Rafael González guarda muchos recuerdos del cine Almirante. Él era una de las personas que se encargaban de dar a conocer las películas que se iban a proyectar. Durante los años en los que esta sala estuvo abierta, Rafael se dedicaba a colocar los carteles de las películas por los rincones de la ciudad para que los cordobeses se enteraran de los filmes previstos. En una época en la que no había internet ni redes sociales, esa, y los anuncios en prensa o las cuñas de radio, era la única posibilidad de hacer publicidad de la historia que se pensaba proyectar para atraer a los espectadores. «A los dueños de los locales del barrio se les daban entradas para que nos dejaran poner carteles», señala. Esa actividad, impensable hoy, no solo se realizaba en el Parque Figueroa, sino también fuera del barrio.

A Rafael no se le olvida la primera película que se proyectó en el cine Almirante, Simplemente María, que «se tiró un mes y pico y se ponía todos los días, a las 18.00, a las 20.00 y a las 22.00». «Eran películas buenas las que se proyectaban pero luego el cine fue cayendo hasta que cerró, ya no iba gente», lamenta. En aquel momento, añade Rafael, había mucha competencia «y estaban los cines del centro, que ponían más estrenos y aquí no venía tanta gente», recuerda. A pesar de esa decadencia que le abocó al cierre, Rafael conserva en su memoria una imagen muy buena de las instalaciones, ya que asegura que «era el cine más grande, era lo último que había en esa época, la pantalla más grande, el mejor sonido...». El problema fue que «los otros cines se remodelaron y él se quedó atrás». Además, piensa que «el cine decayó porque no traían películas buenas». Como anécdota relata que en 1987, estando en Barcelona, vio una película que se estrenaba y que hasta seis meses después no llegó al cine Almirante.