continuo examen, ningún premio te garantiza nada".

--Además de escribir teatro, muchas veces dirige sus obras. ¿Es que no se fía de otros?

--No, fue casualidad. Yo escribí para Juan Luis Galiardo dos funciones, y la segunda, Humo , iba a dirigirla alguien que al final no pudo. Y Juan Luis, que era generoso y audaz, me animó a hacerlo yo. Empecé a dirigir teatro en el 2005 y me encanta, pero resta mucho tiempo, me ha alejado un poco de mi carrera de autor, pero me permite estar cerca del trabajo actoral. Aunque no hecho de menos ser actor, es una etapa pasada. Bueno, en Las heridas del viento , con la que hemos estado en Córdoba, estaba toda la función con los actores en el escenario, como arropándolos. Se la dediqué a mi padre, y cuando él murió en noviembre del pasado año ya no me apetecía seguir haciéndola y dejé a un técnico en mi lugar.

--Precisamente esa obra es de las que más satisfacciones le han reportado, y además está protagonizada por su actriz preferida, Kiti Mánver.

--Sí, la he montado en catorce países, se ha traducido a muchas lenguas y sigue y sigue. He podido comprobar que lo que quise contar se entiende lo mismo en español que en griego o húngaro. Y Kiti, con la que he trabajado en cinco montajes y estamos preparando el siguiente --del que no te puedo hablar--, es una actriz descomunal, hiperdotada, un portento en el drama y en la comedia.

Siendo tan aficionado a las letras desde niño (recuerda cuando, con sus tebeos requeteleídos, se iba al Rastro madrileño para venderlos), Juan Carlos Rubio ha escrito de todo menos libros. "Hombre, libros sí he escrito porque mis obras de teatro están publicadas --corrige puntilloso--. Me falta, eso sí, escribir narrativa. Llevo tiempo dándole vueltas a una idea pero quién sabe si me animaré".

--¿Se relaciona en Madrid con otros dramaturgos cordobeses, como Gala o Antonio Alamo?

--Tengo amistad con Antonio Alamo, pero no con Gala, aunque me encantaría. Y conozco a gente que está escribiendo o hace cine en Córdoba, hay una cantera de mucho talento.

--Y con Córdoba, ¿qué relación mantiene? ¿Se siente querido?

--Muchísimo, cada vez que voy el teatro se llena. Voy mucho por Montilla, donde tengo a mi familia, y hace poco he estado en Lucena, donde inauguré con una gala un teatro, algo increíble en una época de crisis como esta.

--¿Le ha inspirado Córdoba alguna obra?

--Cuando Córdoba aspiraba a la Capitalidad Cultural del 2016 Antonio Alamo y yo hicimos un texto que se llamaba La ciudad de todos los tiempos . Me siento un poco de todos lados, pero Córdoba es maravillosa. A lo mejor monto una tragedia de Séneca, me apetece contar algo clásico y universal, de todos los tiempos.