Este arqueólogo y catedrático de la UCO, nacido en Herrera del Duque (Badajoz) en 1959, ha volcado su vida en el apasionante mundo del patrimonio, se ha entregado en cuerpo y alma a la arqueología, formando a generaciones de jóvenes a los que ha transmitido su entusiasmo por los vestigios del pasado que son recursos del presente. Diario CÓRDOBA le premia como Cordobés del Año, entre otros méritos, por el proyecto de cultura científica Arqueología Somos Todos, que surgió desde el Grupo de Investigación Sísifo de la UCO, que él dirige, desde el que divulga la riqueza patrimonial de Córdoba.

-Usted no es de Córdoba, pero es un enamorado de la ciudad ¿cómo se produjo el encantamiento tras su llegada?

-Este año se cumplen 45 años de mi llegada a Córdoba, y lo recuerdo perfectamente. Yo me vine con 14 añitos recién cumplidos de interno a la Universidad Laboral, hoy campus de Rabanales. Me trajeron mis padres en un taxi el 16 de octubre del año 1973, un mes más tarde de que empezaran las clases, porque había habido un problema con la beca. Al principio, Córdoba la fui conociendo a cuentagotas porque vivía interno en la Laboral, pero hice grandes amigos entre alumnos externos, que eran cordobeses. Poco a poco fui conociendo a Córdoba, pero el verdadero enamoramiento de la ciudad llegó cuando empecé a desarrollar mi profesión, cuando empecé a conocerla desde el punto de vista monumental, patrimonial, histórico... cuando empecé a bregar con ella. Y me di cuenta de la hondura, de la trascendencia de esta ciudad, del peso específico que tiene. Cuando empecé a pasearla con ojos de apasionado, porque yo soy de los que se mete en cualquier portal que esté abierto, da la vuelta por cualquier callejón y no deja resquicio de superficie de Córdoba por andar. En ese sentido, la conozco muy bien porque la he paseado, la he pateado, la he sentido, la he vivido y hoy, aunque sea extremeño de origen y mantenga mis raíces, tengo la extraordinaria riqueza de que también soy cordobés de adopción.

-Entonces, para un apasionado de Córdoba como usted, ¿qué supone ser Cordobés del Año?

-Este premio es un sueño hecho realidad. Porque de alguna manera representa la oficialización de mi cordobesismo; es decir, significa darme mi carta de adopción como cordobés. Y representa algo más trascendente que eso, porque estos años, y en gran medida de la mano del periódico, he adoptado una postura crítica y muy poco complaciente. Y que el periódico, el jurado, la sociedad, hayan decidido respaldarme, darme este reconocimiento, es el mejor de los regalos, pues no me hace grande a mí, hace grande a quien lo concede.

-Su proyecto ‘Arqueología somos todos’ está llevando la arqueología a la sociedad en una gran labor de divulgación científica, ¿qué balance hace tras 7 años de este programa?

-Empezamos en enero del 2011 y el balance es contradictorio. Tiene cosas extraordinariamente positivas y otras que no lo son tanto. De estas, por empezar por la mala noticia, es que las instituciones siguen viviendo de espaldas a nuestra propuesta. Lo positivo es que poco a poco la sociedad cordobesa nos ha ido aceptando, cada día nos va reclamando más, y estamos observando un cambio sustancialísimo en la percepción social de la arqueología en Córdoba y sobre todo en la actitud de la sociedad. Eso hace que en todas las actividades que hacemos últimamente haya una respuesta masiva, y que en los ciclos de conferencias mantengamos salas de 250 personas llenas todas las noches, algo que no tiene precedentes en esta ciudad. Hemos percibido que hay una demanda y que el reto es cada vez mayor.

-Usted defiende que la convivencia entre pasado y presente es imprescindible para convertir a Córdoba en un referente patrimonial, ¿cómo se consigue?

