Cuando la mayoría de los niños de su edad disfrutaban viendo por televisión dibujos o películas, en 1993 el cordobés Fran Carrillo Guerrero (Córdoba, 1981) supo, con solo 11 años, que quería dedicarse al mundo de la oratoria y de la consultoría política cuando vio un debate entre el entonces presidente del Gobierno Felipe González y José María Aznar. Se ve que al haber nacido en el barrio de Lepanto este cordobés salió batallador y algo adelantado a su tiempo, según le ha dicho siempre a Carrillo su madre. Se licenció primero en Geografía e Historia en la Universidad de Córdoba y después hizo Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. En los últimos años ha crecido de forma significativa el número de discursos que le encargan políticos, empresarios o ingenieros de España a La Fábrica de Discursos (www.lafabricadediscursos.com), empresa de la que este cordobés es director y accionista mayoritario. Además, este consultor político y asesor de comunicación también es entrenador de discursos (habiendo formado y entrenado a más de 5.000 personas en los últimos años) y es profesor en varias universidades de España y del extranjero. Carrillo acaba de recibir un nuevo galardón en Estados Unidos que acredita su trabajo, el Premio Napolitan Victory Awards 2017 al Mejor Libro Político del Año por «El porqué de los populismos», que pronto presentará en Córdoba. Otras publicaciones suyas son el libro «Tus gestos te delatan. Las claves para ser un buen comunicador»; «Podemos. Deconstruyendo a Pablo Iglesias» y «I have a dream. Miradas al discurso 50 años después», estos dos últimos como coautor.

-¿Cuándo transformó su afición por el debate en una profesión?

-Cuando empecé a estudiar Historia ya comencé a participar en ligas de debate universitarias y también en muchos encuentros que se celebraban en Filosofía y Letras para discutir sobre temas entonces candentes como la Guerra de Irak o la Ley Orgánica de Universidades (LOU). Esta afición por los debates la continúe cuando me marché a hacer Periodismo a la Universidad Carlos III de Madrid. Posteriormente amplié mis estudios en el ámbito de la política y el marketing. Pensé primero en dedicarme a la docencia de la Historia e incluso comencé la tesina, pero empecé con mis primeros trabajos como escritor de discursos y me di cuenta de que lo que más me gustaba era ser «un contador de cosas», como siempre ha dicho el periodista José María García, para mí el mejor comunicador que ha tenido este país y uno de mis referentes.

-¿Y fue así como nació La Fábrica de Discursos?

-Llegó un momento, trabajando aún por libre, que tenía tantos encargos de discursos que decidí poner en marcha la firma. Colaboran con nosotros periodistas, ingenieros, sociólogos, juristas o comunicadores, que saben idiomas y transmitir. Trabajamos con personas y empresas situadas en un nivel medio y alto de representatividad, que están de cara al público constantemente en los medios de comunicación, por lo que tienen que saber vender un mensaje creíble, sostenible, pero también atractivo. Cuando trabajamos con personas y firmas con una responsabilidad pública tratamos de que generen una sensación de confianza en el interlocutor. Creamos realidades y mejoramos las que ya existen para que la marca que nos contrata salga fortalecida y sea más querida por el consumidor, sea ciudadano o cliente. La realidad no existe, solo interpretaciones de la misma.

La empresa de Fran Carrillo ha desarrollado estrategias de comunicación y formación de equipos para Carrefour, Amazon, IKEA, Unicef, Room-Mate, Nokia-Microsoft, Eroski y una lista larguísima de firmas de ámbito mundial. De su buen hacer han hablado personas tan conocidas como Kike Sarasola o Albert Rivera.

-¿Cuáles son vuestros principales clientes?

-Nuestros clientes son administraciones públicas, partidos políticos, empresas, multinacionales, profesionales liberales o emprendedores que necesitan convencer a sus potenciales clientes. Uno de los ámbitos que más trabajamos es la estrategia de campañas, sobre todo políticas, por lo que puede que participemos en las elecciones municipales del 2019 en Córdoba.

