¿Recuerdan cuando los alcaldes lucían más que ahora? Eran los tiempos en los que era posible inaugurar edificios y calles remozadas, cuando el dinero entraba a las arcas municipales con más fluidez, cuando los ayuntamientos eran ricos y duplicaban y triplicaban servicios para colocar a más gente en la administración (sí, no lo nieguen), para aumentar su autonomía y, en última instancia, para prestar mejor atención a los ciudadanos. O lo que fuera.

Era la ventaja de ser alcalde, que nada puede serle ajeno a un primer edil, y la única condición hace unos años para hacerlo medio qué era no ser especialmente torpe o especialmente vago. Al alcalde le atañen la ciudad, el agua, la recogida de basura, la limpieza de las calles, los parques, el comercio, el crecimiento urbanístico, los problemas de los vecinos, el paro, el empleo, los incendios, las desgracias, los triunfos.

Un alcalde con un poco de arte puede colgarse sus propios éxitos y medallas, y también los éxitos y medallas de las otras administraciones, pero, ¡ay!, a un alcalde se le cuelgan también todos los fracasos. Y en el momento actual las medallas brillan por su ausencia (por más que se espere un auténtico festival o medallero olímpico por San Rafael), el cuerpo político está cada vez más lejano y solo, y la rabia entera de la sociedad desencajada desciende en picado desde la presidencia del Gobierno hacia la de la Junta de Andalucía para aterrizar en los ayuntamientos.

Y ahí se instala. Allí llegan en aluvión los problemas de los ciudadanos que, como son tantos, no es fácil ni siquiera ordenarlos, y el día a día se come la estrategia más elaborada, convirtiendo el Consistorio en el centro de todos los agravios. La situación exige una habilidad especial, una capacidad de navegación y un esfuerzo de consenso que brilla por su ausencia en Córdoba.

Despidos

Esta semana se ha podido apreciar que el Ayuntamiento está que arde, con los nervios de los concejales de punta y una pérdida paulatina de las formas que no beneficia a nadie. Para colmo, vuelven a primera línea de actualidad las cuestiones laborales, con la decisión del gobierno local de despedir a toda costa, por considerar que entraron por enchufe y en empleos que no necesita el Instituto de Deportes, a esos 20 trabajadores del Imdeco que los juzgados de lo Social obligaron a readmitir. A la tensión generada por esta decisión se suma, al final de la semana, la intención de "externalizar", palabra de moda que equivale a privatizar, parte de los servicios de Cecosam, de manera que en torno a 30 trabajadores deberán ser asumidos por la empresa privada que resulte adjudicataria de los cementerios. Queda pues inaugurado un nuevo frente laboral.

Museo de Bellas Artes

El encierro del antiguo colegio Rey Heredia es otro frente que, de manera insospechada, ha dado lugar a una auténtica crisis institucional. La cosa empezó con la reivindicación del edificio vacío, por parte del colectivo Acampada Dignidad, como centro ciudadano, y se ha ido complicando con un si los echan, si no los echan, y el desafortunado calificativo de "anarcoides" que les dedicó el alcalde, José Antonio Nieto, en plena refriega verbal. No menos desafortunado resultó el "fascistoides" de la réplica ciudadana, que da idea de lo calentitos que estamos todos, pero la miga de la cuestión nace cuando Nieto anuncia su intención de frenar los proyectos urbanísticos para esta zona, que incluían el derribo del edificio y otros anejos para que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte levantara allí el futuro Museo de Bellas Artes, y buscar otro emplazamiento para tal equipamiento. Y uno de los que se ofrecerán es, no se lo pierdan, el solar del fallido Palacio del Sur de Miraflores.

La maraña es tal, y tal la tensión que se ha generado entre el gobierno municipal del PP y el grupo del PSOE, que el portavoz de este último, Juan Pablo Durán, ha elevado el tono de sus críticas al alcalde, al que tilda sin freno de "regidor del cambalache", promotor de la "Córdoba del cambiazo" y autor, directamente, de la "mentira".

Cambios de criterio

Escalofríos da pensar en esa voluntad que a veces expresan en los plenos todos los grupos políticos de alcanzar un mínimo consenso para sacar adelante a la ciudad, pues está claro que es misión imposible si la oposición desayuna cada día con un cambio de estrategia o de rumbo en los grandes proyectos de Córdoba (que son muy pocos y más bien pequeñitos) y si el primer edil cambia de opinión o de criterio, o simplemente va desvelando sus planes con cuentagotas.

Nieto y el PP están en su perfecto derecho de modificar, cuando han transcurrido casi tres décadas sin que se ejecuten, los planes urbanísticos del entorno de la Calahorra, más aún si es imposible costearlos. Pero lo que no se entiende es que su decisión parezca una réplica improvisada a una protesta puntual y no un proyecto bien estudiado. En cualquier caso, la ciudad debería tener claros sus objetivos para poder enfocar sus esfuerzos y no dispersarse en este ventilador de sorpresas, sean improvisadas o largamente meditadas pero no comunicadas a la población.

Ahora debería decir lo del otoño caliente, pero eso ya se lo sabe todo el mundo, que no hay otoño sin penalidades, aunque, después de salvarse de los incendios del verano, Córdoba está que arde.