Si hay algo claro en torno a las hermanas clarisas es que no les gusta airear sus asuntos en público y que prefieren pasar por el mundo sin hacer ruido. Prueba de ello es el sigilo con que se está llevando a cabo el traslado en las últimas semanas de las religiosas más mayores del convento de Santa Isabel, conocido en Córdoba como de San Pancracio, y el malestar suscitado entre las hermanas del consejo federal de la orden, que ahora habitan el monasterio, al trascender su intención de cerrar el convento. Las decisiones y el futuro de este convento, propiedad de las clarisas, no dependen del Obispado sino de la federación de clarisas y en última instancia de Roma, según indicaron ayer fuentes del Obispado, las mismas que el martes confirmaron a este periódico estar en conocimiento de los planes de cierre del convento.

El monasterio atraviesa un momento muy delicado debido a la falta de vocaciones religiosas, que estarían motivando el desalojo de las hermanas mayores y enfermas que requieren más cuidado, ya que la media de edad de las habitantes del convento supera los 70 años y las más jóvenes tienen cada vez más difícil asumir todo el trabajo. Pese a estos movimientos, la capilla de San Pancracio sigue abierta al culto y ayer decenas de devotos se acercaron, como cada miércoles, a pedir su favor y también a preguntar si iban a poder seguir acudiendo al templo como es tradición desde hace siglos. En la entrada de la iglesia, un cartel rezaba: «Hasta nueva orden, la visita a San Pancracio seguirá haciéndose los miércoles en su horario habitual. Cualquier cambio se avisará con antelación».

Además del cartel, la familia que vive en la casa contigua al convento y que actúan como cuidadores de la finca, se esforzaban por negar que la iglesia (una iglesia conventual) se viera afectada por el futuro cierre del convento. El Obispado, pese a no tener poder de decisión sobre las clarisas, también aclaró a lo largo de la mañana que la iglesia seguiría abierta a los devotos de San Pancracio, al menos de momento, si bien «la decisión última es de la orden de las clarisas», insistieron. Cabe recordar que el acceso a la iglesia es común al del convento y que para acceder a ésta es necesario cruzar el patio que comparte con el edificio conventual.

En la puerta por la que habitualmente se venden los pasteles que elaboran las monjas en su obrador, otro cartel informaba: «No hay existencias de dulces y no se recogen ni tapones ni ropa usada». La madre presidenta federal, Rosario, que dijo ocupar el cargo de madre superiora en el convento de Santa Isabel desde hace un par de meses, confirmó ayer a través del torno que el obrador se cerró «hace dos o tres semanas» y que ya no se hacen dulces.

HUEVOS A SANTA CLARA // Pese a que en este momento el obrador está cerrado, las hermanas clarisas del convento de San Pancracio siguen recibiendo la ofrenda de huevos de parte de las novias que piden de esta forma a Santa Clara que les libre de la lluvia el día de su boda y que brille el sol. «Hoy mismo nos ha traído una familia una docena de huevos», indicó la superiora, que aseguró que seguirán haciéndolo mientras estén allí.

Aunque las hermanas clarisas se niegan a confirmar o desmentir cualquier hipótesis, algunas voces cercanas a la orden han apuntado a este periódico la posibilidad de que el convento, una vez haya sido desalojado, pase a convertirse en un noviciado en el que formar a futuras hermanas clarisas. Actualmente, la mayoría de nuevas vocaciones que se reciben son mujeres procedentes de Sudamérica.