Rafael Chacón Pavón, hijo del también cordobés Fernando Chacón Mejías --el hasta hace unos meses dueño de la farmacia El Globo--, se ha dedicado toda su vida a sacar adelante el Bio--Bac , producto descubierto por su padre y cuya comercialización paralizó el Ministerio de Sanidad. Desde pequeño apreció la investigación de su progenitor y el hecho de que muchas personas acudiesen a Córdoba a recibir su ayuda. También constató que su padre había llegado a un tipo de conclusión científica, positiva para la salud. Cuando su padre fue envejeciendo se dio cuenta de que el producto se podía perder porque sus facultades iban cada vez siendo menores y, sobre todo, cuando el Ministerio de Sanidad intentó convertir la fórmula magistral en medicamento. En octubre del año pasado, Rafael Chacón ingresó en prisión por la Operación Brujo . La Guardia Civil pretendía descubrir con la misma una red dedicada a la fabricación y comercialización de medicamentos prohibidos por Sanidad y que eran recetados a enfermos, muchos de ellos terminales. Chacón quedó en libertad bajo fianza el 14 de noviembre del 2002 por el denominado caso Bio--Bac y anuncia, después del silencio que ha mantenido ante los medios de comunicación, que el proceso judicial que se sigue contra él está ganado.

Defienda las garantías del Bio--Bac.

--Hace muchos años que empecé a negociar con el Ministerio de Sanidad. Se hicieron todas las pruebas preclínicas del producto cuando Fernando García Alonso, el actual responsable de la Agencia del Medicamento, era subdirector general de evaluación del medicamento, y se llegó a la conclusión de que teníamos que pasar a hacer ensayos clínicos en dos fases. García Alonso intentó parar en ese momento el proceso porque se dio cuenta de que el producto funcionaba y que posiblemente tuviera alguna incompatibilidad con las multinacionales. Hablamos de 1994. Hubo cientos de reuniones con el ministerio y se llegó a la conclusión de que la Administración no quería realizar los ensayos clínicos por temor a que hubiera un resultado positivo. Tuvimos autorización de los hospitales Severo Ochoa y Ramón y Cajal para hacer los ensayos clínicos y desde el ministerio se llamó a esos centros hospitalarios para que se denegaran las autorizaciones. Al ver esa maraña de intereses resolvimos que había que hacer la investigación fuera. En una de las fases se demostró que los pacientes que tomaban Bio--Bac no necesitaban ingerir analgésicos como medicación, tenían más movilidad y una disminución del dolor. Teníamos muchos datos de la actividad de mi padre durante más de 30 años. Con más de 400.000 recetas anuales, con miles de médicos dispensando el producto en España y la Seguridad Social pagándolo nunca hubo ninguna reclamación por efectos secundarios causados por el Bio--Bac o del sistema español de farmacovigilancia. Siempre ha sido un producto eficaz y seguro. Las investigaciones actuales vienen a corroborar lo que mi padre dijo hace cuarenta años. Sin embargo, Sanidad no contaba con que los enfermos salieran a la calle. La Agencia del Medicamento acusa y es la que debería demostrar que el producto no funciona. Esto es una chapuza nacional, como la de los dos diputados de la Comunidad de Madrid que se ausentaron de la votación, posiblemente pagados por ciertos intereses. Si hay intereses para que dos diputados no se sienten a dar su voto, también puede haberlo para que Fernando García Alonso o la Agencia Nacional del Medicamento puedan estar actuando no razonablemente.

¿Qué opinión le merece la Operación Brujo?

--Lo más grave de la operación es que las autoridades del país tienen que falsificar una serie de documentos para convertir lo que sería un delito administrativo por una falta de permiso en un delito penal, intentando acusarnos de que el producto podría producir efectos negativos en la salud de las personas, y lo más grave es que a los cuatro días de la operación la ministra de Sanidad reconoce que la gente puede seguir tomando el Bio--Bac porque es seguro.

¿Ha habido escasos avances judiciales en el caso?

--Lo más curioso es que la titular del juzgado que lleva el asunto se siente capaz de autorizar la operación, pero no de actuar como jueza y dice que la Audiencia Nacional retome el caso. Es una argucia para tratar de retrasar la solución del tema porque se dio cuenta de que había sido engañada. La jueza hace perder el tiempo inhibiéndose ante la Audiencia Nacional, pero lo tenía que haber hecho antes, cuando realizó una operación tan brutal como es la de detener a más de 50 personas y que supuso una de las actuaciones más grandes protagonizadas por la Guardia Civil en España. Mientras no se nos demuestre lo contrario científicamente y no se rebatan nuestros argumentos tenemos la razón. Pero en este país es al revés, el reo tiene que demostrar que es inocente.

¿Los cordobeses han apoyado a su familia en este tiempo?

--Mi padre es un cordobés al que Córdoba no le ha apoyado para nada. Parece que un cordobés no puede tener más categoría que un americano de la Universidad de Pensylvania.

¿Cree que ganará el caso?

--El caso lo tengo ganado seguro. Pero la lástima es que tengan que caer muchas personas para que las cosas vuelvan a su sitio, pero no le calculo más de dos o tres meses. Al final la jueza tiene que hacer una de estas dos cosas, que es lo que hace que le tiemble el pulso, o darnos la razón o mandarnos a la cárcel. Y alguien tiene que tener la razón aquí. Y a ese respecto no tengo miedo. No lo ha tenido mi padre, ni mi familia ni nadie. Es el primer caso de España y de Europa en el que después de haber hecho el marketing y la publicidad que hizo la Guardia Civil de una operación ilegal se lanza la gente a la calle a pedir el producto e incluso tiene que robarlo para seguir tomándolo. Ha habido concentraciones en Granada, Galicia, Madrid y en muchos sitios más; no se ha acabado la lucha. Aquí hay llamadas totalmente desconsoladas, problemas personales graves.

¿Recibió su padre presiones de algún sector para entregar su fórmula magistral?

--Intentaron comprar la patente a mi padre y éste pidió garantías de que el producto se iba a producir, pero no se las daban. A mí también intentaron com