Los dos forman parte de la misma realidad. Uno, con un largo recorrido a sus espaldas. El otro, con todo el camino por delante. Ambos coinciden en la misma puerta a la hora de entrar y salir del trabajo y los dos entran y salen de él como si lo hicieran en su propia casa. Y es que son muchos los vínculos familiares y sentimentales que Rafael Bogallo (58 años) y Manuel Rojas (31) tienen con la fábrica de cementos de Córdoba.

La factoría celebra en estos días los 75 años de su apertura. Un espacio temporal que ha dado para mucho, desde cambios de titularidad accionarial hasta una revolución tecnológica en los procesos de producción, además de algunos conflictos y celebraciones.

Bogallo entró en 1962 "en una convocatoria para hijos de empleados. Entonces la empresa se llamaba Compañía General de Asfaltos y Porland (Asland)", explica. Hoy se llama Cosmos y pertenece al grupo Cimpor. El puesto que ocupó fue el de "aprendiz de fabricación de metalúrgica, porque en aquella época España salía del aislamiento y las fábricas se tenían que autoabastecer de todo, hasta de tornillos. Y eso es lo que yo hacía", explica.

Ocho meses

Por su parte, Manuel Rojas lleva sólo 8 meses con "contrato de relevo por una jubilación anticipada de un empleado", que precisamente es familiar suyo. Su padre hace cinco años que se jubiló. Su puesto es el de "técnico de área de canteras, que consiste en estar pendiente de todas las máquinas y del personal que trabaja en ellas, coordinado con el jefe de área".

El contrato es en principio para 4 años y 8 meses, pero confía en seguir cuando su tío pase a la jubilación definitiva. Aunque no es la primera vez que es contratado, ahora la cosa tiene otra perspectiva. "No me lo creo, es un orgullo trabajar donde lo hizo mi padre y mi abuelo".

Aquí confluyen dos trayectorias vitales unidas, porque esa es su función, por el cemento. Los dos protagonistas de la historia continúan sagas familiares vinculadas a la factoría del arroyo Pedroches. En el caso de Rafael, le precedieron su padre, "que estuvo también 41 años trabajando aquí", su madre, que lo hizo durante diez, y "mi abuelo, que era minero y entró para hacer las catas para ver si convenía montar aquí la fábrica".

Los dos son conscientes de que trabajan "en uno de los emblemas industriales de la ciudad", aunque reconocen que las cosas, en algo, han cambiado con el paso de los años. "Antes esto era una familia, ahora es una empresa", explica Rafael. "Cuando yo empecé casi todos los empleados vivíamos cerca y la relación era más estrecha. Ahora no hay nadie más que viva en mi barrio". Además, ahora son 80 empleados, cuando en tiempos rondaban los 300, "pero es que antes había que hacerlo todo a pulmón, ahora las máquinas lo resuelven todo".

Bogallo y Rojas recuerdan las fiestas de Reyes de la empresa, en las que los hijos de empleados acudían a recoger sus regalos. "La empresa daba un dinero para regalos de los niños de entre 0 y 10 años. Al principio había muchos niños porque todos éramos jóvenes, después hubo que dejar de celebrarla". Sin embargo, sí se mantienen las becas de estudio, gracias a las cuales han podido estudiar los dos hijos de Rafael. Uno de ellos ya ha presentado también su currículum, "a ver si hay suerte", señala esperanzado.

Manuel tiene, aparte de esas fiestas de Reyes, otro emotivo recuerdo del que hoy es su centro de trabajo. "Cuando estaba en quinto de EGB vinimos de excursión a la fábrica y al ver a mi padre trabajando me emocioné y rompí a llorar. Ahora estoy seguro de que mi padre también se emocionaría si viene y me ve a mí", señala el joven, que no se corta al explicar que acude diariamente a su trabajo "ilusionado y consciente de que no todo el mundo tiene la suerte que tengo yo, sabiendo cómo está el empleo hoy en día". Por eso, continúa, "intento ser responsable y cumplir con mi obligación".

Sobre las condiciones de trabajo, comparten criterio al considerar que no son malas, "porque ahora se ha simplificado mucho todo, con la tecnología, antes todo era antediluviano. Las máquinas se arrancaban con interruptores de cuchilla", explica Rafael, quien añade que no siempre han estado bien pagados. Ahora, coinciden, "no nos podemos quejar". Por eso, a la hora de hablar de conflictos laborales, los dos, pero sobre todo Rafael, explican que los que han existido han sido de poca repercusión y que además "el fuego del horno no se ha apagado nunca".

Los dos empleados son conscientes de los avatares que ha atravesado la factoría en cuestiones como el medio ambiente, lo que le ha hecho recibir no pocas críticas de colectivos ecologistas. Pero los dos hacen frente común al defenderla. Aquí es Manuel el que toma la voz cantante "En Fátima y en Santa Rosa, que son las zonas que están más cerca de la fábrica, yo nunca he escuchado decir que la factoría ensuciara. Yo, que vivo también cerca, puedo decir que hace más ruido el tren que la empresa", concluye.

A Rafael la veteranía le da argumentos distintos, pero en la misma línea defensiva: "La empresa se está intentando actualizar para contaminar cada vez menos, repoblando la cantera y adecuando las instalaciones", indica. De hecho, informa, "ha gastado bastantes millones de euros (23 indican desde la compañía) en tomar medidas para preservar el medio ambiente".

Un cambio del 100%

Recuerda Rafael que en el aspecto ecológico "ha cambiado todo un 100%, de tener chimeneas abiertas a los filtros que hay ahora", y añade que "no todos los humos que hay en la zona son de la cementera".

El pasado viernes (día 20) los dos participaron en la fiesta del 75 aniversario de la fábrica. No es la primera conmemoración que vive Rafael Bogallo: "Yo estuve cuando se instaló el nuevo horno, que se celebró en lo que entonces era el hotel El Brillante, en la de los 50 años de la factoría, los 75 de la compañía Asland y ahora los 75 de la apertura de la fábrica". Para Manuel es la primera, ya dentro del Grupo Cimpor, pero sueña con poder participar en próximas efemérides, como lo han hecho su padre y el propio Rafael, porque aunque reconocen ambos que el ambiente, por la propia evolución de la vida, no es el mismo, en la fábrica de cemento de Córdoba "lo que ha cambiado es el rótulo, pero el interior no".