La empresa municipal Emacsa retira de su red de saneamiento una media diaria de 1.700 kilos de textiles desechables, principalmente toallitas de todo tipo, compresas, bastoncillos, preservativos y plásticos que los ciudadanos arrojan a sus inodoros y que provocan continuos atascos que generan un gasto anual de 1,5 millones. Ese gasto suplementario se traduce en un aporte extra de 5 euros al año que debe hacer cada habitante como consecuencia de la limpieza de la red y del cambio de bombas, sin contar con el coste de una obstrucción en los domicilios particulares. El jefe de servicio de Calidad y Gestión de Sistemas de Emacsa, Rafael Marín, explica que «los atascos más grandes se producen por las toallitas de distintos usos, pero, sobre todo, por las de bebé». En este sentido, asegura que «casi el 50% de los residuos textiles que encontramos en bombeos, en llegadas a las depuradoras, proceden de toallitas de bebés», que no deberían echarse al inodoro.

Marín considera que este hecho se produce «por desconocimiento» y que principalmente se debe al «etiquetado erróneo», por lo que «no es que el ciudadano lo haga mal, sino que sigue las pautas que le dan y que no responden a la realidad». Marín afirma que, aunque la etiqueta indique que pueden tirarse al inodoro, un estudio realizado sobre veinte toallitas diferentes concluye que ninguna puede ir al alcantarillado. El problema es que «no están formadas por celulosa pura, como el papel higiénico, sino por fibras, y muchas son plásticas, que no se disgregan, sino que son persistentes», señala. «Si a esto se le suman los aditivos», que «son compuestos orgánicos que no metabolizan las bacterias que depuran el agua, se convierten en una bomba de relojería». Esto provoca que estas toallitas «vayan a la red de saneamiento, no se rompan, se acumulen en zonas con poca pendiente, en bombeos de la red y de las depuradoras, y formen bolas» con las grasas y otros elementos.

La empresa municipal realiza controles de vertidos rutinarios en los que se topa con este problema. «Muchas veces el propio mal funcionamiento de la red, los atascos en los aliviaderos al río, dan la pauta de que hay problemas no resueltos», señala.

Emacsa ultima un proyecto mediante el que pondrá controladores de la calidad del agua residual en los puntos críticos de la red. Con ese proyecto determinará los problemas de los vertidos industriales, que son los otros elementos que pueden agredir a los microorganismos encargados del saneamiento. Con la instalación de medidores «se verá de qué polígonos viene el problema», asegura Marín, que explica que «se están haciendo pruebas» y que el proyecto «está muy avanzado», por lo que estará «operativo el año que viene». Además, la Asociación Española de Normalización y Certificación (Aenor), de la que forma parte por Emacsa y por la Asociación Española de Abastecimientos de Aguas y Saneamiento (AEAS), prepara una norma para determinar qué productos pueden tirarse al alcantarillado que estará en el 2018.