Todo carnavalero desea estar en la noche de la gran final de este viernes. Pero antes debe pasar por el mal trago que supone la espera previa al veredicto del jurado, ese juez inmisericorde que ayer repartió alegrías y tristezas por igual. Ese ambiente de calma tensa fue el que merodeó ayer en el Teatro Góngora durante la última función de semifinales, pero dichos nervios ya se pudieron sentir en la tercera sesión de semifinales.

Una función que comenzó con la actuación de la chirigota Los mayas tienen la culpa. Desde su andamio, estos albañiles dedicaron su tanda de pasodobles a la pregonera, Carmen García Koski. En el primero reivindicaron el papel de «una mujer valiente y luchadora», mientras que el segundo tuvo su parte cómica, aunque tuvo un elegante remate, pues «yo no te canto por envidias, pero sí por el cacho que me metiste el año pasado».

En esta tercera semifinal las comparsas serían las protagonistas dada la potencia vocal que presentaron las tres agrupaciones de esta modalidad que actuaron en el Góngora. La primera, Los ingeniosos de Peñarroya-Pueblonuevo, dieron un giro de 90 grados en cada uno de sus pasodobles. El primero fue un órdago hacia Córdoba, pero desde la visión de «la ciudad en la que mis hijos se labraron el futuro. En el segundo, criticaron a aquellos pederastas que acumulan fotos de niños desnudos.

Tras esta actuación, fue el turno de la chirigota Es mucho arroz pa tampoco pollo. En su primer pasodoble reivindicaron la figura de los padres y en su popurrí contaron numerosas anécdotas sobre un día de perol. El ecuador de la función corrió a cargo de la comparsa Pasen y vean. Los vigilantes del «museo del paraíso» tuvieron un detalle emotivo con uno de sus autores, Marcos Monje, al brindarle un sensible homenaje a su malograda madre en forma de segundo pasodoble.

Desde Pozoblanco llegó la chirigota Con la iglesia habéis topao. Estos santos volvieron a abandonar su parroquia para derrochar puntos simpáticos a lo largo de su actuación.

La penúltima agrupación de la noche fue la comparsa La tartana. La agrupación de Pablo Castilla interpretó dos emotivos pasodobles sobre el acoso escolar y una bella poesía hacia Córdoba. Al igual que Pasen y vean, el repertorio de La tartana estuvo marcado por su potencia vocal. La última actuación de la noche fue la de la chirigota Un gaché mu cordobés. Caracterizando al inspector Gadget, esta agrupación cumplió con su misión más difícil: «sacarte una sonrisa».

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