«En el PSOE de Córdoba no hay más ismos que el de socialismo». La cita es de Rafi Crespín y es una evidente trampa semántica. La delegada del Gobierno andaluz en Córdoba la pronunció el martes 5, dos días después de que se conociera públicamente su intención de presentarse a las primarias para la secretaría provincial del PSOE, y de que hubiera dado, solo un día antes, marcha atrás. Es decir, bastaron 48 horas para abortar una candidatura que hubiera supuesto la quiebra del aparentemente monolítico bloque del susanismo en Córdoba. 48 horas en las que Antonio Ruiz, actual secretario de Organización y candidato en liza, jugó con habilidad sus cartas y venció.

Los alcaldes de Puente Genil, Baena, Lucena, Palma o Montilla, entre otros, han tenido un papel fundamental en esta partida. En un almuerzo, que Ruiz compartió con ellos el lunes y en el que le exigieron llegar a un acuerdo con Crespín, lo dejaron claro: no nos podéis hacer elegir entre el presidente de la Diputación y la delegada del Gobierno, entre papá y mamá; arréglalo, vinieron a decirle a Ruiz, quien se apresuró en convencer a la exalcaldesa de La Carlota de que su paso al frente era un paso hacia la ruptura del partido. Y ella cedió rápido.

Las primarias podrían haber sido de infarto, pero una semana después de que sonaran todas las alarmas en la sede de la avenida del Aeropuerto, solo dos personas se disputan la dirección del PSOE en Córdoba: Antonio Ruiz y Teba Roldán, la candidata sanchista que se afana estos días por lograr el 20% de avales necesarios para oficializar su candidatura. De todo, aparentemente una sola muesca: no es descabellado pensar que este lío pueda ser rentabilizado por la corriente que, a priori, parte con notable desventaja. «El PSOE se ha convertido en un partido con acuerdos de mesa camilla», declaró la egabrense a un periódico local, después de conocerse el pacto al que Ruiz y Crespín habían llegado para presentar una única lista (ojo, lo de lista es un eufemismo porque a las primarias solo concurre el primero, si bien ya es público que de ganar la delegada del Gobierno andaluz será su número 2, es decir, secretaria de Organización). Es solo cuestión de nombres, el quítate tú para poner yo, puede pensar la militancia.

El todavía secretario provincial ha optado por un hermético silencio público. En el comité provincial del domingo quiso ser contundente y despejar la sombra de duda sobre cuál será su papel tras las primarias: «No estaré en ningún ámbito provincial» del PSOE. «Me dedicaré en cuerpo y alma a Andalucía», aseguró.

Pese al cierre de filas, la historia de esas 48 horas que terminaron en un acuerdo «por el bien del partido» plantea varios interrogantes y una certeza: la habilidad de los socialistas cordobeses en silbar y aparentar, con soltura, que aquí no ha pasado nada. Nadie ha salido esta semana al ruedo mediático a explicar el qué, por lo que tenemos coartada para especular, al menos, con el por qué se llegó hasta esa situación. ¿Existía o existe un malestar en el seno del susanismo cordobés con fuerza suficiente para plantar cara a los afines a Juan Pablo Durán? ¿Quiénes han impulsado el efímero vuelo de Crespín? ¿Ha sido todo una simple maniobra de presión para incluir nombres en la ejecutiva? ¿Las diferencias entre unos y otros son de fondo o solo de forma?

Contextualicemos. El secretario provincial, Juan Pablo Durán, lleva con mando en plaza desde 2008, tiempo más que suficiente para haber generado filias y fobias entre los dirigentes socialistas. El último congreso regional, donde Susana Díaz fue proclamada secretaria general del PSOE-A, movió piezas y alteró órdenes (la propia Rafi Crespín salió de la ejecutiva regional). Además, desde el nombramiento de Durán como presidente del Parlamento andaluz han sido algunos los que han criticado su supuesto abandono de las tareas orgánicas y de la sede de la avenida del Aeropuerto. Y por último, de sobra es conocida la falta de sintonía entre Durán e Isabel Ambrosio, que ha terminando afectando a las relaciones del partido con una Alcaldía que los socialistas no tenían desde la Segunda República. En una entrevista que Durán concedió a este periódico hace un par de meses respondía así al ser preguntado por la regidora socialista: «Llevo meses sin hablar con la alcaldesa. A mí no me llama por teléfono directamente». Fin de la cita. El verano no habría hecho sino agitar esta coctelera de malestares latentes e insuflar alas a un descontento que no tiene, como es lógico, una sola explicación y que Ruiz habría heredado más por su condición de delfín que por méritos propios. Además, y en eso hay unanimidad, lo de Crespín era más un problema de formas que de fondo con la actual dirección. Dice la RAE que un ismo es una tendencia innovadora en el pensamiento y en el arte; o un sufijo que significa doctrina, sistema, modo o partido. Por eso la frase «en el PSOE de Córdoba no hay más ismos que el de socialismo» es, como decíamos, una trampa semántica de primer orden.