Gran parte de las dos décadas que Rafael Carpintero Ortega (Córdoba, 1962) lleva traduciendo libros del turco al español las ha dedicado a trasladar a la lengua de Cervantes la obra del escritor turco Orhan Pamuk, que recibió el Premio Nobel de Literatura en el 2006. Rafael hace dos años que no traduce a Pamuk, por los limitados plazos que le marcaba la editorial donde publica el Nobel, pero sigue traduciendo libros de otros autores turcos. Precisamente acaban de ver la luz en España dos de ellos, Cinco ciudades, de Ahmet Hamdi Tanpinar, al que Pamuk consideraba su maestro, y Madona con abrigo de piel, de Sabahattin Ali. Rafael Carpintero lleva viviendo en Estambul 31 años. En la capital de Turquía ejerce como profesor de Lengua y Literatura Española en el departamento de Lenguas Occidentales de la Universidad de Estambul. Estudió primero Filología en la Universidad de Córdoba y después en Madrid se especializó en Árabe y Lenguas Orientales en la Universidad Autónoma.

-¿Sus padres guardan relación con el mundo de las letras?

-No. Mi padre, ya fallecido, fue Alfonso Carpintero, que fue jefe de Traumatología en el hospital Provincial, y mi madre es Carmen Ortega, pediatra jubilada.

-¿Por qué decidió quedarse en Estambul tras una beca?

-Me vine a Estambul con una beca para hacer la tesis sobre un autor local, Tahsin Yücel. El director de mi departamento en la Universidad Autónoma de Madrid fue el arabista Pedro Martínez Montávez. En Estambul buscaban profesores de español y que hablaran turco. Me ofrecieron trabajo y decidí quedarme. Mi mujer, a la que conocí en la facultad en Madrid, se vino conmigo a Estambul y es compañera mía en el departamento de español de la Universidad de la capital turca. Entre 1989 a 1998 trabajé además como lector para el Ministerio de Exteriores de España. Éramos profesores encargados de impartir clases de español y de organizar citas culturales. Esa función cultural la desarrolla ahora el Instituto Cervantes.

-¿Existe mucho interés en Estambul por aprender español?

-El español suele ser segunda lengua extranjera. Los turcos que saben español, primero dominan el inglés o el francés o el inglés, más el francés y después el español.

-¿Cómo surgió la oportunidad de traducir libros del turco al español?

-En 1998 Ediciones B quería traducir la novela El Halcón, de Yasar Kemal. Era un proyecto de la Unesco, que se puso en contacto con el departamento de la Universidad Autónoma porque nececesitaban a una persona que tradujera del turco al español. De este modo, acabé firmando un contrato para traducir una tetralogía de novelas de este autor.

-¿Y de ahí a convertirse en el traductor de Orhan Pamuk?

-Volvíamos un verano a Estambul desde Madrid, que es la tierra de mi mujer, y compramos la revista Qué Leer. Esta publicación recogía un anuncio acerca de que la editorial Alfaguara buscaba un traductor al español para la obra de Pamuk. Les escribí y empecé a recibir encargos para traducir de diversas editoriales. La primera obra que traduje de Pamuk pertenecía a una editorial pequeña, Metáfora, que luego desapareció. La editorial Mondadori, que ahora es Penguin Random House, compró todos los derechos de la obra del Nobel y la reeditó toda.

-¿Cuáles son sus obras favoritas del Nobel turco de LIteratura?

-Pues son dos en realidad. La casa del silencio, su segunda novela y la primera que traduje, pues aunque tiene algunas técnicas experimentales que no vienen muy a cuento, es una historia muy interesante sobre varios periodos de la República. Y la otra es Me llamo Rojo, en parte porque fue todo un reto como traducción y creo que no quedó nada mal.

-¿Qué le pareció que la Academia Sueca concediera el Nobel de Literatura a esta autor turco?

-Muy bien. Cuando se lo concedieron, el año anterior casi se lo habían dado, con lo cual no fue tanta la sorpresa. En España a Pamuk lo había adoptado e impulsado desde bastante antes el diario El País, sobre todo a través de Juan Cruz y Juan Goytisolo.

-¿Cree que algún autor español merece el Nobel de Literatura?

-Un escritor que siempre aparece en las quinielas es Javier Marías. Tiene un punto a favor importante, el haber sido traducido bastante en el extranjero. A mí por ejemplo Miguel Delibes me encanta y se hubiera merecido el Nobel, pero sus obras no estaban traducidas a otras lenguas.

-¿Qué le hubiera parecido que Pablo García Baena hubiera recibido el premio Cervantes?

