Cercana y natural, la timidez que hace unos años se adueñaba de ella ha desaparecido de la misma forma que afronta una madurez producto de «experiencias vividas» a lo largo de muchos años, puesto que apenas era una niña cuando comenzó a subir de escenario en escenario, primero en Córdoba y después en Almería, donde vivió desde los once años debido al trabajo de su padre. Ahora, segura de sí misma y dueña de su carrera, India Martínez (Córdoba, 1985) echa la vista atrás, encontrando la base de su éxito en la constancia y el esfuerzo que su «humilde familia» le inculcó, porque si hay algo de lo que no se olvida es de donde viene, el barrio de Las Palmeras, adonde vuelve cada vez que acude a Córdoba. Después de una jornada maratoniana de promoción en su ciudad en la que también encontró tiempo para «disfrutar de mi gente y tomar una taza de caracoles», la cantante habla de su último disco, Te cuento un secreto, y de la gira que la traerá al Teatro de la Axerquía el próximo 9 de junio, un concierto que promete grandes momentos y que la multipremiada artista afronta «con toda la ilusión del mundo».

-Dentro de su gira, ¿el de Córdoba lo siente como un concierto especial? ¿Sufre el peso de la responsabilidad cuando canta ante sus paisanos?

--Será un concierto especial porque es mi tierra, y esta es una gira muy emocionante y enérgica que estoy disfrutando muchísimo con mi público y con públicos nuevos, porque estamos visitando nuevas ciudades que nos reciben con las entradas agotadas. Respecto al peso de la responsabilidad en Córdoba, puede que en algún momento tema no dar la talla, pero vengo con tantas ganas de ver a mi familia y a mis amigos, que ni lo pienso.

-Con este nuevo disco da un salto en su carrera y parece sentirse más segura de sí misma. ¿Comparte esa sensación?

--Puede que sí. Y lo más importante es que lo perciban los demás. En cada disco me gusta aportar algo nuevo, reinventarme, seguir aprendiendo. No es un álbum que haya supuesto un punto de inflexión, creo que es una continuidad del sello que persigo, pero sí es verdad que la experiencia de todos estos años en la música, mis propias vivencias, hacen que esté todavía más a gusto y más confiada. Cuanto más cree en mí la gente, el público y mis propios compañeros, más confianza tengo en mí. Me voy entregando poco a poco y todavía queda mucho en el tintero.

-A estas alturas del recorrido, ¿se siente dueña de su carrera?

--Desde el tercer disco me siento libre y satisfecha con lo que hago. En los anteriores estaba en pleno proceso de búsqueda, investigando. Pero en el tercero tomé las riendas, asumiendo las equivocaciones.

-En este trabajo ha vuelto a contar, tanto en la producción como en la composición, con la colaboración de David Santiesteban y Ricky Rivera. Parece que trabajan bien juntos.

--Yo soy muy de los míos. Soy conservadora en este sentido, y cuando algo funciona, lo cuido al máximo. No hay que cambiar así porque sí. De vez en cuando me gusta experimentar, componer sola o con otras personas, pero me siento muy cómoda en este círculo que hemos creado, me hago los trajes a medida y cuento con un equipo que se hace cada vez más solido.

-En este disco consolida su fusión entre pop y flamenco. ¿Es el terreno que más firme pisa?

--Sin duda, seguiré experimentando. Quiero que cada etapa, cada disco, sea diferente. Quizá ahora me he centrado más en el pop, sin embargo, acabo cantando copla al final del disco, vuelvo a mis orígenes. Pero yo soy esa búsqueda, me voy moviendo por vivencias, por lo que voy descubriendo. Eso me pasa con los instrumentos, por ejemplo. Igual que cuando conocí la capoeira o los sonidos árabes.

-Hemos descubierto muchos de sus secretos en este disco, entre otras cosas, que le gusta volar, en el sentido literal de la palabra. ¿Cómo fue la experiencia de saltar en paracaídas?

--Tenía muchas ganas de probarlo. Me encantan los deportes extremos. En realidad, el deporte me ayuda a liberarme, me encanta lo que aporta. Pero, en este caso, era una ilusión que tenía desde hacía tiempo. La gente me ve como una persona tranquila y le cuesta imaginar que necesito esa acción, soltar adrenalina o, simplemente, superar un miedo. La verdad es que impone mucho cuando se abre la puerta del avión y miras hacia abajo. Pero es un momento único.

-Otra de sus pasiones que se descubren en el disco es la del dibujo. ¿Le gustaría profundizar en esta faceta algún día?

--Junto con la música, el dibujo me ha gustado desde siempre. Pero a veces hay que elegir si quieres realmente ser bueno en algo, y en mi caso ganó la música, aunque en mis ratos libres dibujo porque lo necesito, me ayuda a desconectar y me hace afianzar las cosas que me marcan en la vida porque las plasmo en el papel. Era un detalle que poca gente sabía de mí y que tenía ganas de compartir.

-También comparte en estas canciones mucho amor y desamor. ¿Qué las ha inspirado? ¿Son secretillos suyos o de los demás?

--Hay de todo. Si cuento mis secretos, dejan de serlo. Ese es el juego. Pero quien viene a los conciertos se entera de alguna que otra cosa porque durante el espectáculo cuento algunas de las anécdotas de mi vida.