-¿Cuántos trabajadores forman parte de la empresa?

-Contamos con una cifra pequeña de profesionales de forma fija, pero como trabajamos por proyectos, si se necesitan contratar más pues lo hacemos. Nuestra sede central está en Madrid, pero tenemos delegaciones en otras zonas de España. Nuestro objetivo más inmediato es abrir oficinas en Canarias, México, Ecuador o Miami. Operamos en toda España, Latinoamérica y Bruselas, como conexión a Europa.

-¿Por qué cree que cada vez más políticos y empresas encargan discursos y estrategias de comunicación, por no contar con buenos gabinetes de comunicación o por falta de tiempo?

-Es una suma de ambas cosas. Durante los años de crisis muchas empresas han constatado que necesitaban reforzar su gabinete de comunicación, porque más allá del mero hecho de hacer las cosas estaba la necesidad de transmitirlas. En política no existe mucha profesionalización, en comparación con el mundo anglosajón, y ha habido tendencia a tirar del primero que pasaba para solucionar problemas de comunicación. Un político que prefiere huir en lugar de contar cosas a los ciudadanos debería plantearse su vocación de servicio público. En las empresas pasa menos porque tienen equipos muy profesionalizados, pero también nos llaman para construir esos mensajes y para preparar y entrenar a portavoces. Conseguimos que logren que su mensaje quede claro y seguro y la gente lo entienda y así la marca de la firma quede reforzada y con mayor crédito.

-¿La sociedad actual soporta un exceso de información?

-Para estar formado hay que estar primero informado, es un requisito fundamental. Hoy vivimos intoxicados de información y ello repercute en una progresiva ausencia de escucha, de procesar y filtrar la información que recibimos. Antes la información llegaba de forma más certera porque había menos canales para transmitirla. Les digo a los políticos, empresarios y directivos con los que trabajo que antes de la formación y la información hay que trabajar el posicionamiento de la credibilidad, porque si se pierde la misma se pierde la confianza.

-¿Cuál discurso llega mejor?

-Depende del tipo de discurso y del estilo del orador en cuestión. En la oratoria y en el debate se deben emplear frases cortas para que no se pierda el mensaje. Los discursos no deben extenderse más allá de los 15 o 17 minutos, aunque siempre depende de la persona, pues hay quien aburre desde el minuto dos y está el que engancha más tiempo. Usar palabras cortas y sencillas ayuda a que lo dicho se quede por más tiempo. Por eso se recuerdan los eslóganes de muchas campañas electorales, que permanecen aunque pasen los años. La oratoria debe provocar poesía auditiva, influirte, excitarte los sentidos. Si no te provoca un impacto no sirve de nada. Simplemente, serás un mero constructor de palabras, pero sobre todo de ruidos mediáticos.

-¿Existen buenos oradores en España en la actualidad?

-España siempre ha sido buena tierra de oradores. Aunque ahora parece que la oratoria y la comunicación están en horas bajas, porque ha decaído el nivel del discurso debido a una percepción equivocada sobre la necesidad de vulgarizar el lenguaje para que la ciudadanía nos entienda mejor, cuando lo que hay es que aumentar el nivel de exigencia del receptor. Sigue habiendo oradores importantes en la actualidad, uno de ellos indiscutible en nuestra tierra como Julio Anguita, como lo fueron en su época los también cordobeses Séneca, Lerroux o Alcalá Zamora, Si se compara la época actual con otras anteriores parece que se ha perdido cierto respeto por esa retórica política, donde las ideas se combatían con elocuencia notable, provocando debates de altura parlamentaria. Los debates actuales se parecen más a un concurso de eslóganes, de sobreactuaciones teatrales. Hay buenos comunicadores, pero la política necesita profundizar más en el contenido y dejarse de tantos mensajes de marketing. La política es explicar, no es solo un titular. Más claridad y menos eslóganes.

