No hay mal que por bien no venga, o al menos eso parecía ayer en la Calahorra. El traslado del desfile inaugural de la decimosexta edición del Mercado Medieval de Córdoba a ayer por la mañana, sábado y soleado, consiguió que las visitas al festival se multiplicaran hasta el límite de no caber ni un alfiler en muchos rincones del festival.

Desde la Mezquita se podía escuchar la música medieval que abría paso al cortejo de animadores, cómicos y acróbatas que integraban un desfile cargado de color y muchas ganas, ya que el comienzo mojado del festival el día de la inauguración no consiguió calmar las ganas de este. El cortejo, que salió desde la Puerta del Puente, culminó su paseo en la zona de Miraflores, donde le esperaba un espectáculo de acrobacias en el aire. También en esa zona, los niños disfrutaban «como enanos», pero esta vez enanos de la época medieval. Juegos de todo tipo, talleres de manualidades, exposiciones de armas y costumbres de la Edad Media y un espacio donde poderse fotografiar y disfrutar de varios tipos de aves rapaces convertían Miraflores en la «parte para los más intrépidos» del mercado. «Papá, yo quiero coger el buitre», pedía más de uno, «pero, ¡si es más grande que tú!», como respuesta a más de un valiente con años de menos.

Pero no solo los niños disfrutaron de un día en el Medievo cordobés. Los mayores tenían más de un centenar de puestos donde hacerse con algún recuerdo o donde poder disfrutar de la gastronomía típica de las tres culturas que habitaban la ciudad siglos atrás. Crema de sésamo con miel para los que sentían curiosidad por saber qué comían los judíos de entonces; falafel para los amantes del mundo árabe y una sopa de ajo «muy castellana», tal y como la llamaba el encargado de repartirla, para los que preferían «lo malo conocido que lo bueno por conocer», como dice el refrán. Puede que fuera por la música, el color, la comida, el ambiente o la conjunción de todas, pero seguro que más de uno ayer se sintió un caballero de la Edad Media.