El último informe de Amnistía Internacional sobre la realidad que se vive en Eritrea no deja lugar a dudas sobre los motivos que llevan cada año a miles de jóvenes a arriesgar su propia vida en el intento de huir de su país que, situado en el noroeste de África, sospechoso ante la ONU de cometer crímenes de lesa humanidad, es un gran desconocido para los europeos. No en vano, está considerado el país más hermético y represor del mundo. En Eritrea el estado de derecho no existe, toda oposición política está prohibida y el servicio militar nacional sirve como pretexto al gobierno para reclutar de forma indefinida a ciudadanos, muchos de ellos niños y niñas, a los que obliga a realizar trabajos forzosos y el adiestramiento en el manejo de armas. Según Amnistía Internacional, «muchos de los refugiados eritreos que han logrado llegar a Europa, entre los que también hay menores, han confesado que tuvieron que pagar a traficantes en cada etapa de su largo viaje».

Trece jóvenes eritreos, casi todos varones, que en su día huyeron de la represión que imponen las autoridades de su país, llegaron la noche del miércoles a Córdoba procedentes de Italia. Con un pobre nivel de inglés en la mayoría de los casos y el tigriña como lengua materna, los trabajadores sociales de las entidades receptoras (Cruz Roja en Puente Genil a 3, Red Acoge de Lucena a 2 y 8 a Accem, que por primera vez recibe en la capital a refugiados) se afanan por encontrar un intérprete y averiguar las penalidades por las que han tenido que pasar hasta llegar aquí. «Están muy cansados, pero aparentemente, presentan buen estado de salud», comenta María Diéguez, responsable de Accem, encargada de coordinar la recepción. «En esta primera fase, en la que tienen garantizadas todas las necesidades de alimentación, alojamiento y demás, les proporcionaremos asistencia médica, psicológica y jurídica para que puedan recuperarse de las situaciones difíciles a las que se han tenido que enfrentar tanto en Eritrea como en los lugares por donde han pasado hasta llegar aquí».

Los ocho refugiados acogidos por Accem, a diferencia de los que han sido derivados al albergue de Cruz Roja en Puente Genil, donde se encontrarán con refugiados de varias nacionalidades, residirán en pisos de acogida distribuidos por la ciudad donde solo estarán ellos. De momento, las entidades receptoras los mantienen alejados de los medios. No es de extrañar, muchos de ellos, pese a la distancia, aún tienen miedo de que su huida se haga pública por las consecuencias que pudiera traerles a sus familias.