La Diputación acogió ayer el acto del pregón de Navidad, una tradición de corta trayectoria que este año ha tenido como protagonista al dorador y presidente de la Asociación de Patios Claveles y Gitanillas, Rafael Barón, presentado por su «hermano y amigo» Francisco Mellado. Con la alegría y campechanía que le caracterizan, Barón ensalzó la belleza de Córdoba, que convirtió por un momento en un «belén gigante con sus montañas al fondo, sus casas, su puente y su noria». Y es que, según el pregonero, «Córdoba es Navidad, una Navidad que huele a brasero de picón en una casa de vecinos». Interrumpido en varias ocasiones por villancicos, denunció la pérdida progresiva de las tradiciones locales en pro de costumbres importadas, en un bonito discurso plagado de alusiones a la familia y a las pequeñas cosas del día a día que hacen grande la Navidad cuando es compartida. En el clímax de la emoción, Barón leyó unas palabras entrañables escritas por su hija María, de 13 años, donde narra lo que son para ella estas fiestas empañando así los ojos de unos cuantos. El dorador no se resistió tampoco a recitar letras de poetas como Góngora, García Baena o Ramón Medina y a rememorar olores de siempre: el azúcar, la canela o el limón. Para terminar, invitó a los cordobeses a practicar la generosidad para hacer de esta ciudad un lugar más alegre y acogedor.