Si hay algo tan genuinamente cordobés como el salmorejo, el flamenquín o el rabo de toro, eso son los 'jeringos'.

Hasta el punto de que hay quien distingue entre el churro y el 'jeringo'. Que si el churro es estrellado y no lleva levadura; que si el 'jeringo' es una rueda pequeña y no esas grandes roscas que luego se trocean... El debate podría zanjarse diciendo que churro es un término genérico y 'jeringo' es la denominación autóctona. Porque una cosa es cierta, lo de jeringo lo oirás en Córdoba y sus pueblos, y en ninguna otra parte de Andalucía. En Sevilla los llaman 'calentitos', en Jaén todavía hay quien pide unos 'tallos', y en Málaga, por ejemplo, hablan de 'tejeringos'.

Pero, sea como sea, lo dicho: si hay algo tanto o más cordobés que decir de algo que es un 'pego', eso son los 'jeringos'.

Por eso, no es baladí un cambio como el que ha sufrido este verano el puesto de churros del Campo Santo de los Mártires, uno de los más conocidos de Córdoba, entre otras razones por su localización, en una zona de gran interés turístico.

El quiosco, en la entrada de los Baños Califales, ha sido trasladado a la acera de enfrente. Un detalle que no tendría importancia si no fuese porque, hace unos cuatro años, el Ayuntamiento pensó en eliminar el puesto, al quedar este justo en la entrada de los Baños, que se querían restaurar y abrir al turismo.

Más de ocho mil firmas se recogieron entonces para evitar su desaparición. "Colaboraron bares de la zona y hasta clientes", recuerda Antonio Miguel (foto) mientras vierte la masa en aceite hirviendo. Cerca, su mujer, Valle Barona, despacha los 'jeringos', a 40 céntimos la unidad.

Entre los clientes está Miguel, un joven decorador de 28 años que se ha acercado desde el barrio de Santiago. "Vengo aquí porque son los mejores, como antes vinieron mis padres y mis abuelos". Y es que el puesto tiene ya más de seis décadas. "Las licencias se concedieron después de la guerra para las viudas, y a mi madre le tocó este", explica Valle Barona. "El puesto primero estuvo en el mercado, luego junto a la botica y, por último, ahí", añade Valle señalando el antiguo quiosco de chapa, que aún no ha sido desmantelado.

El nuevo puesto dispone de agua corriente, entre otras cosas, de una campana extractora, o de una nueva máquina para calentar el aceite. Su aspecto es parecido al de un quiosco de prensa. Pero eso sí, los 'jeringos' son los de siempre, "con la mejor harina de trigo y aceite de oliva", insiste Valle. "Y con una jeringa como las de siempre", subraya Antonio, que sigue vertiendo la masa en el aceite hirviendo, mientras los clientes hacen cola.