La ciudad de Córdoba ocupa un lugar destacado en la historia de la fotografía española y europea. Su pasado hispanomusulmán, representado por la Mezquita Aljama, fue un imán que durante todo el siglo XIX atrajo a los más importantes fotógrafos y compañías europeas para captar la belleza de la perla del arte califal.

En estos días se ha dado a conocer una de esas rarezas de los primeros años de vida de la fotografía en Córdoba. Se trata de una vista de la ciudad desde el entorno de la torre de la Calahorra y realizada hacia 1858 por el fotógrafo de las reinas Isabel II de España y Victoria del Reino Unido, el galés Chales Clifford. Como ya es sabido, esta imagen fue adquirida por el concejal Carlos Baquerín y su esposa y parece que se va a quedar en Córdoba. Su lugar estaría en el Archivo Municipal, un espacio dirigido por la archivera Ana Verdú y donde se conserva con mimo la colección municipal, sin duda la más importante de toda la provincia.

Además el Archivo y la Biblioteca Municipal custodian un esplendido reportaje del fotógrafo cordobés José García Córdoba fechado en 1862, que realizó con motivo de la visita de la reina Isabel II y son las imágenes de colecciones públicas más antiguas que se custodian en la provincia.

No obstante, Córdoba fue una ciudad pionera desde el mismo nacimiento oficial de la fotografía allá por 1839 y por cierto este año la Bienal Internacional de Fotografía de Córdoba celebra su 175 aniversario. Gracias a las fuentes documentales conocemos como el daguerrotipista cordobés Manuel Alcalá realizaba estudios para mejorar el sistema fotográfico de Daguerre en 1840. Un dato de gran importancia ya que en esta década apenas había un puñado de fotógrafos en todo el país y casi todos en Madrid o Barcelona. Gracias a la prensa de la época, conocemos como en el año 1844 el también cordobés J. Albors ganó un concurso de arte en la ciudad con un daguerrotipo de la torre de la Mezquita Catedral. Esta es la primera forma fotográfica de la historia y se realizaba sobre una placa de cobre plateada, que según el ángulo sobre el que incida la luz se aprecia como un negativo o un positivo.

Por desgracia, la imagen de Albors de la Mezquita Catedral aún no ha salido a la luz y si algún día apareciera en algún archivo de una familia cordobesa sería como encontrar el santo grial de la fotografía, ya que en España apenas se conservan una docena de daguerrotipos escénicos y en la ciudad tan sólo se conocen unos cuantos de retratos de cordobeses.

La información que conocemos de estos años es muy escasa y pura arqueología fotográfica. Sin embargo, en la década de 1850 el invento de la fotografía se convierte poco a poco en un fenómeno más normalizado y son algunos más los fotógrafos y fotografías cordobesas que conocemos. De este periodo sobresale el fotógrafo alemán José Widen, que entre 1854 y 1861 retrata a la burguesía de la ciudad, pero del que tampoco nos han llegado ni sus vistas ni sus tomas monumentales de Córdoba.

La génesis visual de la ciudad comienza en el año 1852 con la visita de los aristócratas británicos Edward King Tenisson y su esposa Luisa. Tenisson era un apasionado fotógrafo aficionado que usaba el primer sistema fotográfico sobre papel, el calotipo, inventado por su compatriota y uno de los padres de la fotografía, Herry Fox Talbot. Edward captó cuatro talbotipos con la clásica vista del skyline de la ciudad desde la Calahorra, una toma de la puerta del Puente, una vista de la puerta de las Palmas de la Mezquita Catedral y una hermosa imagen de la torre enmarcada entre uno de los arcos de la galería de levante del patio de los Naranjos. Las imágenes están firmadas y fechadas a mano por el autor y se conservan en la Biblioteca Nacional de Francia y se publicaron por primera vez en 2007 en el libro La Mezquita de Plata.

Con ellas se inicia una iconografía básica de la Córdoba monumental que numerosos fotógrafos posteriores aún imitan. Este es el caso de las imágenes de los fotógrafos franceses Eugene Sevaistre y Luis León Masson, quienes realizan en 1857 y 1858, respectivamente, amplios reportajes de la ciudad. Sus trabajos son de un gran valor histórico y documental pero muy poco conocidos salvo en círculos muy especializados. Las fotos de Sevaistre fueron comercializadas por la compañía parisina Gaudin y en su catálogo enumera nada más y nada menos que 30 tomas en formato estreoscópico o de tres dimensiones, mientras que de Masson se conocen una docena de vistas de la ciudad entre sencillas y 3D.

Tras todos estos fotógrafos y fotografías llegarían las de Clifford. Un personaje que bien merecería una novela o una película, ya que además de fotografiar a dos reinas o recorrer todo el país, algunos expertos afirman que el galés pudo ser un espía británico que pasaba información e imágenes a su gobierno. Se conoce que Clifford realizó al menos dos visitas a la ciudad. Una se fecha en torno a 1858 y de la que se conocen al menos tres imágenes, la subastada y otras dos más que no están catalogadas y que captan el Triunfo de San Rafael y parte del palacio Episcopal en obras y una toma del bosque de columnas de la Mezquita. Por cierto, de estas dos imágenes existen dos copias a un precio muy asequible y sería una gran oportunidad para que el Ayuntamiento las adquiriese y contara con un trío de fotografías importantes para su Archivo.

Por último, Clifford volvió a la ciudad como fotógrafo real en 1862 con el séquito de Isabel II en su viaje por Andalucía y del que se conservan 5 fotografías, pero estas se encuentran en los álbumes del viaje que custodian la Biblioteca Nacional y la biblioteca de la Alhambra. Del reportaje destacan dos curiosas tomas del pabellón de descanso edificado para la reina junto al arroyo Pedroche a la entrada de la ciudad y el arco efímero construido junto a la desaparecida muralla de Puerta Nueva. Además de una nueva vista panorámica muy parecida a la subastada y dos tomas verticales de la fachada del actual palacio de congresos y del interior de la Mezquita.

A partir de Clifford los fotógrafos que visitarán la ciudad , como el francés Jean Laurent y que merecería un artículo monográfico, serán cada vez más numerosos y la fotografía un fenómeno más popular.

En nuestro país, este medio ha sido sistemáticamente olvidado y abandonado hasta por los propios fotógrafos que han tirado archivos de varias generaciones de profesionales al vertedero como si fuera basura. Por ello, estas primitivas formas fotográficas son muy escasas y objetos de gran valor histórico, ya que sobre un sencillo papel a la albúmina se conserva gran parte de nuestro legado histórico. Un bien que debería ser preservado y difundido por nuestras instituciones.