-Y también sorprenderá a su público tocando el piano.

--Así es. Hay un momento en el que me quedo sola con el piano. Yo le tengo mucho respeto a los instrumentos, sé acompañarme a mí misma, me gusta probar con algunas canciones, pero delante del público respeto a los que lo saben hacer de verdad y, precisamente por ese respeto, no lo hago, pero un día pensé que si toco en mi casa de forma natural, ¿por qué no llevarlo al escenario? Y ha sido lo mejor que he hecho porque no imaginas la magia que tiene ese momento.

-Cuénteme más cosas del espetáculo.

-Tiene una escenografía muy bonita y hay un momento muy teatral en el que juego con un espejo, donde interviene mi hermana como si fuera yo, hasta que se produce una liberación de la imagen. Es una forma de sacar ese yo que todos guardamos. Todo tiene significado en este montaje.

-Supongo que no faltarán sus grandes éxitos.

--Eso no puede faltar, igual que el flamenco. Está todo preparado para que el concierto acabe como el disco. Me quedo sola ante el peligro, incluso me aparto del micrófono sea cual sea el recinto. Me quedo con la esencia, con esas coplas que me cantaba mi abuelo sobre sus rodillas.

-Siguiendo con los secretos, ¿cuál es el suyo para conseguir en tan poco tiempo convertirse en una de las voces más importantes del país que cuelga el cartel de no hay entradas?

--Yo creo que por pesá. No me lo pregunto, pero lo valoro muchísimo. Creo que es una cuestión de constancia. Vengo de una familia muy humilde que me ha enseñado a luchar, que las cosas se consiguen a base de esfuerzo y de buscar tus propias oportunidades porque nadie te regala nada. Creo que mi suerte es que he tenido eso muy claro desde muy pequeña y, por supuesto, la de tener un pedazo de familia que ha creído en mí y ha estado conmigo en muchos momentos. Aun siendo la música una profesión dura e incierta, a ellos no les importó, porque mis padres siempre nos han inculcado a mis hermanas y a mí que nos dedicáramos a lo que nos hiciera felices. Y sigo en la lucha porque tengo muchas más metas.

-¿Como cuáles?

--Ahora estoy empezando una carrera en Argentina. Hace un par de años que me vienen reclamando y ya he hecho mi segundo show allí. El primero fue en la ciudad de Córdoba y fue muy especial. Yo les llamaba paisanos. Y descubrí que la gente allí me conocía más de lo que yo creía. Es un reto, como empezar desde cero y sentir la misma ilusión que sentía cuando era una niña.

-Los dúos se le dan muy bien y ha grabado canciones con muchos e importantes artistas. ¿Cuál ha sido su mejor pareja?

--Es muy difícil, pero hay alguien que me sorprendió mucho porque apenas le conocía ni como artista ni como persona, pero el resultado de mezclar su voz con la mía en Corazón hambriento fue increíble. Se trata de Abel Pintos, un cantante argentino.

-Han pasado ya algunos años desde que cantaba en las peñas, en las tabernas del puerto de Almería. ¿Qué queda de aquella niña? ¿Qué piensa cuando echa la vista atrás?

--Hace poco veía esas primeras entrevistas en las que decía que lucharía por mis sueños. Desde muy pequeña tenía claro que no solo me gustaba el flamenco, que quería llegar a otros países. Es maravilloso haberlo conseguido. Y sigo en esa dirección, pero con un montón de cosas que me han pasado en ese camino. Y eso es lo que veo cuando miro atrás, lo mucho que he vivido.

-¿Le sigue gustando volver al barrio en el que jugó de niña y donde cantaba a sus vecinas? ¿Qué recuerdos guarda?

--Me encanta. Tengo el recuerdo, por ejemplo, de salir al recreo con mis amigas y montarme en una papelera y hacer percusión rodeada de todas. Y también me acuerdo mucho de cuando me fui, de la despedida. Tenía once años y mis amistades, que aún conservo. Me vienen a la cabeza los cines de verano, me encantaban. Con el tiempo, me he dado cuenta de que salir de una familia tan humilde, en un barrio con ese riesgo de exclusión social y con las pocas oportunidades que nos han brindado, me ha hecho sentirme más orgullosa de ser de allí y de poder echar una mano. El año que fui Cartera Real me empeñé en llegar hasta Las Palmeras, pero como era imposible que el itinerario llegara, como otras mil cosas que no llegan, cogí un taxi y me fui vestida de cartera a recoger las cartas de los niños.

-Los vecinos de La Palmeras quieren llevar a cabo un plan para mejorar el barrio. ¿Cree que lo conseguirán?

--Creo que si se invierte en educación, sí. Esa es la única posibilidad de cambiar.

-¿Cómo ha gestionado el éxito? ¿Qué ha tenido que sacrificar?

--Quizá, el tiempo con los míos. Me dedico a lo que me gusta, disfruto de lo que hago y si no he tenido una niñez y una adolescencia como la de los demás es porque no he querido. Nunca fue un sacrificio. Pero mi familia sí que se sacrificó por mí, para llevarme y traerme de un sitio a otro, pero, al final, nos hemos ido adaptando todos. Mis padres me han ayudado mucho a conseguir hacer lo que me gustaba, aunque para eso se hayan volcado menos con mis hermanas.