LUGAR DE NACIMIENTO MADRID (1946)

TRAYECTORIA DOCTOR EN MEDICINA POR LA COMPLUTENSE, DONDE FUE ADJUNTO. DETENIDO Y TORTURADO EN 1973 POR LA POLICIA. SE INCORPORO A LA UNIVERSIDAD DE CORDOBA Y EN 1980 GANO LA CATEDRA DE FISIOLOGIA. ESTA JUBILADO.

Han pasado ya 40 años del día en que Enrique Aguilar Benítez de Lugo fue sometido a tortura por el inspector de la brigada Político Social de la Policía Antonio González Pacheco, más conocido por Billy el Niño, a quien la juez argentina María Servini de Cubría le ha abierto un procedimiento por torturar a 13 personas entre 1971 y 1975. El juez Ruz, de la Audiencia Nacional, retiró el pasaporte el pasado viernes a este policía, que tiene ahora 69 años, que se hizo famoso entre la oposición franquista por su sadismo.

--¿Sigue el proceso que le ha abierto la justicia argentina a Billy el Niño?

--Sí, por todos los medios que están informando.

--¿Cree que esas acusaciones pueden prosperar?

--Lo veo difícil porque al final depende de la decisión del Gobierno sobre si se le extradita o no. Todo lo que están realizando tanto el juzgado argentino como el español en la Audiencia es muy importante.

--Usted fue detenido durante la dictadura en cuatro ocasiones. ¿Cómo recuerda aquel 14 de mayo de 1973, cuando pasó seis días en la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, y acabó en la cárcel de Carabanchel?

--Lo recuerdo pocas veces, pero con auténtico terror. A mí me detuvieron a las cuatro y media o cinco de la tarde y me interrogaron hasta las siete de la mañana del día siguiente. Fue una noche entera de tortura a manos de Billy el Niño y sus secuaces. Cuando llegué a Carabanchel se estableció una discusión por el estado en que me encontraba. El director quería que me llevaran a un hospital, pero los policías decían que allí me quedaba. Al final, la solución que encontraron fue no enviarme al hospital e ingresarme en la enfermería de la cárcel para curar de las lesiones. Allí estuve 83 días.

--Era militante del Partido Comunista Marxista Leninista y antes perteneció a la Unión de Estudiantes Demócratas ¿Le habían dado en su organización política algún tipo de preparación para aguantar torturas?

--Teníamos entrenamiento psicológico. Lo que pasa es que el grado de magnitud de la tortura superaba lo imaginable. En otras ocasiones en las que me habían detenido me habían dado una serie de consignas, pero lo que yo no imaginaba era lo que me hicieron. Aquello era el remate.

--Algunas víctimas han comentado recientemente que Billy el Niño era un psicópata, un chulo y un hortera. ¿Qué imagen guarda de él?

--Era un psicópata, por descontado, con un gran afán de protagonismo porque físicamente era enclenque. En realidad era un magnífico policía de la dictadura franquista con una disponibilidad horaria y una disposición sin límites. Horas y horas estaba él allí, mientras tuviera una pieza entre sus manos. Era un hombre entregado totalmente a la causa franquista.

--¿Cuántas veces pensó en confesar lo que fuera con tal de que pararan?

--Nunca. Pensaba siempre en evitar confesar. Eso fue lo que me dio ánimos.

--Además de las repercusiones físicas y psíquicas, ¿tuvo problemas en el plano laboral como profesor universitario?

--No tuve secuelas psíquicas. Solo cuando estaba en la cárcel y había rumores de que me podían llevar de nuevo a la Dirección General de Seguridad sentía miedo. Era el tiempo de la muerte de Carrero Blanco y algunos atentados gordos de ETA, pero quitando esos días, no tuve esas repercusiones. Los tres años que estuve en prisión me suspendieron de empleo y a la salida de la cárcel me tuve que exiliar a París, donde estaba mi mujer exiliada. Salí meses después de que Franco hubiera fallecido. Allí seguí luchando contra la dictadura y conseguí incorporarme a un laboratorio francés en mi especialidad. Volví con la segunda amnistía del 76 y no tuve problemas para incorporarme a mi antiguo departamento.

--Usted llegó a denunciar a este inspector de Policía en el último tramo del franquismo. ¿Tuvo en algún momento la esperanza de que se hiciera justicia?

--Fue en el 73, cuando todavía no había sufrido Franco el primer ataque de tromboflebitis. Le denuncié siendo mi abogada Cristina Almeida, fue un careo y le condenaron a mil pesetas de multa, una cantidad irrisoria que no sé si la llegó a pagar. Nunca esperé que se hiciera justicia. Sabía que con la Transición y la llegada de la democracia se haría borrón y cuenta nueva. Era un delito de lesa humanidad que quedaba impune y para mí ha sido una gran sorpresa la decisión de la juez argentina.

--¿Cómo se supera una situación como la que vivió?

--Con una cierta paz consigo mismo. Ayuda saber que lo que uno ha hecho no es nada abominable, y luego, mirando al futuro en vez de mirar al pasado. También se supera con el recorrido profesional y con la impresión de haber contribuido, aunque sea mínimamente, a la derrota de la dictadura.

--¿Ha pensado personarse en este procedimiento judicial? ¿Acudirá al juicio, si lo hay, para ver González Pacheco en el banquillo?

--Si al final hay juicio, allí estaré y me personaré.

--¿Qué se le viene a la cabeza cuando ve a otras víctimas revivir sus torturas?

--Me vienen aquellos días. He borrado de la memoria la agresividad respecto a Billy el Niño, es un tema atenuado. Me gustaría que pidiera perdón como se le pide que lo hagan los miembros de ETA a sus víctimas. Y me gustaría que fuera un proceso para que en otros países donde se practica la tortura se sepa que no quedará impune.