La hostelería de la ciudad y buena parte del mundo social, cultural y político cordobés se dieron cita ayer en San Nicolás de la Villa para rendir un último tributo a la figura de José García Marín, fallecido a los 91 años el pasado martes y, para muchos, el primer innovador y renovador de la cocina cordobesa desde su emblemático restaurante El Caballo Rojo.

Las personalidades y representantes de instituciones asistentes, además de gestores de algunos de los más significativos establecimientos cordobeses de restauración, arroparon a la familia, dieron cuenta de la pérdida que ha supuesto la muerte de José García Marín y del enorme legado que ha dejado. Algunas voces ya propugnaban más reconocimientos, como pedir que se le dedique una calle.

Entre las autoridades asistentes se encontraban los tenientes de alcalde del Ayuntamiento de Córdoba Pedro García y Emilio Aumente; el subdelegado del Gobierno en Córdoba, Juan José Primo Jurado, o la consejera de Justicia de la Junta y exalcaldesa de la ciudad, Rosa Aguilar, que señaló cómo la figura de Pepe García Marín transcendía a su actividad, siendo un referente de la hostelería y de la actual Córdoba como destino turístico gastronómico: «Hizo que los cordobeses comenzáramos a creer en nosotros mismos», sentenciaba la consejera antes del sepelio.

El propio párroco, Antonio Evans, dedicó una cercana y emotiva homilía resaltando el carácter de García Marín y las cualidades cristianas de cercanía, acogida y servicio de las que hizo gala en su trabajo, un hostelero que ya nos espera para contarnos en el futuro «todos los secretos que haya en las cocinas del cielo».

Las numerosas coronas fúnebres que portó el cortejo también dieron cuenta del respeto y cariño con el que le despidió la ciudad y que en vida se ganó Pepe el del Caballo Rojo, con dedicatorias de asociaciones, restaurantes e instituciones tanto cordobesas como del resto de Andalucía o algunas llegadas desde Madrid.