El especialista Salvador Díaz Utreta, socio y responsable del área fiscal en Mora&Jordano Abogados, logró ayer llenar la sala y que los asistentes casi no pestañearan. Y no solo por la habilidad como orador y comunicador que demostró ayer. Y es que si el tema a priori era tan árido, técnico, denso y complejo como el título: El impuesto de sucesiones en Andalucía: matices de la última reforma fiscal. también es cierto que cuando hay algo que toca al bolsillo... es más fácil captar la atención.

Y eso pasó cuando, por ejemplo, Díaz expuso un caso de un matrimonio con bienes valorados en 4 millones en el que fallece un cónyuge. Pues bien, depende de qué propiedades se quede la persona viuda como parte de la sociedad ganancial (dinero, vehículos, inmuebles...) y cuáles pase a sus herederos (titularidad de la empresa, vivienda, etcétera) para que la diferencia al tributar pase de pocos miles a casi un millón de euros. Lo dicho: cifras para estar atentos.

La intervención de Salvador Díaz, que acogió la sala polivalente del Edificio 3 del Hospital La Arruzafa, se enmarca dentro de los actos del 25º Aniversario del Hospital La Arruzafa y dentro de su filosofía de trabajar junto a la sociedad cordobesa, dijo el director-gerente del centro, Rafael Agüera Buendía, al explicar por qué se había cedido el espacio a la Asociación de Empresas Fabricantes y de Servicios de Córdoba (Asfaco), organizadora del evento, recordó su vicepresidente, Isidro López Magdaleno.

Por su parte, Díaz comenzó explicando las novedades de la norma autonómica en impuestos de sucesiones, en vigor desde el 1 de enero, para pasar a ejemplos prácticos o adentrarse en cuestiones como el vacío legal creado después de sentencias del Constitucional que pueden condicionar al Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana, el llamado impuesto de sucesiones de los ayuntamientos. No faltaron preguntas desde el inicio, algunas de enorme complejidad, ni tampoco más de un consejo sorprendente de Díaz que resultaría difícil sintetizar. Valga la sensación con la que salieron los asistentes de que, y permitan el humor negro, si ya es importante tener un buen abogado en la vida... casi más necesario lo es para morirse.