El hecho de tener que desprenderse de alguien que ha formado parte de tu familia desde julio se acrecenta con el sofocante calor que arreciaba El Arenal a las 4 de esta tarde. Llegó la hora de despedir a los 137 niños saharauis que han podido disfrutar del verano en tierras cordobesas. Es difícil encontrar a una familia que sea novata en la experiencia, pues las vivencias y valores impregnados hacen que repitan año tras año. También se hace complicado conocer a algún niño que no quiera volver el año siguiente. Las caras de tristeza y los llantos se repiten sin cesar en el lugar de encuentro para regresar a casa, a los campamentos de refugiados de Tinduf, Argelia.

Antes de su viaje hacia el aeropuerto de Málaga, los organizadores de la Asociación Cordobesa de Amistad con los Niños Saharauis controlan el peso de los equipajes, que no pueden exceder los 30 kilos. Es posible presenciar situaciones de apuro, cuando se pasan en el peso y se ven obligados a sacar objetos del interior, pesar de los familiares. “Parecen papá Noel, cargados de todo van”, comentan. “Llevan lo acumulado en dos meses. Alimentos de los que allí carecen normalmente, miel o kétchup, que les encanta”, afirma Antonio Palma, responsable provincial de ‘Vacaciones en Paz’.