Recientemente nos ha dejado el tío Antonio, Antonio Moyano Navarro. Fueron sus padres don Tomás Moyano Mármol y doña Rosario Navarro Voces, que tuvieron 10 hijos, siendo él el noveno. Al ser tan numerosa la prole de los abuelos, los hijos mayores de edad se encargaban de cuidar de los pequeños. Así a mi madre, Carmen, una de las hijas mayores, le correspondió cuidar del tío Antonio, por lo cual siempre tuvieron mutuamente un fuerte cariño, que incidió en la especial vinculación que tuve con mi tío, dentro de la familia. Se casó con doña Lourdes Cañete Guerra, de la que enviudó en el año 1998, y de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos, dos niños y dos niñas.

Cursó sus estudios de enseñanza primaria y bachillerato en el Colegio Cervantes de los Hermanos Maristas, cuando tenía su sede en la calle Barroso y en Torres Cabrera (Palacio de los Cruz-Conde). Fueron compañeros de estos años, entre otros, Rafael de la Hoz Arderius y Antonio Alarcón Parodi. Con el primero tenía un especial afecto; cuando Rafael de la Hoz tenía su estudio de arquitectura en Córdoba, se veían y hablaban por teléfono frecuentemente. Su estrecha amistad no disminuyó sino que se acrecentó al trasladar su estudio a la Castellana de Madrid. Me aproveché de esta amistad cuando por motivos de mis cargos y mis actividades universitarias tuve que recurrir al ilustre arquitecto. Antonio Alarcón Parodi apodaba al tío Antonio El Marqués, por la forma que según decía, tenía de vivir. No olvidó la amistad con el resto de sus compañeros del Colegio Cervantes con los que se reunía todos los años por Navidad, y que fue el preludio de los encuentros que muchas promociones del Colegio Cervantes vienen realizando.

Durante sus estudios de Licenciatura en Química, que realizó en la Universidad Hispalense, se dedicaba a impartir clases particulares de matemáticas, física y química. Sus alumnos de entonces son testigos de la excepcionalidad de sus enseñanzas. Sus recursos docentes y su capacidad de comunicación hacían de él un gran docente. De su estancia de estudiante en Sevilla dejó grandes amigos del profesorado de entonces, estando entre ellos el profesor Francisco González García, catedrático de Química Orgánica y rector de la Universidad de Sevilla.

Sus inquietudes por la innovación y por abordar los problemas que afectaban a la economía cordobesa, le indujeron a diseñar un laboratorio en el que se aprovechase los residuos de la industria de la joyería para obtener «metales preciosos», y establecer técnicas originales para la extracción de esos metales. Los plateros cordobeses son testigos de su capacidad y honradez.

Cuando termina la licenciatura en Química inicia su carrera docente oficial, la Academia de don Sancho Martínez Espinar y la Escuela de Magisterio son exponentes de su preparación y de su capacidad de enseñanza. Durante este tiempo también desempeñó con gran esmero y pulcritud la habilitación de Magisterio. Ahí creó y formó un grupo de administrativos que después han ocupado cargos de relevancia en las administraciones cordobesas.

Cuando se crea la Universidad Laboral, se convocan a concurso las plazas de profesorado. Participó en él y su currículum ofreció tantas garantías que fue nombrado profesor desde el primer día de iniciación de los estudios. Ha sido un referente de la bondad de la enseñanza en la Universidad Laboral de Córdoba desde su etapa de profesor en activo hasta su jubilación. Sus alumnos repartidos por toda la geografía española comprobaron directamente la calidad de su docencia. Cuando celebraron los 50 años de la iniciación de la enseñanza en la Universidad Laboral alabaron el magisterio de mi tío.

La Universidad Laboral de Córdoba fue su pasión y uno de sus más importantes objetivos vitales. Cuando cesó la actividad de dicho centro, le causó un gran disgusto y un fuerte desengaño, por la desaparición de una institución en la que había puesto tantas ilusiones y esfuerzos.

Mantuvo unas relaciones excepcionales con los dirigentes de la Universidad Laboral, que le respetaban por sus condiciones docentes, entre ellos destacaba a los padres Alanís, Riera y Cándido, a quienes consideraba como de la familia.

Al decidir la Universidad de Córdoba crear el Campus Universitario en las instalaciones de la desaparecida Universidad Laboral, la acogió con alegría pensando que revivían aquellas aulas donde tanto tiempo llevó a cabo su actividad docente. Le contaba los proyectos, entre ellos el ferrocarril, una ansiada aspiración que nunca se culminó como Universidad Laboral. Lo recibía con gran emoción y en repetidas ocasiones me hacía que lo llevara a visitar las instalaciones que estábamos realizando en su antiguo centro.

Era de carácter bondadoso con una educación esmeradísima, solamente durante tantos años como hemos convivido lo he visto enfadado una sola vez, a consecuencia de un accidente en un horno de fundición de metales. Muy sensible a las necesidades de los que le rodeaban.

Cuando fue operado de una fractura de cadera, le aconsejé que acudiera a un centro catalán. Su amor a la familia era tal que se operó en Córdoba para no separarse de sus seres queridos. Una desgraciada infección de la prótesis le impidió volver a tener una movilidad normal.

Durante sus últimos años ha sido ejemplo de vitalidad y de superación, aceptando con gran resignación sus circunstancias. Nunca olvidó a su familia. Personalmente puedo decir que inicié mis estudios en Veterinaria gracias a su apoyo. Desempeñando la feliz tarea de su hermana Pepita de aglutinación de la familia. Como ejemplo de esta llamada familiar fue la boda de su hijo menor Antonio y la celebración de su 90 cumpleaños, a las que concurrimos numerosas personas entre familiares y amigos.

Desde hace unos años ha sido cuidado por un gran profesional que ha vivido con él las 24 horas del día, estableciéndose unas relaciones fraternales. Los jueves disfrutaba reuniéndonos a todos los familiares que podíamos acudir a su llamada, en una terraza en el Gran Capitán, próxima a su domicilio, y a todos los amigos que pasaban los invitaba a sentarse con él. Allí acudía como un familiar más su compañero y amigo José Luis López García-Pantaleón. Disfrutaba saludando a las numerosas personas que conocía. Así estuvo hasta una semana antes de su fallecimiento, conservando plena lucidez. El tío Antonio nos dejado, pero su ejemplo será recordado siempre por todos los que le hemos conocido y tratado. Descanse en paz.