-¿Esa vulgarización del lenguaje incluye el abuso de anglicismos o tecnicismos?

-El vocabulario español es tan rico que no es necesario usar barbarismos, tecnicismos o vulgarismos. Huyo de ellos porque el lenguaje se vuelve complejo, abstracto y menos democrático. La mayoría de las sociedades totalitarias y tiránicas, con déficit democrático, han aprovechado la abstracción del lenguaje para crear realidades paralelas y generar incapacidad en el receptor para entenderlo. El estadio último es aprovecharse de la incultura o falta de entendimiento de las masas para manipularlas.

-Su empresa ha realizado trabajos en Venezuela. ¿Qué le parece la situación actual de este país?

-Estuve en Venezuela el 5 de marzo del 2013, el día que se confirmó la muerte de Chávez. Por entonces ya conocía, de oídas, a varios dirigentes de lo que luego fue Podemos, entre ellos Juan Carlos Monedero, que por entonces era consejero de Hugo Chávez y luego lo fue de Nicolás Maduro. Creo que cualquier persona que se dedique a la política debería tener un compromiso de actuación y de posicionamiento en determinados temas, como es el caso de Venezuela. Ya entonces se estaban conculcando algunas libertades, pero lo que está pasando ahora en Venezuela es algo atroz. Ha degenerado en una dictadura. Es una pena porque es un país maravilloso que podría vivir de los recursos propios y actualmente es una nación ruinosa. En Venezuela hay una disputa entre personas que quieren conculcar las libertades a base de un populismo nacionalista y racista, que ha adocenado a la población, y personas que luchan porque las libertades vuelvan a su país. Y esto hay que denunciarlo. Este tipo de populismo es transfronterizo e incluso puede existir en la primera potencia del mundo, como se ha demostrado. Llega con un mensaje muy seductor, pero con el tiempo, cuando las promesas no se pueden cumplir, acaba adoptando su efigie totalitaria.

-¿Qué expone en su último libro, sobre los populismos?

-Con «El porqué de los populismos» intento reunir reflexiones, alertando de que el principal problema de las sociedades libres es que están expuestas a un virus, el populismo, que se ha incubado durante mucho tiempo y que no va a dejar de estar ahí. Eso no significa que todos los populismos sean malos, porque el populismo es consustancial a la política, pero sí lo es cuando deriva hacia la demagogia, hacia significados vacíos o hacia soluciones mágicas de manipulación de masas. Lo definí hace poco en el Parlamento Europeo en una conferencia que impartí sobre el tema. El populismo es la homeopatía de la política. Es la solución en la que caen los ciudadanos indefensos y hastiados de una clase política que le da la espalda cuando ya no cree en los medios tradicionales, sin darse cuenta de que esa aparente nueva solución no les va a granjear una mejor calidad de vida.

-¿En España qué populismos existen ahora, según usted?

-En España el mayor populismo se ha aliado con el nacionalismo que, como decía Popper, va conculcando cualquier espacio de libertad a partir de la construcción de mitos y realidades inventadas. Así, la razón es anulada por vínculos emocionales. Lo vemos en Cataluña y en el País Vasco. En Cataluña, ese populismo nacionalista, ese desparrame sentimental sin base histórica alguna, está fracturando la sociedad de arriba a abajo. En Cataluña hay varias generaciones perdidas que no abandonarán tan fácilmente el radicalismo.

-¿Y no se ha sentido nunca tentado de dedicarse a la política?

-Trabajar entre bambalinas de la política es la excusa que tengo para estar cerca de este mundo pero sin dedicarme a él, porque tengo una madre que me pide que no me haga político. Pero, a pesar de lo denostada que está, para mí la política es el servicio público más bonito que puede desempeñar una persona, porque desde un compromiso con unos ideales y unos valores, se intenta ayudar a solucionar los problemas de la gente. Unos duermen menos para que el resto pueda dormir más y para que al final se alcance una sociedad más justa.