-Se consigue mediante planificación. Y la idea fundamental sería sentar en una misma mesa a todos los agentes sociales implicados en la gestión del patrimonio global y alumbrar un pacto de ciudad que se materialice en un organismo gestor de la ciudad monumental que englobe toda la faceta patrimonial y evite duplicidades, contradicciones... y que trabaje al margen de ciclos políticos, de forma que se genere un proyecto de ciudad, un modelo para el futuro que suscriban todas las instituciones y que nos permita caminar en un sentido único. Hay modelos, y el más cercano es el consorcio de la ciudad monumental histórico-artística y arqueológica de Mérida.

-¿Y este modelo de ciudad que propugna lo ha planteado a las instituciones?

-Lo he intentado, lo he hecho llegar, y algunos han sido un poco más receptivos, otros no en absoluto, y a día de hoy no he tenido ninguna respuesta.

-En ese sentido siempre ha sido muy crítico, diciendo que el discurso patrimonial que se sigue vendiendo es el mismo que el de los años 60.

-Sí, claro, yo creo que hemos cometido muchísimos errores en estos últimos años. Córdoba, en los años del desarrollismo brutal de la burbuja inmobiliaria, se ha visto abierta en canal desde mediados de los años 80 hasta prácticamente nuestros días y sin un plan de ciudad. Se ha cavado muchísimo, se ha perdido mucha información y mucho tejido patrimonial. Es decir, hoy por hoy, ¿qué discurso podemos ofrecer sobre la Córdoba romana? ¿Qué podemos mostrar más allá de lo que ya había en los años 60 y 70? El problema de Córdoba es que no ha sabido aprovechar su enorme legado y ponerlo al servicio de un modelo de ciudad. Esto no significa que haya que conservarlo todo, pues somos una ciudad viva y tenemos que seguir viviendo en ella, pero si hubiera una planificación se habrían evitado pérdidas y se hubiera creado un tejido permanente que enriqueciera la ciudad y generara empleo. Eso facilitaría desfocalizar el turismo. Córdoba es una ciudad maravillosa, pero sin ninguna duda muy mejorable en la gestión patrimonial.

<b>-¿Cree que Medina Azahara será finalmente reconocida como Patrimonio Mundial de la Humanidad?

</b>-No lo sé. Si por mí dependiera, absolutamente sí. Pero creo que con independencia de que lo sea, lo mismo que cuando se hablaba de Córdoba 2016, lo importante es el camino, el hacerlo bien. Y si se establecen unos objetivos de futuro y una estructura adecuada, dará igual que lo sea o no, porque el trabajo estará bien hecho y Medina Azahara se convertirá en referente para Córdoba, que debe ofrecerse con el yacimiento matriz, que es Córdoba. No debemos olvidar que Medina Azahara es un conjunto palatino increíble, pero tenemos que buscar fórmulas de cohesión, e integrarla con Córdoba como parte de un discurso único, con todo lo que conlleva desde el punto de vista de la conservación, de la investigación, de la creación de una imagen única.

-¿Y la Córdoba romana? Esa gran olvidada como usted dice...

-La Córdoba islámica nunca hubiera tenido la monumentalidad y la importancia que tuvo sin haber sido previamente capital de la Ulterior y de la Baetica. A los cordobeses les cuesta entender que la ciudad tuvo un pasado esplendoroso romano porque nos queda más cerca lo islámico y creemos percibir más huellas de éste. Y además, casi todo lo excavado de época romana ha sido arrasado y lo que queda es Cercadillas, con importante problemas de gestión; los monumentos funerarios de la Puerta Gallegos, que siguen cerrados; y el templo de la calle Claudio Marcelo, que sigue esperando una actuación definitiva. Luego hay restos dispersos por la ciudad, que no son accesibles al público ni están señalizados. A la Córdoba romana hay que devolverle corporeidad, imagen y discurso.

<b>-Y en la Universidad, ¿hay vocaciones de arqueólogos?

</b>-En el cenit inmobiliario, mucha gente salía de la facultad y se iba a trabajar. Con la crisis, el mercado se contrajo de una manera bestial. Hoy, los chicos son conscientes de que las salidas se han reducido y eso pesa.