-El Cervantes para Pablo García Baena me hubiera parecido bien. Pero este premio unos años recae en un país y después en otro, sobre todo por las cuotas. El Cervantes se suele conceder a autores conocidos que venden o que se dan mucho a conocer en los medios, si no es difícil que los premien.

-¿Es complicado encontrar libros de autores españoles traducidos al turco en Turquía?

-Se encuentran pocos libros. En Turquía se habían traducido algunos libros españoles hasta que llegaron autores sudamericanos consagrados como García Márquez. En Estambul puedes encontrar best-seller, tipo La Catedral del Mar, o ejemplares de Arturo Pérez Reverte, por poner algunos ejemplos. Pero entre los clásicos está El Quijote y poco más. Varias profesoras, compañeras mías en el departamento, están trabajando para traducir algo de teatro clásico de Lope de Vega o Calderón de la Barca al turco, una tarea que entraña no poca dificultad. Es una pena, porque España, al contrario de Turquía, no tiene una buena política institucional de traducción en el exterior.

-¿La traducción requiere muchas horas de trabajo?

-Sí. Ahora a Pamuk lo traduce otra persona porque el problema que tenía con su editorial eran los plazos, que me metían mucha prisa. Reconozco que traduzco lento. Pero mi trabajo principal está en la Universidad. No me dedico en exclusiva a la traducción y prefiero traducir a autores que no me metan tanta prisa. Tengo un ritmo aproximado de unas 80 páginas mensuales, más un mes y medio aproximado de corrección. Si el libro tiene 300 páginas pues necesito entre cinco o seis meses para entregarlo.

-¿Cuántos libros ha traducido del turco al español hasta ahora?

-Unos 30.

-¿Cree que se lee ahora menos en favor de la televisión o las redes sociales?

-No creo que la lectura haya bajado tanto. En Turquía partimos de una base lectora inferior. Hay menos nivel económico, se compran menos libros. Pese a lo que digan, se ha mejorado. Sí observo que se tiende a una literatura más fácil. En mi adolescencia y juventud leíamos obras más sesudas como las de Kafka, porque quizás no existía tanta literatura juvenil. No creo que las redes sociales impidan la lectura, sino que han transformado la forma de leer, que se hace en forma de titulares y pequeños fragmentos.

-¿Existe en Turquía censura en internet como pasa en China?

-Hay páginas en las que directamente no puedes entrar. Muchas de las restricciones que ha habido, como las de Youtube, han sido por motivos económicos, y las de Twitter, por causas políticas. Con Wikipedia ha pasado algo parecido.

-¿Vive rodeado de libros?

-Nos tuvimos que mudar de un piso grande a uno más pequeño y con el cambio dejamos atrás muchos libros. Por motivos de espacio me he pasado al libro electrónico, que es comodísimo.

-¿Qué le apetece hacer en Córdoba ahora que se encuentra aquí por ser verano?

-Me gusta estar con la familia, quedar con viejos amigos y ponernos un poco al día o retomar la conversación donde la dejamos hace años. Por las mañanas me gusta pasear por la Judería, San Andrés o la Corredera.

-¿Cómo sigue desde Turquía las noticias de España?

-Mediante internet básicamente. Lo único es que, cuando llevas tiempo viviendo fuera, hay asuntos, como quién ha hecho un máster o no, que no te importan mucho, afortunadamente.

-En Estambul, con sus 15 millones de habitantes, mucho más que toda Andalucía, ¿en qué zona vive?

-Vivo en la parte europea, un barrio donde residían los griegos de allí y donde también habitan muchos armenios. Un barrio céntrico muy diverso, con italianos, donde también está muy presente la minoría cristiana.

-Al margen de bellezas como la Mezquita Azul o Santa Sofía, ¿qué le atrae más de Estambul?

-El barrio de Gálata u otros como Balat, que era antes un auténtico barrio griego con casas de madera. También la zona del Bósforo, donde se toman los barcos de vapor. En general, es una ciudad descuidada pero se está recuperando algo de arquitectura civil y fomentando el turismo interno.

-¿Se ha adaptado a la comida turca?

-Compartimos muchas materias primas. Siempre nos llevamos algo de España cuando venimos. Cada vez va habiendo más cosas europeas, incluso carne de cerdo al haber en mi barrio población cristiana. Cuando después de años encontré una fregona Vileda en el supermercado fue un gran día. En mi casa hemos adaptado la costumbre de usar yogur como acompañante para comidas, como carne o pimientos fritos. Una base típica son las judías blancas con arroz blanco y se comen muchas verduras.